El narcisismo

El narcisismo

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Narciso, un día sintió sed y se acercó a beber a un arroyo. Al verse reflejado en las aguas, se fascinó por la belleza de su propio reflejo, sin atreverse a beber por miedo a dañarlo e incapaz de dejar de mirarlo. Finalmente, Narciso se suicida al no poder tener el objeto de su deseo. Se lanza a las aguas y se ahoga. Donde su cuerpo yacía, creció una flor que llevaría su nombre: un narciso.

Narciso - Caravaggio - Historia Arte (HA!)

El término de narcisismo procede de la descripción clínica, fue elegido en 1899 por Paul Näcke para designar a aquellos sujetos que toman su propio cuerpo como objeto sexual. Constituye una perversión que ha acaparado toda la vida del sujeto.

La investigación psicoanalítica nos ha descubierto rasgos de esta conducta narcisista en personas aquejadas de otras perturbaciones, también en la evolución sexual normal se dan ciertas localizaciones narcisistas de la libido.

El narcisismo puede considerarse entonces como el componente libidinoso del egoísmo de la pulsión de conservación (que luego será Eros o Pulsión de vida).

Es interesante saber que la libido, la energía sexual de cada sujeto, permanece idéntica a sí misma, se aplique a los objetos o al propio yo. La disminución de la movilidad es lo que resulta patógeno, cuando sólo podemos amarnos a nosotros mismos, cuando sólo podemos amar a una persona, cuando sólo podemos amar una cosa o cuando no podemos amar.

No hay narcisismo primitivo, no hay nada que le pase al sujeto que no le venga desde afuera. Todo le viene dado de lo otro, hasta las pulsiones se construyen en el ser humano.

Se creía que había un narcisismo primario o primitivo, es decir, que nuestro primer amor, nuestro primer interés estaba en nosotros mismos. Confundiendo autoerotismo con narcisismo. Freud va a mostrarnos en 1923, en El Yo y el Ello, que el yo no está constituido en principio, que se va a ir conformando en las relaciones con los objetos, va a tomar la energía sexual de los objetos.

No hay narcisismo primitivo, no hay nada que le pase al sujeto que no le venga desde afuera.

Todo le viene dado de lo otro, hasta las pulsiones se construyen en el ser humano. El narcisismo siempre es secundario pues lo primero que pasa es que la libido nace con el otro. A eso lo llamaba libido objetal, en el sentido de que toda expresión libidinal, toda expresión sexual siempre está relacionada con otro. El narcisismo es siempre secundario, el sujeto retira la libido del objeto amoroso y la coloca sobre su propio yo.

En 1914, en el trabajo teórico de Freud Introducción al narcisismo, vemos la existencia de una oposición entre la libido del yo y la libido objetal. Cuanto mayor es la primera, más pobre es la segunda. La libido objetal alcanza su máximo valor en el amor, se nos presenta como una disolución de la propia personalidad en favor de la carga de objeto y tiene su antítesis en la fantasía paranoica de fin del mundo, donde se ha retirado la libido de los objetos y puesto en el yo. Sólo la carga de objeto hace posible distinguir una energía sexual, la libido, de una energía de los impulsos del yo.

Amor —> disolución de la propia personalidad se ha puesto la libido en el objeto.

Fantasía paranoica de fin del mundo —> se ha retirado la libido de los objetos y puesto en el yo.

Para constituir el narcisismo ha de venir a agregarse al autoerotismo algún otro elemento, un nuevo acto psíquico. Freud ya en 1909 planteó que el narcisismo era una etapa necesaria intermedia entre el autoerotismo y el amor objetal.

Autoerotismo -> Narcisismo -> Amor de objeto

En el individuo no existe desde el principio una unidad comparable al yo. El yo tiene que ser desarrollado. Las pulsiones autoeróticas son primordiales. La división de la libido en una libido del yo y otra de los objetos es la prolongación de la hipótesis de impulsos del yo e impulsos sexuales. No podemos hablar de libido del yo.

Sólo hay una libido.

A partir de la primera identificación, el sujeto va desarrollando su desarrollo sexual que en un principio es autoerótico, es decir, el proceso por el cual se va constituyendo la sexualidad del niño en la relación de sus órganos corporales y la relación con otros humanos. Las primeras satisfacciones sexuales son vividas en relación a las funciones vitales destinadas a la conservación, luego se hacen independientes de estas.

 La unidad del mundo es la unidad del niño y la madre, lo que llamamos célula narcisista, entonces, el haber roto la unidad del niño y la madre, necesario en el proceso del desarrollo psicosexual, se paga a través del retorno de lo reprimido, es decir, no hay aceptación de esa separación.

