FETICHISMO Y FIJACIONES SEXUALES

FETICHISMO Y FIJACIONES SEXUALES

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Sobre la perversión sexual

En el libro Perversión o muerte de la palabra o psicoanálisis del amor, el poeta y psicoanalista Miguel Oscar Menassa nos plantea esta pregunta:

¿Perversión es las dos cachetadas que le pego a mi amada de las siete y treinta de la mañana para que desee mi muerte o perversión es las 7 y 30 de la mañana?

¿Es la cachetada o es la permanencia en una forma determinada para el goce lo que es una perversión?

Cuando la perversión presenta los caracteres de exclusividad y fijación es cuando podremos considerarla como un síntoma patológico. 

Los amantes se encuentran, pero si él o ella no porta el objeto en cuestión (bragas de un color determinado, calcetines o zapatos determinados….), si no es así, el fetichista no puede, no se excita. No le excita su amante, si no el objeto fetiche que cumple una función para su sexualidad, una función de detención, una fijación en su desarrollo.

Y claro, frente a la complejidad del goce humano, el goce fetichista parece un goce relativamente fácil de alcanzar, pero de un Goce mezquino, en tanto es un Goce detenido en una única dirección: de esa manera y sólo de esa.

En cambio, el neurótico fantasea que el goce perverso es infinito.

El perverso, en realidad, tiene un pequeño goce al lado del goce inmenso que el neurótico le supone.Aunque todos deseamos las mismas cosas, nos diferenciamos en la manera de poner en escena nuestro deseo.

Las perversiones están contenidas en la predisposición sexual normal. Partimos de una disposición perversa polimorfa que luego habrá de ponerse al servicio de la reproducción y la primacía de los órganos genitales y, por tanto, la diferenciación sexual.

Podemos entender el fetichismo como una organización particular del deseo sexual, la satisfacción no se alcanza sin la presencia y el uso de un objeto determinado.

En la sexualidad del perverso el objeto ocupa un lugar primordial.

Cuando la perversión presenta los caracteres de exclusividad y fijación es cuando podremos considerarla como un síntoma patológico. Cuando alguien se manifiesta perverso puede decirse que ha seguido siendo perverso y representa un estadio de detención en el camino.

En el fetichismo, este objeto es necesario para la activación sexual y puede darse una falta de erección y excitación en su ausencia.

Puede emplearlo durante la masturbación o llevarlo el partenaire durante la actividad sexual. El fetichista no puede librarse a una relación sexual normal, el fin sexual no es el coito, hacerla gozar, hacerlo gozar, sino ese objeto o parte del cuerpo que es fuente de toda su satisfacción, que tapa eso que el fetichista no quiere ver.

EL FETICHISMO ES UNA PERVERSIÓN SEXUAL, UNA FIJACIÓN EN LA SEXUALIDAD CONSIDERADA NORMAL.  

PSICOLOGOS PERU: FETICHISMO DE PIES, MEDIAS Y ZAPATOS (actualizado al 2022)

En Tres ensayos para una teoría sexual habla Freud también del fetichismo. El sustitutivo del objeto sexual es, en general, una parte del cuerpo muy poco apropiada para fines sexuales (los pies o el cabello) o un objeto inanimado que está en visible relación con la persona sexual, y especialmente con la sexualidad de la misma (prendas de vestir, ropa blanca). Este sustitutivo se compara, no sin razón, con el fetiche en el que el salvaje encarna a su dios.

Cabría esperar que los órganos y los objetos elegidos como sustitutos del falo femenino ausente fuesen aquellos que también en otras circunstancias simbolizan el pene. Es posible que así sea con frecuencia, pero éste no es su factor determinante. Parece más bien que el establecimiento de un fetiche se ajusta a cierto proceso que nos recuerda la abrupta detención de la memoria en las amnesias traumáticas. También en el caso del fetiche el interés se detiene, por así decirlo, en determinado punto del camino: se conserva como fetiche, por ejemplo, la última impresión percibida antes de la que tuvo carácter siniestro y traumático. Así, el pie o el zapato deben su preferencia -total o parcialmente- como fetiches a la circunstancia de que el niño curioso suele espiar los genitales femeninos desde abajo, desde las piernas hacia arriba, la ropa interior, frecuentemente adoptada como fetiche, reproduce el momento de desvestirse, el último en el cual la mujer podía ser considerada todavía como fálica. Es decir, el fetiche encubre la ausencia de falo en la mujer.

El fetiche otra cosa que el sustituto del pene faltante.

