CASO CLÍNICO DE VAGINISMO

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CASO CLÍNICO DE VAGINISMO

UN ABORDAJE PSICOANALÍTICO
Se trata de una paciente de 28 años, casada desde hace dos años con un varón de 32 años. Quieren tener un hijo. Ella padece de vaginismo y no es posible la penetración. Deciden consultar a un ginecólogo.
Es el ginecólogo de la paciente el que la deriva cuando intenta explorarla con el espéculo vaginal y se da cuenta de que es imposible.
En la primera entrevista la paciente relata: “El día antes de ir al ginecólogo, fue como si hubiéramos querido darnos la última oportunidad de poder algo entre nosotros, nos besamos apasionadamente y nos excitamos, como siempre, casi hasta el dolor de cabeza, pero no pudimos nada, no había manera de que yo me relajara, así que terminamos como pudimos y yo me fui a la cama y me dormí llorando”.
Cuando llegué al ginecólogo, fue la misma impotencia, era imposible entrar con el espéculo de exploración porque yo estaba totalmente cerrada. La ginecóloga me mandó directamente aquí, después de decirme que lo que tenía era vaginismo y que aquello era de causa psíquica”.

En sesiones siguientes la paciente refiere que cuando pequeña los niños se reían de ella y le decían fea, que quizá eso tenga algo que ver con lo que le pasa (las quejas sobre la propia belleza o fealdad son típicas de la posición histérica).
De las relaciones sexuales dice que las vive como una agresión, con su marido practican la masturbación recíproca, se besan, pero es imposible la penetración, ella ya se ha acostumbrado a esa sexualidad y le daría lo mismo si no fuera porque quiere quedarse embarazada.
Al mes de tratamiento vuelve al ginecólogo y la explora sin dificultad. Las relaciones con el marido van mejorando paulatinamente, hasta resultar muy satisfactorias. Pero aún así, la paciente sigue sin quedarse embarazada.
Comienza a hablar en las sesiones de que le resulta demasiada dependencia el psicoanálisis, que quizá debería probar a dejarlo un tiempo, que teme depender tanto de él que cuando lo deje no pueda tener relaciones sexuales con el marido. Se le indica que quizás sea ese temor a la dependencia de su esposo – ya que él participa en la producción de su goce y también es necesario para concebir un hijo, puesto que ella no puede tenerlo sola- lo que le impide tanto gozar sexualmente como quedar embarazada. La paciente decide continuar con su tratamiento.
En el transcurso de las sesiones muestra sus prejuicios acerca del sexo, incluso habla de temor a la contaminación, a que algo ajeno penetre en ella, se despliegan decenas de fantasías en torno a la penetración. Relata: “Me di cuenta de que cuando estudiaba siempre decía que no me entraban las cosas o cuando alguien pensaba muy diferente de mí decía que no me entraba en la cabeza. Mis amigas me decían: eres un poco estrecha de miras.

La paciente ríe cuando descubre esto en sesión, que su frigidez no era solo vaginal, sino también mental. A la siguiente sesión dice que esa misma noche la cosa avanzó mucho más de lo habitual. Su resistencia va cediendo poco a poco, con cada descubrimiento de su análisis.
El deseo de tener un hijo se hacía cada vez más secundario, porque iba descubriendo junto con su marido el placer sexual que hasta entonces le había sido vedado, aquello que antes hacía matemáticamente, buscando el hijo, en días próximos a la ovulación, en posiciones imposibles, midiendo su temperatura, dejó de ser un suplicio programado y se convirtió en un juego lleno de sensualidad.
Se asusta un poco cuando empieza a gustarle mucho un compañero de trabajo, nunca había sentido la necesidad de estar con otro hombre que no fuera su esposo, pero luego se da cuenta que no era tanto el compañero, sino la intensidad de su deseo sexual libre, el descubrimiento de su propia sexualidad.

Un día llega a la consulta anunciando que está embarazada y recuerda las palabras del analista: “Primero tiene que aprender a gozar de hacer el amor y después, vendrá el hijo”. “Me pasaba lo mismo cuando estudiaba: Si gozaba estudiando, aprobaba el examen con facilidad, pero si estudiaba para aprobar el examen, me era mucho más difícil aprobar y sacar nota”.
La paciente continua su análisis todo el embarazo. Tras el nacimiento de su hija nueve meses después acude a sesión y dice: “Sacamos nota, doctora, Isabel es una niña preciosa. Y mi marido y yo estamos felices de haber descubierto nuestra sexualidad”.