ENFERMEDAD ORGÁNICA

El sujeto aquejado de un dolor o un malestar orgánico cesa de interesarse por el mundo exterior. Retira de sus objetos eróticos el interés libidinoso, cesando así de amar mientras sufre.

El enfermo retrae a su yo sus cargas de libido para destacarlas de nuevo hacia la curación. La libido y el interés del yo tienen aquí un destino común y vuelven a hacerse indiferenciables.

El sueño también supone una retracción narcisista de las posiciones de la libido a la propia persona, sobre el deseo de dormir. El egoísmo de los sueños tiene quizá en esto su explicación. En ambos casos vemos ejemplos de modificaciones de la distribución de la libido consecutivas a una modificación del yo.

Personalidad narcisista, ¿en qué se diferencia del egocentrismo?

HIPOCONDRIA

La psiquiatría es insuficiente para diagnosticar, comprender y tratar la enfermedad mental. El paciente hipocondríaco siempre recibe la misma respuesta del médico: usted no está enfermo, no tiene nada, todas las pruebas están bien. Y eso no le calma, no lo cree, y pide otra opinión y otra y otra. El hipocondriaco tiene miedo a estar enfermo, esa es su enfermedad. La hipocondría es un temor por la propia salud, en eso se diferencia de la neurosis de angustia, en la que la preocupación siempre es por la salud ajena.

El hipocondriaco retrae su interés y su libido de los objetos del mundo exterior y los concentra sobre el órgano que le preocupa.

Situamos la hipocondría en las neurosis actuales, entre la neurastenia y la neurosis de angustia.

Entre la hipocondría y la enfermedad orgánica observamos una diferencia importante: en la enfermedad orgánica las sensaciones dolorosas tienen su fundamento en alteraciones comprobables, en la hipocondría, no.

Pero el hipocondriaco está enfermo.

Presenta sensaciones somáticas penosas o dolorosas que no se pueden distinguir de las del enfermo orgánico, por eso desespera a los médicos. Tampoco en las demás neurosis faltan sensaciones somáticas displacientes comparables a las hipocondriacas.

El individuo aquejado de un dolor o un malestar orgánico cesa de interesarse por el mundo exterior. Una observación más detenida nos muestra que también retira de sus objetos eróticos el interés libidinoso, cesando así de amar mientras sufre.

Ciertas partes del cuerpo, las zonas erógenas, pueden representar a los genitales y comportarse como ellos, podremos aventurarnos a dar un paso más y decidirnos a considerar la erogeneidad como una cualidad general de todos los órganos, pudiendo hablar entonces de la intensificación o la disminución de la misma en una determinada parte del cuerpo. Paralelamente a cada una de estas alteraciones de la erogeneidad en los órganos, podría tener efecto una alteración de la carga de libido en el yo. Tales serían, pues, los factores básicos de la hipocondría, susceptibles de ejercer sobre la distribución de la libido la misma influencia que la enfermedad material de los órganos.

Los síntomas del hipocondriaco no constituyen una representación simbólica, resultan de una inadecuación de la satisfacción sexual. Por eso Freud la incluye entre las neurosis actuales. Pero cuando habla de hipocondría habla de narcisismo, indicando que en esta enfermedad la libido ha sido retraída de los objetos, apartada de la realidad y es mantenida en el propio yo del sujeto, en el órgano.

Toda la libido puesta en el yo, sin otros, enferma, y toda la libido puesta en los objetos, también enferma. Por eso el egoísmo (libido del yo) protege contra la enfermedad, pero hemos de comenzar a amar (libido objetal) para no enfermar y enfermamos en cuanto una frustración nos impide amar.

El retorno hacia el yo de la libido desligada de los objetos no es directamente patógeno, pues vemos producirse este fenómeno siempre antes del sueño y seguir una marcha inversa después de despertar. Cuando un determinado proceso, muy enérgico, obliga a la libido a abandonar los objetos, nos hallamos ante un caso muy distinto. La libido, devenida narcisista, no puede ya encontrar de nuevo el camino que conduce a los objetos, y esta disminución de su movilidad es lo que resulta patógeno. Diríase que la acumulación de la libido narcisista no puede ser soportada por el sujeto sino hasta un determinado nivel, y podemos además suponer que si la libido acude a revestir objetos, es porque el yo ve en ello un medio de evitar los efectos patológicos que produciría un estancamiento de la misma.

