IMPORTANCIA DEL PSICOANÁLISIS PARA LOS PROFESIONALES DE LA SALUD

IMPORTANCIA DEL PSICOANÁLISIS PARA LOS PROFESIONALES DE LA SALUD

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Por Helena Trujillo

29 de octubre de 2020

Comunicación presentada por la psicoanalista Helena Trujillo en el encuentro organizado por Comando Juvenil Covid-19 de Perú dentro del Curso Taller Cuidados de la Salud Mental en Tiempos de Pandemia del 26 al 31 de octubre de 2020.

En poesía como en psicoanálisis no poder
soportar la incertidumbre es un buen motivo para cambiar de profesión.

Estimados/as colegas, tenemos multitud de preguntas que plantearnos en estos momentos que vivimos, una pandemia mundial que pone en jaque los sistemas de salud comunitarios y los planteamientos socioeconómicos de las mayores economías del planeta. Mientras China, primer país afectado por el virus COVID-19, afrontó la situación de incertidumbre en los primeros meses con medidas contundentes de confinamiento y realizando una paulatina desescalada, el resto de países sigue dudando de esas medidas. A más de 7 meses, casi un año en esta compleja situación internacional, los contagios avanzan y los profesionales de la salud son las mayores víctimas, no sólo porque muchos han muerto por el virus, o porque carezcan de recursos materiales necesarias para atender la alta demanda de pacientes, no sólo por la escasez de profesionales sanitarios y la corrupción, tan generalizada, que ha desviado fondos económicos hacia intereses privados, sino, y fundamentalmente, porque todos les exigimos que nos salven la vida, ellos son dioses cuando se trata de devolvernos la salud y todos olvidamos que son trabajadores, que su formación no acaba nunca, que suelen estar mal pagados, se les ha perdido el respeto por parte de los usuarios, por partes de las instituciones y porque se ha descabezado las estructuras de formación que permitían que profesionales y maestros de gran experiencia transmitieran a las generaciones más jóvenes ese saber adquirido en la práctica.
En esta situación nos encontramos médicos, enfermeros, psicólogos, auxiliares…. y muchos otros trabajadores esenciales para que los sistemas de salud atiendan a una población atacada por varios frentes. Por los sistemas políticos mediatizados por intereses macroeconómicos que privan de autonomía a los gobiernos nacionales, que desconocen las necesidades de la mayoría de la población, que priorizan los intereses económicos privados sobre los intereses sociales de la mayoría. La salud y la educación en la mayoría de los países ha caído en manos de compañías privadas que hacen negocio con dos derechos fundamentales del ser humano, bienes que los gobiernos deberían priorizar y defender sobre todas las cosas, como grandes líderes de la historia lo han dejado de manifiesto en sus discursos y políticas que aún hoy, a pesar de los ataques, han sobrevivido.
Tiempos convulsos porque un virus pone en evidencia la falsedad de los mensajes mediáticos y la ideologización de la población a través de los medios de comunicación de masas. La mayoría de la gente está desunida, dormida por la falta de ideales y líderes que porten un proyecto de futuro. Los jóvenes que pasan o han pasado por la universidad, se ven abocados a situaciones de precariedad laboral o desempleo porque es más rentable para las economías un mayor ejército de reserva para abaratar salarios de la mano de obra e ahorrar en la inversión productiva, siendo más rentable poner el dinero en bolsa que construir una fábrica. Un mundo donde los bancos someten a gobiernos y ciudadanos como si ellos mismos fueran el propio Estado.
En medio de este ataque epiléptico, agobiados por la espuma y las convulsiones, nos toca reaccionar. La sociedad espera de nosotros que estemos formados, que nos sigamos formando, que estemos en una buena salud mental y podamos afrontar la gran demanda que se plantea en los próximos años. Ahora sí que sí la salud mental es el mayor problema que afronta nuestra especie, la población está deprimida, no tiene acceso al trabajo, es explotada en el trabajo, es maltratada en la familia, es engañada por el estado, es perseguida por las fuerzas de seguridad del estado que debería defender sus derechos. La población no tiene qué ni a quién creer. Hoy más que nunca tenemos que asumir nuestra responsabilidad, la salud es producto efecto de un trabajo, no podemos ayudar a nuestros pacientes si nosotros mismos estamos ciegos, enfermos, perversos. Tenemos que hacer un trabajo sobre nuestra salud mental, ese trabajo no se hace en las facultades, no está en los libros, no se puede hacer solo. Existen los instrumentos teóricos y metodológicos que hoy, en año 2020, nos acercan al conocimiento de nuestros procesos inconscientes. Hace un siglo nos señalaron el camino, tú hombre, mujer, debes hablar, debes aprender a escuchar lo que en ti habla sin saber y de lo que nada quieres saber.
Los psicólogos, los psicoanalistas, son los que mayores resistencias presentan a este trabajo necesario y fundamental para el desempeño de su función. Ellos se creen poseedores de la virtud y denostan una teoría que todavía no conocen, conocer algo es transformarse, es dar cuenta en nosotros que nada será como antes. Repetimos, señoras y señores, viejos vicios, nuestra ideología inconsciente defiende más los valores de nuestra mamá, nuestro papá, que los conceptos científicos. Rechazar algo por cuestiones afectivas es el mismo proceso que lleva a la neurosis a través del proceso de la represión. Podemos decir que hoy, como ya le pasó al propio Freud con sus discípulos, es más fácil desviarse del camino de la formación que permanecer en él. Como en el tango Cambalache, hoy resulta que es lo mismo ser ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador… ¡Todo es igual! ¡Nada es mejor!
Tenemos algo a nuestro favor, sin salud no hay economía, si las personas están enfermas o mueren no pueden trabajar, no pueden pagar las hipotecas, los alquileres, no pueden consumir, el sistema se desmorona.

