¿CÓMO NOS AFECTA LA MUERTE?

¿CÓMO NOS AFECTA LA MUERTE?

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“Morir no es difícil, lo difícil es inventar la vida”

Maiacovsky


Por ser seres hablantes estamos condenados a ser seres deseantes, y así hablamos del deseo de comer, del deseo de dormir, del deseo de morir, y por lo tanto cuando se trate de un trastorno será de un trastorno del deseo. La muerte no existe, ella también es una construcción de nuestros deseos.

La muerte propia es inimaginable, y cuantas veces lo intentemos no dejaremos de constatar que sólo somos en ello meros espectadores. Es por eso que podemos decir que nadie cree en su propia muerte, es decir que en lo inconsciente todos estamos convencidos de nuestra inmortalidad.

En cuanto a la muerte de los otros no dejamos de transformarla en algo azaroso, rebajando a la muerte de una categoría de necesidad estructural a la de simple azar. Para ello, acentuamos la motivación causal de la muerte: el accidente, la enfermedad, la infección, la ancianeidad, los maltratos, las ausencias, etc…, incluso ante el muerto adoptamos una actitud singular, como de admiración a alguien que ha llevado a cabo algo muy difícil, llegamos a decir respecto a un suicida que no sabemos si ha sido un acto valiente o cobarde, pues un muerto queda eximido de toda crítica, y le perdonamos eventualmente todas sus culpas. La consideración al muerto es tal que llega a ponerse por encima de la consideración de los vivos.

La tendencia a excluir la muerte de la cuenta de la vida trae consigo otras muchas renuncias y exclusiones. Freud nos viene a decir que nada sucede en el ser humano, incluida la muerte, sin participación de su psiquismo, sin participación de su deseo inconsciente.

Muerte y vida constituyen un par dialéctico en permanente interacción, cada uno de estos significantes adquiere su riqueza en su vinculación con el otro.

“…la muerte es un concepto abstracto de contenido negativo, para el cual no nos es posible encontrar nada correlativo en lo inconsciente” (1923). La muerte, al no poder constituirse en experiencia, queda excluida del universo representacional. Por sustitución metafórica, la idea de la muerte remitirá siempre a la representación de la castración, tomando en cuenta las leyes de organización simbólica. En el orden imaginario, las representaciones “acerca” de la muerte tendrán que ver con el silencio, la mudez, la puntuación, los finales, las despedidas.

En 1914, Freud enuncia la famosa frase: “El punto más espinoso del sistema narcisista, la inmortalidad del yo, tan duramente negada por la realidad…”. Cuando de morir se trata, todo el sistema narcisista se conmociona, la intensa herida narcisista resquebraja el equilibrio del yo. Paradójicamente, un amor desmedido por el “sí mismo”, por el propio cuerpo inmortal, puede conducir al sujeto a una muerte prematura.

Desde el punto de vista de la especie, dice Lacan, el individuo no sólo es mortal sino que ya está muerto. No es nada comparado con la sustancia inmortal que porta y que es lo que existe fundamentalmente como vida. Ya está muerto porque hablando estrictamente, no tiene porvenir.

El sujeto no muere como ha vivido, sino que vive como va a morir, está sobredeterminado desde el futuro inexorable de morir.

El desarrollo de una enfermedad psicosomática mortal indica que el sujeto elige la mortificación de la carne por la pulsión autodestructiva antes que someterse al significante para ser sujeto del lenguaje.

Un sistema inmunológico perversamente negligente en el cáncer o despiadadamente agresivo en las enfermedades autoinmunes, acompañan esta determinación, señalando en el sujeto una falta de simbolización de su condición de mortal.

La vida es una hinchazón, un moho, no se caracteriza por otra cosa que por su aptitud para la muerte.”

La vida sólo piensa en descansar lo más posible mientras espera la muerte. La vida sólo sueña en morir.

El deseo inconsciente es irrealizable porque su realización depara la muerte. Realización y muerte son sinónimos cuando se trata de poner fin al mecanismo que sostiene en vida lo psíquico verdaderamente real, el inconsciente.

Provenimos del sexo y vamos hacia la muerte, por eso que sexo y muerte se anudan irremediablemente para siempre y ese nudo nos sostiene.

Así como el amor es lo que sostiene a la especie, el hambre es lo que sostiene al individuo, siendo los trastornos del hambre y del amor cuestiones que se juegan en la constitución de la mortalidad en el ser humano. La vida sólo es interesante en presencia de la muerte, por eso las guerras convocan a la muerte y la vida recibe su pleno sentido, se hace interesante, se instala la función de lo bello.

En la historia de la Humanidad domina la muerte violenta, la idea de culpa primaria, y de pecado original, y para dar cuenta de lo inenarrable se produjo el mito del asesinato del padre primordial de la horda primitiva, cuya imagen mnémica fue transfigurada en divinidad.

Ante el cadáver de la persona amada el ser humano inventó los espíritus, nuestra primera producción teórica. El recuerdo perdurable de los muertos fue la base de la suposición de otras existencias y dio al hombre la idea de una supervivencia después de la aparente muerte.

Negar la muerte es una actitud convencional y cultural.

Ningún Dios está por encima del sexo, el sexo es la roca. Es la vida y la muerte en el mismo acto. El sexo es ambiguo y siempre equívoco. Una mitad que parece un todo. Una gran serpiente en cada día de la vida que se oculta y nos mira porque sexual quiere decir con el otro y con el otro, quiere decir mortal. La muerte señala al sujeto como un vacío de ser, como un no ser. El ser humano es la especie animal que sabe que va a morir, entonces la muerte le señala su ser, ya sea bajo la forma de ese agujero, de ese ser para ella, para la muerte que, a veces, se transforma en un ser con la muerte, con la enfermedad, pues estar curado es lo verdaderamente nuevo para el paciente mientras que estar enfermo es lo que el paciente conoce y está habituado a hacer.

La poderosa muerte unida a los vocablos más sutiles. El cruel espanto, el dolor más extremo, besados por la luz. El verso más antiguo bordado en tus cabellos.

Miguel Oscar Menassa

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