Los adeptos del fetichismo, aunque lo reconocen como anormal, sólo raramente lo consideran como un síntoma patológico. Por lo común están muy conformes con el mismo y aun elogian las ventajas que ofrece a su satisfacción erótica.

Sabemos que la sexualidad infantil culmina con el complejo de Edipo y la amenaza de castración, es decir, la represión de la fijación a los objetos sexuales incestuosos y la aceptación de la diferenciación sexual, es decir, la castración materna. ELLA NO ES ESO QUE YO LE HABÍA ATRIBUÍDO, ELLA ES UN HUMANO SEMEJANTE A MÍ, TAN CARENTE COMO YO DE LA INMORTALIDAD. ELLA NO LO PUEDE TODO.

La castración de la mujer, en la posición perversa, es afirmada y negada, y mediante el fetiche indica que ella no ha perdido el falo, pero al mismo tiempo, la deja en situación de perderlo, en situación de ser castrada. De esta forma el sujeto no se ve obligado a reconocer que las mujeres han perdido su pene, no teniendo entonces necesidad de creer la amenaza de castración.

En su realidad psíquica la mujer conserva un pene, pero ya no es el mismo que era antes. Otra cosa ha venido a ocupar su plaza, despliega ante la realidad un VELO que la disimula, y es este velo el que el sujeto finalmente sobrestima.

La manera particular en la que el perverso, en este caso el fetichista niega la castración materna, se denomina “denegación” o “repudiación”.

El fetichismo caracteriza más especialmente a la libido masculina, raramente lo encontramos en la mujer. Le evita convertirse en homosexual, pues confiere a la mujer precisamente aquel atributo que la torna aceptable como objeto sexual.

 Es regularmente propio del amor normal cierto grado de tal fetichismo, sobre todo en aquellos estadios del enamoramiento en los que el fin sexual normal es inasequible o en los que su realización aparece aplazada.

¡Dadme un pañuelo de su pecho,

o una liga que presionare su rodilla!

[Goethe: FAUSTO.]

El caso patológico surge cuando el deseo hacia el fetiche se fija pasando sobre esta condición y se coloca en lugar del fin normal o cuando el fetiche se separa de la persona determinada y deviene por sí mismo único fin sexual.

FETICHISMO | BAIZHEN

Esta anormalidad, que puede incluirse entre las perversiones, se basa, como sabemos, en que el enfermo, (casi siempre del sexo masculino) no acepta la falta del pene de la mujer, defecto que le resulta desagradable en extremo, pues representa la prueba de que su propia castración es posible.

Por eso reniega de sus propias percepciones sensoriales, que le han demostrado la ausencia del pene en los genitales femeninos, y se aferra a la convicción contraria. Pero la percepción renegada no ha dejado de ejercer toda influencia, pues el enfermo no tiene el coraje de afirmar haber visto realmente un pene. En cambio, toma otra cosa, una parte del cuerpo o un objeto, y le confiere el papel del pene que por nada quisiera echar de menos. Por lo común se trata de algo que realmente vio entonces, cuando contempló los genitales femeninos, o bien de algo que se presta para sustituir simbólicamente al pene.

Se trata de una transacción alcanzada con ayuda del desplazamiento, tal como ya lo conocemos en el sueño. El fetiche fue creado con el propósito de aniquilar la prueba según la cual la castración sería posible, de modo que permitiera evitar la angustia de castración.

Cuando el niño dirige por vez primera su curiosidad a los enigmas de la vida sexual, queda dominado por un poderoso interés hacia sus propios genitales. Encuentra tan valiosa e importante esta parte de su cuerpo, que no puede creer carezcan de ella las personas que le rodean y a las que se encuentra semejante, y como no puede adivinar que existe otro tipo equivalente de formación genital, tiene que acogerse a la hipótesis de que todos, incluso las mujeres, poseen un miembro igual al suyo. Este prejuicio se impone tan enérgicamente al infantil investigador, que sus primeras observaciones directas de los genitales de las niñas pequeñas, sus compañeras de juego, resultan insuficientes para destruirlo. La percepción directa le muestra desde luego que allí hay algo distinto de lo que él posee, pero no le es dado aceptar como contenido de su percepción la imposibilidad de encontrar en las niñas el miembro masculino. La carencia de este miembro es para él una representación inquietante e insoportable.

Por un lado reniegan del hecho de su percepción, según la cual no han visto pene alguno en los genitales femeninos; pero por otro lado reconocen la falta de pene en la mujer y extraen de ella las conclusiones correspondientes. Ambas actitudes subsisten la una junto a la otra durante la vida entera, sin afectarse mutuamente. He aquí lo que justificadamente puede llamarse una escisión del yo.

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