Adicción en jóvenes

Adicción en jóvenes

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La adicción es un complejo mecanismo psíquico que utiliza cualquier cosa, desde la Coca-cola, que es una sustancia, hasta los clavos porque como siempre están duros los clavos y el sujeto tiene impotencia genital, entonces ama los clavos porque están siempre parados, siempre duros. Eso es una adicción. Adicción a las personas, es la adicción más grande del universo, adicción a las personas.

¿Por qué hace cincuenta años que vive con ese hombre si la maltrata? Porque soy adicta, tendría que responder la mujer y el tratamiento que se le haría sería muy beneficioso para ella. ¿Por qué vive con esa mujer que lo maltrata? Porque soy un adicto. En general, se pone el peso de la elección en el objeto, pero el psiquismo no es racional, es inconsciente, está determinado por otro tipo de procesos.

Las drogas como vía de escape de las exigencias de la vida cotidiana o como uso ritual no es un fenómeno moderno, desde que el hombre accede a la vida en sociedad sabemos que ello le exige la limitación de la expresión de ciertas tendencias egoístas, paga un precio a cambio de los beneficios de vivir entre otros. Pero ese precio a veces resulta insoportable para muchas personas que acuden a cierto tipo de sustancias o relaciones que actúan a modo de escapatorias de las exigencias. En nuestro propio quimismo existen sustancias que cumplen un fin similar. En el estado psíquico de la manía se produce una conducta similar a la embriaguez, sin incorporación de droga alguna. En todas o la mayoría de las sociedades se han utilizado este tipo de sustancias para diversos usos y rituales, pero una cosa es su uso y otra su abuso y la utilización que de ella hace el sujeto.

No todo el que ha tenido oportunidad de tomar alcohol, cocaína, tabaco… contrae por ello una «adicción» a esas sustancias. Un estudio más preciso demuestra por lo general que esos narcóticos están destinados a sustituir -de manera directa o indirecta- el goce sexual faltante, y cuando no pueda restablecer una vida sexual normal, cabrá esperar con la recaída en el uso de dicha sustancia.

En la actualidad son muy malas las drogas, el psicoanálisis aconseja no drogarse porque, en una época era lindo drogarse porque las drogas eran lo que decían: “quiero alucinar” te tomabas un alucinógeno, “quiero tranquilizarme” te tomabas un cigarrillo de marihuana… En cambio, ahora, las drogas producen efectos contradictorios como la sociedad capitalista. Ahora los propios Estados están implicados en el narcotráfico y son, de alguna forma, sostenedores del tráfico de sustancias estupefacientes que, principalmente, consumen hombres y mujeres en edades productivas, es decir, entre los 16 y 55 años. Es decir, es una forma de desentenderse de personas a las que los Estados tendrían que ofrecer formación, opciones de desarrollo de su carrera profesional, propuestas de reciclaje profesional y adaptación a un mercado laboral cambiante.

Que haya vendedores de drogas en la puerta de los colegios, que sea más fácil comprar una dosis o que un amigo te invite a una raya de cocaína que inscribirte en la universidad o que conseguir un empleo, que haya más publicidad que asocie diversión con drogas que diversión con cultura, algo nos debe hacer pensar.

Abordar el tema de la drogadicción desde el marco de la teoría psicoanalítica se diferencia de los abordajes y enfoques médicos, sociales y conductuales para la prevención y tratamiento de esta patología. La práctica del Psicoanálisis ha sido la gran ausente en los tratamientos de las drogodependencias. El tratamiento de este tipo de patología requiere la articulación de prácticas, lo socio-económico-político, lo médico-psicoanalítico, lo preventivo, lo cultural.

El psicoanálisis nos enseña que no es que estemos enfermos por algún trauma físico o psíquico, sino que estamos enfermos porque tenemos una manera de concebir lo humano, el saber, la enfermedad, etc. Nada existe en el hombre que no esté tocado por el lenguaje. La drogadicción es un síntoma que muestra la manera que tiene ese sujeto de relacionarse con el mundo. Y también un modo en el que la sociedad está pensando a los individuos que la integran.

