Crisis de pareja ¡Quiero separarme!
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Crisis de pareja ¡Quiero separarme!
Cuando pensamos el amor lo hacemos siempre teniendo en cuenta el anhelo de contacto, la cercanía, la culminación del sueño de fundirse en otro ser. Sabemos que no es fácil relacionarse con otra persona, aunque sea necesario, siempre será un juego de desajustes entre lo esperado y lo encontrado, un examen del propio narcisismo y nuestra tolerancia a aceptar lo producido tal cual es.
Si hablamos de procesos de ruptura y separación, algo que irremediablemente está incluido entre las posibilidades de toda relación amorosa, no cabe duda de que no es un proceso más sencillo que el anterior. Si bien hubo que romper ciertos ideales para poder vivir una relación amorosa, no siempre se pudo hacer conforme a una realidad conveniente. Hay amores y amores, y hay quien ama más a un ideal que a su pareja. Por este motivo y por otros como la mala convivencia, la insatisfacción sexual, la falta de comunicación, etc. pueden producirse las rupturas en la pareja.
Ante la novedad que esto presenta, encontramos a personas aterradas con la posibilidad de perder aquello que un día creyeron poseer, aunque no se pueda poseer ninguna realidad como duradera ni se puede poseer como a un objeto a una persona. Esa pérdida les supone plantear nuevas propuestas de futuro, son una llamada a la realidad, una empinada cuesta para muchos acostumbrados a vivir en la fantasía. No son pocas las ocasiones en las que se dilata la tan necesaria decisión de poner punto y final a lo que ya estaba muerto.
Hay parejas que se excusan en los hijos o en lo económico para ello, a sabiendas incluso del error que supone dejar pasar los años y renunciar a la satisfacción. Otras no esperan este envejecimiento de los vínculos y valoran a tiempo zanjar un compromiso que había dejado de serlo. Separarse a tiempo permite, en estos casos, afrontar con miedo y también con valentía, un nuevo tiempo en sus vidas y reorganizar las relaciones que estaban planteadas. Cuando hay hijos entre ambos, entendemos que la ruptura es más compleja pues supone mantener algún tipo de relación con la expareja, tomar decisiones compartidas y valorar el bienestar de los hijos sin que tengan que ser víctimas de la mala o nula relación de sus progenitores. Qué difícil resulta esto para muchos, que sólo entienden la ruptura como una guerra perdida donde el otro siempre será un adversario al que hay que odiar. Este resultado se prolonga en el tiempo en emociones contradictorias de amor-odio, reproches y la consecuente imposibilidad de amar y establecer otros vínculos.
No cabe duda de que amar y dejarse amar puede resultar sencillo si nos ajustamos al plano de la especie, pero en el plano psíquico-emocional supone un ejercicio de aprendizaje y tolerancia continuos. No hay nada más bello en la vida que compartirla con otros seres, pues es con otros y frente a otros que somos, no hay humano si notros humanos. Compartirla no puede ser sin la palabra, sin entrega, sin el saber inconsciente que sabe más allá de nuestra consciencia y que nos dice cuáles son nuestras verdaderas intenciones para con el otro.
El Psicoanálisis es la teoría que permite entender estos procesos que nos llevan a elegir a esta y no a otra pareja, a seguir amando y deseando a través de los años y, también, aquellos otros responsables de los fracasos, también necesarios, que se producen en el amor.
Es en este cambio necesario donde nos encontramos hoy. En un punto y aparte en la relación con una persona, objeto o ideal, que requiere de nosotros un paso decidido hacia el futuro, una mirada al frente con optimismo. Pero no siempre somos capaces, la enfermedad acecha, el rencor e infantilismo están ahí como tentadores aliados que pueden llevarnos a perder un tiempo valioso de nuestra vida. Qué somos sino tiempo, tiempo de vendimias y de siestas, de amaneceres y de cálidas tardes en compañía. Ese tiempo limitado de la vida, ese espacio siempre pequeño para alcanzar los sueños de grandeza, es nuestra única posesión y es donde la enfermedad anida, la desidia.
Quedarse detenidos en una relación que ya no marcha, abandonar los deseos para que el mundo no cambie, arrojar golpes de odio al enemigo sólo servirá para mostrar la incapacidad de abandonar los ideales, el amor tórrido y egoísta que el sujeto ha construido a base de no aceptar las leyes de la vida, el fin, necesario para que todo siga existiendo. Cuando se ama conforme a un modelo de eternidad, de exigencias de que la otra persona sea como uno desea, esa frialdad en las miradas, la ausencia de goce, cuando se ama así, la vida se convierte en trinchera, el sexo que necesidad biológica y el lenguaje en un gorgogeo donde agotar los sueños.
Cuando se ama el trabajo es continuo para alcanzar las fronteras del amor, una escritura diaria construir cada día de relación. El amor se vive pero junto a muchos otros amores y compromisos que conforman la vida humana. Cuando reina el singular, cuando son muros y no un territorio inexplorado y siempre nuevo, el sujeto cava tumbas de silencios y el mundo que debía ser rico y fértil, se empobrece.
El goce es el motor del aparato psíquico, del sujeto, si ese goce se traiciona a base de represión y falta de trabajo, si el sujeto aprende a conformarse a base de síntomas que hacen de su vida una enfermedad, la neurosis. Aquello que tenía que sentirse como placentero, aparece como displacentero, aquello que tenía que motivarnos a acercarnos a otra persona, nos motiva a luchar contra lo diferente, lo que nos saca de nuestra casilla. Salgamos de las casillas, pero para hablar, y si ya no tiene nadie con quien hablar, vaya a la consulta de un psicoanalista que le podrá ayudar a transformar esa triste realidad en la que se ha convertido su vida.
Uno trabaja, sin saber, para estropear todas las posibilidades de goce que existen, porque es la sublimación, la creación, la liberación a través del aparato del lenguaje lo que nos hace gozar, por eso no leer, no escribir, no gozar de los placeres que nos ofrece la cultura, tanto como espectador como siendo actor del proceso de creación. No sólo es una forma de cuidarse de la enfermedad, sino que es una forma de gozar que produce salud y le acerca a aquello que es propio del ser humano, lo que sólo nosotros como especie podemos hacer, amar, dar lo que no se tiene a quien no es.