El psicoanálisis introduce una nueva concepción en el pensamiento científico, plantea una redefinición de la propia filosofía científica en tanto parte de un saber no sabido por el sujeto, un lugar excéntrico de aquél que hasta ahora había adoptado el hombre para explicar los fenómenos. Cuando se trata de estudiarnos a nosotros mismos el descubrimiento de Freud nos exige corrernos de lugar, apartar la razón y acercarnos a ese contrapensamiento que es el pensamiento inconsciente determinante de los actos humanos. No se trata de hacerle preguntas al paciente sino de saber qué organiza una pregunta, saber qué pregunta es la planteada por ese sujeto. Por eso que en psicoanálisis se trata de decir. La verdad tiene estructura de ficción, es mentira verídica.
Aquel que da más de lo que tiene no es un hombre honrado, y que el psiquiatra no posee medio alguno de penetrar más profundamente en la interpretación de los casos de este género, hallándose, por tanto, obligado a limitarse a formular el diagnóstico y a establecer, a pesar de su copiosa experiencia, un pronóstico muy incierto sobre la marcha ulterior de la enfermedad. A través de la conciencia no podemos diagnosticar, comprender y tratar la enfermedad mental. No vemos en la conciencia la esencia de lo psíquico. La diferenciación de lo psíquico en consciente e inconsciente es la premisa fundamental del Psicoanálisis. El psicoanálisis se ocupa de la explicación y supresión de las perturbaciones nerviosas.
Así como se concibe el proceso de enfermar así se concibe el diagnóstico y así se realiza el tratamiento. Todo padecimiento psíquico, se presenta con un aspecto clínico determinado, que llamamos enfermedad de fachada, es lo que aparente, una estructura que lo sostiene, de la cual sólo tenemos noticia a medida que transcurre el proceso analítico. Diferenciar entre la enfermedad de fachada, la enfermedad de estructura y la normalidad, sabiendo que estas tres cuestiones están presentes en cada padecimiento de cada sujeto. La importancia del psicoanálisis en el diagnóstico reside en marcar la diferencia entre la estructura y los efectos de estructura. En psicoanálisis el diagnóstico es el tratamiento, es decir, no se necesita rotular para tratar.
No se trata de arreglar el pasado del sujeto sino de transformar aquellas cosas del pasado que van a hacer que su futuro sea otro, que van a cambiar la vida del sujeto. Es decir, no se trata de recuperar una salud perdida, sino de producir un nuevo estado de salud. Cuando el paciente habla no se trata de creerle o no creerle, no es de ese orden, sino de esperar el fallido, el sueño, el chiste, el síntoma; eso que muestra, aunque nada demuestre. Freud encuentra en los mecanismos del deseo el resorte de los síntomas, de las inhibiciones, de la angustia.
Además de curar, el psicoanálisis nos permite ser semejantes pero diferentes. El psicoanálisis es un método de producción de sujetos, sujetos del inconsciente y por ello el psicoanalista, el psicólogo que pretenda trabajar en la curación de las enfermedades mentales debe estar dispuesto a realizar un trabajo sobre sí mismo. Nadie se cura haciendo lo que le da la gana. Porque hacer lo que a uno le da la gana es el mecanismo que usa la enfermedad para instalarse como enfermedad. Un trabajo entonces que el terapeuta tiene que realizar sobre sí mismo ya que, tomando las palabras de Freud, neuróticos somos todos, la salud es una producción.
Ninguna locura es magistral, es decir, ninguna locura puede dejar ninguna enseñanza. No será entonces que podamos trabajar a partir de nuestras propias opiniones, experiencias, ideas, ni tampoco dejarnos guiar por la locura de nuestros pacientes. Si se trata de abordar la enfermedad mental tendremos que hacerlo desde el lugar de una teoría científica.
La teoría psicológica del psicoanálisis se ha ido construyendo laboriosamente, la ciencia no es revelación y carece de los caracteres de precisión, inmutabilidad e infalibilidad a los que aspira el pensamiento humano. En el terreno psicológico todo el mundo se cree con derecho a opinar. Todo el mundo se cree psicólogo. La psicología oficial nunca ha podido explicar nada del sentido de los sueños, ni por qué hay en nosotros pensamientos y actos contradictorios.
El psicoanálisis descubre que los mecanismos que intervienen en la producción de síntomas, son los mismos mecanismos que intervienen en la vida psíquica normal. Pensar que los síntomas y la enfermedad tienen sentido y son efecto de un trabajo inconsciente, ofrece una dimensión nueva de los procesos del enfermarse y de su tratamiento.