En la hipocondría el temor a enfermar es un temor a enfermar como consecuencia de haber practicado la masturbación. Es un goce autoerótico. Es un problema moral.

VIDA ERÓTICA

El sujeto toma sus objetos sexuales de las primeras experiencias de satisfacción, son vividas en relación a las funciones vitales destinadas a la conservación. Los impulsos sexuales se apoyan en principio en la satisfacción de los impulsos del yo.

El niño depende del amor del Otro (estadio del espejo), y es en esa relación especular con el otro imaginario por medio de la cual comenzará a amarse a sí mismo (narcisismo). “El psicoanálisis habla de una doble alteridad en cada sujeto: la alteridad en el espejo, que nos hace depender de la forma de nuestro semejante y la alteridad con el Otro, aquel al cual nos dirigimos, más allá de nuestro semejante, es el lugar de la palabra“.

Las personas a las que ha estado encomendada la alimentación, el cuidado y la protección del niño son sus primeros objetos sexuales, o sea, en primer lugar, la madre o sus subrogados.  (ELECCIÓN ANACLÍTICA O APOYO) ‘Apoyo’ se refiere a los instintos sexuales que se apoyan en los instintos del yo.

Junto a este tipo de elección de objeto, hemos comprobado que muchas personas no eligen su objeto erótico conforme a la imagen de la madre, sino conforme a la de su propia persona. (ELECCIÓN NARCISISTA)

Respecto a la elección de objeto, hay dos tipos de modelos:

  • Conforme al tipo narcisista
    • lo que uno es
    • lo que uno fue
    • lo que uno quisiera ser
    • a la persona que fue parte de uno mismo
  • Conforme al tipo de apoyo o anaclítico
    • a la mujer nutriz
    • al padre protector

El amor es la disolución de la propia personalidad en favor del objeto amado.

Muchas personas, y especialmente aquéllas en las cuales el desarrollo de la libido ha sufrido alguna perturbación (por ejemplo, los perversos y los homosexuales), no eligen su objeto erótico conforme a la imagen de la madre, sino conforme a la de su propia persona. Demuestran buscarse a sí mismos como objeto erótico, tipo ‘narcisista’. En esta observación ha de verse el motivo principal que nos ha movido a adoptar la hipótesis del narcisismo.

El sujeto tiene dos objetos sexuales primitivos: él mismo y la madre.

El amor completo al objeto conforme al tipo de apoyo es característico del hombre. Muestra una singular hiperestimación sexual.

En la mujer, parece surgir, con la pubertad y por el desarrollo de los órganos sexuales femeninos, una intensificación del narcisismo primitivo, que resulta desfavorable a la estructuración de un amor objetal.

Sobre todo en las mujeres bellas nace una complacencia por sí misma que la compensa de las restricciones, tales mujeres sólo se aman, en realidad, a sí mismas y con la misma intensidad con que el hombre las ama.

Resulta fácilmente visible que el narcisismo de una persona ejerce gran atractivo sobre aquellas otras que han renunciado plenamente al suyo.

También para las mujeres narcisistas existe un camino que las lleva al amor objetal con toda su plenitud. El hijo se les presenta como una parte de su propio cuerpo, al que pueden consagrar un pleno amor objetal, sin abandonar por ello su narcisismo.

El atractivo de los niños reposa en gran parte en su narcisismo. El criminal célebre y el humorista son envidiados por conservar dicho estado psíquico.

Existen muchas mujeres que aman conforme al tipo masculino y desarrollan la hiperestimación sexual correspondiente. Hay otras mujeres que no necesitan esperar a tener un hijo para pasar del narcisismo (secundario) al amor objetal. Se han sentido masculinas antes de la pubertad y han seguido, en su desarrollo, una parte de la trayectoria masculina.

Considerando la actitud de los padres cariñosos con respecto a sus hijos, hemos de ver en ella una reviviscencia y una reproducción del propio narcisismo. El amor parental no es más que una resurrección del narcisismo, que revela su antigua naturaleza en esta su transformación en amor objetal. Se atribuyen al niño todas las perfecciones, se olvidan todos sus defectos. La vida ha de ser más fácil para el niño que para sus padres (mimarlos). Deberá realizar los deseos incumplidos de sus padres.

La enfermedad, la muerte, la renuncia al placer y la limitación de la propia voluntad han de desaparecer para él, y las leyes de la naturaleza, así como las de la sociedad, deberán detenerse ante su persona. Habrá de ser de nuevo el centro y el nódulo de la creación: His Majesty the Baby, como un día lo estimamos ser nosotros.

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