´Cuerpo y Mente

´Cuerpo y Mente

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Pensemos la relación mente y cuerpo.

GONZALO ROJAS – EL SOL Y LA MUERTE

Como el ciego que llora contra un sol implacable,
me obstino en ver la luz por mis ojos vacíos,
quemados para siempre.

¿De qué me sirve el rayo
que escribe por mi mano? ¿De qué el fuego,
si he perdido mis ojos?

¿De qué me sirve el mundo?

¿De qué me sirve el cuerpo que me obliga a comer,
y a dormir, y a gozar, si todo se reduce
a palpar los placeres en la sombra,
a morder en los pechos y en los labios
las formas de la muerte?

Me parieron dos vientres distintos, fui arrojado
al mundo por dos madres, y en dos fui concebido,
y fue doble el misterio, pero uno solo el fruto
de aquel monstruoso parto.

Hay dos lenguas adentro de mi boca,
hay dos cabezas dentro de mi cráneo:
dos hombres en mi cuerpo sin cesar se devoran,
dos esqueletos luchan por ser una columna.

No tengo otra palabra que mi boca
para hablar de mí mismo,
mi lengua tartamuda
que nombra la mitad de mis visiones
bajo la lucidez
de mi propia tortura, como el ciego que llora
contra un sol implacable.

Freud nos viene a decir que suceden cosas en nosotros sin que nuestra conciencia intervenga para nada, y que eso que sucede en nosotros sin la intervención de nuestra conciencia -y que determina nuestros actos- son los procesos inconscientes, que tienen una lógica diferente de la de la conciencia, pero lógica al fin. Es decir que el inconsciente tiene su leyes de funcionamiento, y de eso es de lo que nos habla la teoría freudiana.

La ayuda que el psicoanalista presta es su escucha. Escucha todo lo que no sea sentido ni contenido. Escucha el silencio, el ritmo, la repetición, el olvido. Escucha cosas que están estudiadas por el psicoanálisis.

Se dice que el hombre tiene un cuerpo, incluso Hegel llegó a identificar al hombre con su saber, planteado como un saber acumulado y localizado en un cuerpo. Pero desde que hay cuerpos y almas, desde que el cuerpo es mortal, la división está hecha sin remedio. Lo importante es que la cuestión se aborde de esta forma, que se piense el cuerpo como una máquina.

Ya en el Proyecto de una psicología (1895), Freud se plantea edificar sobre una base teórica del funcionamiento del sistema nervioso, un cerebro que opera como órgano-amortiguador entre el hombre y la realidad, como órgano de homeostasis. Es entonces cuando tropieza con el sueño y se percata que el cerebro es una máquina de soñar. Y es en esa máquina de soñar que encuentra que es a nivel de lo inconsciente donde el sentido y la palabra se revelan y desarrollan en su integridad. 

Si partimos de que nada sucede en el sujeto sin la participación de su psiquismo, tampoco las enfermedades orgánicas.  Todo en el humano se hace con lenguaje, hasta el cuerpo se construye en el lenguaje, por eso que es posible que haya trastornos físicos que no tienen que ver con ninguna lesión anatómica, como nos muestra la histeria, por ejemplo una parálisis de una extremidad o un dolor en la cara que están relacionados, no con un daño anatómico sino con una frase “me dijo algo que me dolió como si me hubieran abofeteado” y ahí aparece el dolor en la cara, la neuralgia. El histérico escenifica la frase, dramatiza la frase.

La historia del paciente histérico es una historia de deseos, es decir, que los síntomas son satisfacciones sustitutivas de deseos reprimidos. En el mismo síntoma está la realización del deseo y su castigo. El síntoma histérico es por tanto la mostración de un deseo inconsciente y está sostenido siempre por una frase, esta frase es lo que llamamos fantasma y es lo que recubre al deseo, por ejemplo: “No puedo dar un paso más” (que se acompañaba de trastornos de la deambulación).

En las distintas estructuras hay diferentes formas de deseo: deseo insatisfecho en la histeria (como habíamos visto en el sueño de la paciente que desea tomar caviar, pero no se lo pide a su marido), deseo prevenido en el fóbico (aquello a lo que teme, señala siempre un deseo), deseo imposible en el neurótico obsesivo (cuando dice que algo no puede, es que lo desea), en el deprimido se trata de un intento de aniquilar el deseo y en el psicosomático de una reacción al desear (el psicosomático pretende ser un cuerpo biológico en lugar de un sujeto deseante).

En la estructura psicosomática, en el fenómeno psicosomático no hay tal realización de deseos, ni tal frase que sostenga el síntoma. El fenómeno psicosomático es puro goce, goce autoerótico, como decíamos antes, un goce del cuerpo, no de la palabra. El goce en el psicosomático es un goce congelado, hay una especie de fijación. Es un goce autoerótico (en el sentido de narcisista), transexual, más parecido al psicótico, es como si los dos sexos estuvieran en el sujeto, en tanto fuente y objeto no tienen separación.

En la hipocondría, hay un estancamiento de la libido del yo, una inamovilidad de la libido, que es secundaria a que objeto y fuente erógena, están fundidos.

De una oscura pasión o algún esfuerzo, de un puro golpe de amor, de cierta manera de hablar y sorprenderse no podrás evadirte sin dejar una huella, algo que te descubra.

RODOLFO ALONSO – CUERPO A CUERPO

El dolor es una señal de alarma que indica un goce intolerable, un displacer, del cual no puedo huir mediante la motilidad, es una detención de la motilidad, más que algo del orden de la sensibilidad. De hecho hay personas muy sensibles con gran capacidad de dolor y personas muy insensibles que no toleran no poder resolver las cosas con acciones, en tanto el dolor petrifica, impide la acción, podríamos decir que es el impedimento de la acción lo que produce dolor.