El síntoma para Freud va en el sentido del reconocimiento del deseo. Deseo disfrazado, ilegible sin análisis, sin transferencia. La intervención del analista es mucho más y mucho menos que una simple lectura. El sujeto sin análisis no tiene inconsciente, es decir, no se puede hablar de su deseo. Sólo en análisis se puede ver que, en los síntomas que padece, en los sueños que tiene o en los fallidos en que incurre, hay un deseo inconsciente que le implica y está en juego. Los mecanismos que intervienen en la formación de síntomas son los mismos que intervienen en la producción de los sueños. Frente a un síntoma se debe siempre suponer la participación de procesos inconscientes, en tanto que los procesos conscientes jamás producen síntomas neuróticos.
Si aceptamos la represión tenemos que aceptar que hay una fuerza constante tratando de expresarse en la conciencia sin ninguna moral, bajo cualquier máscara. Los síntomas son efectos, ramificaciones, manifestaciones de procesos inconscientes. Si los síntomas son una satisfacción de tendencias inconscientes, tenemos que saber para su tratamiento, que existe lo que llamamos ventaja de la enfermedad. Esta ventaja apoya la tendencia del yo a incorporarse el síntoma y fortalecer la fijación de este último. Es decir, nos vamos a encontrar en el paciente con una fuerza que se opone al tratamiento, a la curación.
El concepto de transferencia es el que produce tanto al sujeto que se psicoanaliza como al psicoanalista que no es ningún sujeto, sino un lugar. Entre los obstáculos que vamos a encontrar en el profesional sanitario es que quiere abreviar el proceso de tratamiento, quiere librarse, de alguna manera, del enfermo. Curar, sin embargo, es un beneficio secundario, pero puede ser un obstáculo si privamos al paciente de sus síntomas sin que haya incorporado antes los cambios necesarios para que éstos dejen de producirse.
Otro de los obstáculos viene determinado por las condiciones de nuestro propio aparato anímico, hay en nosotros una pulsión, una fuerza que obtiene ventajas con la enfermedad y el sufrimiento. Hay que admitir que al impulso de progreso y curación del ser humano se le impone otro que le encamina a la destrucción.
Por último, porque nadie dijo que esto fuera fácil, el obstáculo que más nos implica es aquél que exige de nosotros nuestro propio psicoanálisis, la importancia de nuestra formación continua, de permanecer en los lazos sociales que nos mantienen en el estudio y refresco de los conceptos teóricos que permitirán interpretarnos nuestras propias resistencias a incluir los deseos inconscientes reprimidos en nuestra propia vida. El deseo del psicoanalista es el que permite al paciente iniciar y desarrollar su proceso terapéutico. El deseo del médico es el que permite la transferencia con el paciente para que pueda desear curarse. Abandonar los engaños de la conciencia de una vez para siempre, dejar de escuchar las buenas intenciones para oponer el trabajo productivo sobre un pensamiento que va más allá de la experiencia.
El trabajo es la categoría central de las ciencias y la escritura la base material de las mismas. Si a la situación que vivimos no incorporamos el valor del trabajo, su verdadero valor como transformador de la naturaleza, podremos decir que fuimos cómplices de dejar morir a muchas personas. Tenemos el compromiso y el honor de jugar un papel muy importante para nuestro tiempo, demostrarle a la humanidad que la salud mental es la base de la vida humana, que sin salud mental los logros conseguidos a través de siglos se pierden, que la humanidad pese a estar capacitada para seguir avanzando y mejorar la vida de todas las personas, puede elegir la muerte y la destrucción por no tener ilusión de futuro, por haber perdido la confianza.
Aprendamos a amar, queridos colegas, a través de hacernos humildes trabajadores y servidores de nuestra disciplina. Sigamos las indicaciones que ya están marcadas para ponernos en situación de escuchar la demanda de nuestros pacientes. Renunciemos a parte de nuestro narcisismo para

“Quiero imaginarme
que cambiarle definitivamente
el destino al hombre,
no tendrá que ver
con ninguna dictadura.
Ni ciencias. Ni fusiles. Ni poesía. Ni amor.
Lo que necesitamos es,
lo digo simplemente,
una transformación.
El cuerpo, como vimos,
no existe.
La palabra, tampoco.
Se trata de una combinación:
Somos un grupo”.

Miguel Oscar Menassa

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