Que en países “desarrollados” como Estados Unidos, haya una epidemia gravísima del uso de opioides incentivado por la prescripción médica de facultativos, nos muestra la locura de sociedades que se venden como iconos del desarrollo, pero que no saben qué ofrecer a las generaciones de personas que necesitan educación, salud y trabajo para desarrollarse con bienestar.

La drogadicción, en sí misma, no existe como tal enfermedad, sino como síntoma de un disturbio emocional. Hay drogadictos que viven por y para el consumo de su “sustancia”, como hay hombres y mujeres que, como niños, no pueden desligarse afectivamente de la relación primitiva con la figura materna y demandan y demandan y nunca pueden puntuar esa constante búsqueda de satisfacción, no pueden realizar un trabajo, una transformación para producir otro tipo de vínculos y satisfacciones, siempre parciales.

Los toxicómanos presuponen un ser a partir de aquello que consumen. La relación de un sujeto con una sustancia puede responder a diferentes problemas, que podrán deducirse  de su estructura clínica. Unos buscarán la droga para potenciarse intelectualmente, otros laboralmente, otros creativamente, otros sexualmente, etc. Utilizan la sustancia como «quitapenas», procurando escapar del peso de la realidad, refugiándose en un mundo propio que ofrezca mejores condiciones para su sensibilidad. La adicción es también una forma de establecer pequeños vínculos sociales alrededor del nombre droga, esto sucede porque están faltando los proyectos alternativos, esta faltando el proyecto constitutivo, el proyecto personal que hace que una persona se produzca y goce desde la salud.

 El psicoanalista tomará a la adicción como cualquier otro síntoma, de cualquier otro paciente, en tanto formación del inconsciente. Su escucha se dirigirá hacia lo verdadero, el deseo inconsciente. No le importan los hechos sino la manera en que el paciente los vive, los relata porque el psicoanálisis es la cura por la palabra en tanto el inconsciente está estructurado como lenguaje. Se trata de que cada paciente pueda, a partir de su propio imaginario, construir un camino.

Droga puede ser cualquier cosa: el vino, la familia, el sexo, la religión, el amor, el trabajo, la patria, el dolor, el dinero, la madre y … también la cocaína. Lo que se utiliza como droga viene a colmar, calmar una ansiedad. El sujeto se escapa así de plantearse su vida, su futuro. Se aparta de las interrupciones, sobresaltos, variaciones de la propia vida, esperando alcanzar siempre el mismo goce. El problema no reside en el uso de la droga sino en la estructura psíquica que encadena a su abuso.

La drogadicción tiene un carácter compulsivo inconsciente, que lleva al sujeto a consumir esa sustancia que le es imprescindible para su existencia. Un impulso lo obliga a ello, no sabe vivir de otra manera. Esta compulsión es lo que forma el hábito y lo que la sociedad condena como tal. Echar la culpa al objeto droga es actuar como el adicto, apartar la mirada de lo que no se quiere ver y decir que no existe.

Hay que diferenciar, en un principio, la satisfacción de la necesidad más elemental, como por ejemplo alimentarse, y la compulsión obsesiva a comer o a no comer. Parece que algo faltó en la constitución del sujeto adicto. Se quedó en la necesidad, en la dependencia, pero lo que le esclaviza está dentro de él mismo.

Para comprender el proceso de la adicción hay que buscar en la vida sexual infantil, del desprendimiento mal elaborado de los objetos parentales, de la separación de la madre fálica, es decir, esa función madre que representaba para el niño la satisfacción de todas sus necesidades. Es necesaria la decepción, renunciar a la totipotencia de dichas funciones.  Es necesario asimilar la pérdida del objeto y la de su identidad primaria, el adicto muestra su fracaso, su duelo ante esta pérdida.