El dolor y el displacer pueden dejar de ser una señal de alarma y constituir un fin, con lo cual paralizan el principio del placer que es el guardián de la vida.

En las neurosis actuales (hipocondría, neurastenia y neurosis de angustia) la fuente y el objeto no están separados, se trata de un goce autoerótico. El goce es “de sí mismo”, goce del propio cuerpo.

De lo que le pasa al otro vamos a hacer mil interpretaciones, vamos a creer y a querer creer mil cosas, pero, por lo general, ni el otro mismo sabe qué le pasa.

En Más allá del principio del placer, instaura la muerte como apertura a lo humano y apertura al goce. Los límites del aparato psíquico están entre la tensión cero y la muerte, gracias a que esos dos límites son imposibles de ser alcanzados, hay movimiento. Hay una tensión que no se puede resolver, una exigencia de trabajo psíquico no hay posibilidad de tensión cero, que es a lo que tiende el principio del placer. Este principio corresponde a un funcionamiento primario del aparato psíquico y es peligroso para la autoafirmación del sujeto frente al mundo exterior. El Principio de realidad logra un aplazamiento de la satisfacción, un rodeo para llegar al placer.

Nuestro aparato psíquico se rige por el principio del placer. Se maneja entre unas determinadas cantidades de tensión o energía psíquica. Todo lo que aumente la tensión será vivido como displacentero, mientras que toda disminución de la tensión será experimentada como placer. En condiciones normales, todo estímulo exterior de gran intensidad, puede superar los umbrales del dolor.

El dolor produce en nuestro organismo:

– Un gran aumento de la tensión en el aparato.

– Una tendencia a la descarga (el grito, movimientos corporales, etc.).

– Queda registrada una huella mnémica del objeto que produce el dolor, con el fin de proteger al aparato en situaciones ulteriores de encuentro con ese objeto. No todo displacer es dolor, existen otros afectos displacenteros, como la angustia, el miedo, la vergüenza. El dolor psíquico lo relacionaremos más con una pérdida y con la inamovilidad de la libido.

La patología más dolorosa psíquicamente es la depresión. El dolor psíquico del deprimido es un dolor máximo. En el deprimido, la libido queda fijada en la lucha entre el yo y el objeto perdido.  El dolor tiene que ver con la pérdida de objeto, es decir, el dolor es porque se pierde la libido objetal, esa libido que pertenece al sujeto y que rodea al objeto amoroso, se pierde, se va tras el objeto, hasta que se termina de hacer el trabajo de duelo o de separación de ese objeto. El dolor es del orden de una detención.

El deprimido se distingue por su incapacidad de sustitución, hay una fijación de la libido, un detenimiento, inicialmente, el sujeto no es capaz de investir otros objetos.

En el caso de la enfermedad orgánica, todo el interés del yo, la libido narcisista, recae en el órgano enfermo. Y esto es absolutamente necesario para la curación. Como dice Wilhelm Busch del poeta con dolor de muelas: “concentrándose está su alma en el estrecho hoyo de su molar”.

El dolor puede intervenir también en el tratamiento psicoanalítico. En ocasiones, cuando el análisis se acerca al nódulo de lo reprimido – aquello no aceptado por lo que el paciente enfermó- el dolor se acentúa, dándonos esa señal de la cercanía a lo reprimido. Hay un dolor de existir, un dolor que no duele, el dolor de ser mortal.

MIGUEL OSCAR MENASSA – TU CUERPO ES EL AMOR – PRÓLOGO

Abril ha llegado, las brujas deben partir y, sin embargo, ellas están propiamente en nosotros.

Ni una mirada. Ni un gesto que nos permita hablar de él durante años y, sin embargo, el niño ha huido por los matorrales, el niño ha traído el viento de los cabellos, el niño ha dado su primer paso.

Ya somos perversos.

Palabras de papá en el corazón. Palabras de mamá en el corazón.

La guerra ha comenzado.

Cuando rozo tu voz, el ronco bramido del mar habla de tu presencia.

Cuando rozo tu piel, nocturna y amable, cuando recuerdo tu vientre malherido, pequeña madre, ave de rapiña.

Vive el dolor.

Tu voz entre los troncos, tu piel entre las mariposas del color de las flores del naranjo.

Cuerpo de tierra, hollín, masticación feroz, ocultan su presencia, ocultan su bello rostro entre mis manos.

El niño no quiere morir, pide clemencia. Las palabras estallan como granadas en su corazón. El niño deberá, para sobrevivir, desviar la mirada, el niño deberá morir mil veces para no morir. El niño terminará enjaulando su corazón.

La perversión acecha.

El niño ha dado su segundo paso pero no ha conseguido avanzar, ha caminado para uno de los dos costados de su corazón.

Bebed mi sangre y comed mi carne, y el niño abraza por primera y única vez en toda su vida el cuerpo de su madre.

En medio de esta carnicería, ella me recuerda tu voz entre los troncos:

“Serás estas palabras, serás mi nombre” y, mientras tanto, ella me habla de amor, muestra su cuerpo perforado.

Cálida presencia, amante de las desviaciones, curiosa e inútil marca en el tercer paso del niño que ahora llora desesperadamente frente al nuevo fracaso.

Al borde del abismo, palabras de papá en el corazón anuncian pequeñas y tibias mutilaciones y el campo de ciruelos donde ella era el color de los frutos y su sabor.

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