El estado de dependencia aparece como una perversión de la realidad por la fascinación que ejerce el objeto y su sobreestimación. La angustia del niño sobreviene ante la falta de la persona anhelada, la que le calma, la madre. La angustia del adicto sobreviene ante la falta de ella, la droga.

Debido a la gran inmadurez con la cual el ser humano nace, necesita de la existencia, del deseo y cuidado de otros seres, solo se muere. Esta extrema dependencia lleva al infante a adjudicarle a su madre una omnipotencia que luego deberá hacer caer porque no es que la madre sea capaz de todo, sino que él así lo supone. Esta vía nos lleva a decir que el sujeto de la adicción está atrapado en esa relación primaria, sin corte, y esa imposibilidad de corte sería causa de la adicción. Sin Ella, la droga, se muere.

El niño crece, el adicto está permanentemente cayendo. Para el niño el otro es fundamental, para el adicto el otro es un invasor. Al adicto la droga no le puede faltar. La sexualidad del adicto se ve considerablemente reducida a la relación consigo mismo, con su droga. Al adicto se trata de introducirle en un campo que desconoce, el campo del deseo.

La adicción por su estructura repetitiva es el reino de la certidumbre. El adicto no quiere saber de sí mismo y menos del otro. Su mundo es un monólogo. No tiene discurso. La droga pasa a ser el sujeto del enunciado. El adicto no tolera la sustitución, invalidando toda posibilidad para los demás objetos de constituirse como objetos de placer.

El drogodependiente es un sujeto que tiene mil excusas para seguir drogándose y ninguna excusa para dejar la droga. O se le hace respirar 15 segundos el aire sin droga o no conoce la diferencia entre el aire puro y el aire impuro. Es necesario un tratamiento de choque. Con el tratamiento médico el drogadicto deja la droga, pero mantiene su personalidad, entonces, en cuanto le dejan de vigilar vuelve a la droga. Por este motivo, actualmente está ganando participación la psicoterapia en este tipo de tratamientos, porque si no cambia la personalidad del adicto, no estaremos haciendo nada.

La familia juega también un papel importante en las personas con esta problemática. En muchas ocasiones deberíamos preguntarnos ¿quién es el adicto?: el alcohólico, con su adicción al alcohol o la familia del alcohólico con su adicción al alcohólico.

Muchas mujeres de alcohólicos tienen una historia de desengaños amorosos y de relaciones con hombres que las maltratan, o bien, son incapaces de abandonar esa única relación, que por otra parte, las hace tan infelices. No es por azar que estas mujeres «eligen» el destino que desde afuera aparece como impuesto, pero tampoco es consciente esta elección.

Las madres, en otras ocasiones, con su actitud de sobre-protección hacia sus hijos, tapan sus errores, engañándose y engañándoles, mostrándoles una realidad que no se corresponde con la social.

Desde el Psicoanálisis entendemos que el síntoma que manifiesta el paciente ha sido la solución menos mala y alguna satisfacción ha de darle, máxime cuando tanto se resiste a abandonarlo. Los síntomas psíquicos son actos nocivos o inútiles que el sujeto realiza muchas veces contra toda su voluntad y experimentando sensaciones displacientes o dolorosas. Su daño principal se deriva del esfuerzo psíquico, que primero exige su ejecución y luego la lucha contra ellos.  El síntoma se produce como reacción de la intolerancia del yo a la sexualidad del sujeto. Sirven como sustitución de la satisfacción negada por el yo, retrocediendo la libido a etapas anteriores del desarrollo psicosexual. La libido al no encontrar satisfacción,  se ve obligada a buscar, conforme a las exigencias del principio del placer, una distinta salida para su energía. El síntoma reproduce la satisfacción libidinosa infantil, aunque deformada por la censura. Aunque sea, como digamos, la solución menos mala, está claro que supone una gran esclavitud y un considerable gasto de energía.

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