Intolerancia a hablar.

Intolerancia a hablar.

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No me molestes, prefiero estar conmigo mismo

Todos necesitamos ser escuchados, también tú.

Ello depende de las condiciones de nuestro aparato psíquico que sólo funciona si puede expresarse y lo hace permanentemente, hasta cuando dormimos, a través de los sueños. De esta forma nuestra vida psíquica rige todos los procesos de nuestra vida, también los corporales. Para poder entender esta necesidad de ser escuchados hay que conocer un poco más sobre cómo funciona nuestra mente.

La filosofía, la medicina y la psicología se habían encontrado desde antaño con actos y procesos a los cuales no podían darle explicación con los métodos conocidos. En este sentido los propios sueños fueron descritos como el efecto de procesos biológicos de la persona mientras duerme, una explicación nada clarificante, ni tampoco científica.

Con el desarrollo de la disciplina médica en el último siglo, gracias a los desarrollos en otras disciplinas como la física, las matemáticas, la biología, se pudo disponer de mejoras técnicas y terapéuticas para el tratamiento de muchas enfermedades, pero se descuidó algo muy importante y que está en el origen de la medicina y que es la palabra, la relación médico-paciente. El psicoanálisis nace a comienzos del siglo XX como un nuevo campo científico que va a abordar esa “caja negra” que era nuestra mente y viene a recuperar ese “poder de la palabra” que desde antaño se había aprovechado en el tratamiento del sufrimiento humano. Todos esos procesos que no pueden ser captados por nuestros sentidos, pero de los cuales tenemos, de una u otra manera, efectos en la realidad: sueños, lapsus, olvidos, síntomas, inhibiciones… eran explicados hasta de forma multicausal o racional, pero no contaban hasta el psicoanálisis de explicación científica y causal.

La teoría del inconsciente va a dar cuenta de la causa de esos efectos, y esa causa no viene desde el pasado, no se corresponde con el tiempo aristotélico. El tiempo del inconsciente es otro. Estos efectos son la expresión de deseos sexuales infantiles reprimidos por la censura psíquica. Lo que para una parte de nuestro aparato generaría placer en su expresión en la conciencia, para otra parte de nuestro aparato generaría displacer y por ese motivo se reprime. Son producto efecto de un conflicto de tendencias psíquicas. Somos sujetos divididos, ello da cuenta de la complejidad de nuestro funcionamiento anímico.

Freud expone teóricamente lo que ha descubierto en su trabajo clínico y desarrolla el método de interpretación para poder conocer y transformar la relación del sujeto con esos deseos que no pueden desaparecer porque son parte misma de nuestro aparato, es decir, nuestra vida psíquica adulta se cimienta sobre ellos y surge de ellos.

Este nuevo territorio abarca exclusivamente el aparato psíquico inconsciente donde la conciencia no es más que un aparato perceptivo que nada tiene que ver con la verdad, en tanto la verdad del sujeto tiene que producirse, es decir, es producto-efecto de un trabajo donde habrá una materia prima, instrumentos de trabajo y un producto que nada se parecerá a la materia prima de la cual se extrajo.

Una articulación de conceptos que depende no de un capricho de un científico, sino de las características del objeto de estudio de esta disciplina que no es otro que el deseo inconsciente reprimido. La vida psíquica que no coincidirá nunca con la vida vivida, con la experiencia, por lo tanto tendrá que haber un sujeto dispuesto a poner su vida en juego en el proceso analítico, el paciente, y un profesional que previamente haya sido psicoanalizado y que esté en relación con la teoría psicoanalítica para que pueda interpretar a partir de el material que aporta el paciente a través de su propia transferencia.

No sólo es lo que digo, es cómo lo digo, en el orden en que lo digo, lo que hago y cómo me transformo con las interpretaciones y ese será el proceso psicoanalítico en el cual uno de los dos intervinientes se llevará el producto-efecto de ese proceso que será su propia vida, por eso ha de pagar su tratamiento y por eso el psicoanalista debe estar adecuadamente cualificado para poder desarrollar su trabajo.

Como vemos si uno no quiere, no se puede psicoanalizar a nadie. Si no acepto hablar como me propone el psicoanálisis, si no acepto las “reglas de juego” me quedo sin psicoanalista y sin saber de mi propio inconsciente, sigo padeciendo de los efectos que la represión produce sobre mí, padezco las miserias neuróticas, huyo de lo que no acepto, de aquello que me requiere transformarme, desconozco, por tanto, la realidad y proyecto sobre ella mis propios deseos. Vivo como un niño.

El descubrimiento freudiano puso de manifiesto la necesidad de la mayoría de la humanidad de pasar por el proceso psicoanalítico para mejorar sus condiciones de salud mental, para no caer en la hipocresía moral de exigir sobre otros lo que uno mismo no puede cumplir. Es el aparato psíquico el que demanda cierto grado de satisfacción y no tener en cuenta este límite enferma e incapacita para la vida. Las condiciones actuales de vida, un siglo después del nacimiento del psicoanálisis como disciplina y como método de autoconocimiento, no han mejorado la salud de la población, todo lo contrario. Millones de personas en el mundo están muy enfermas, no sólo porque estén diagnosticadas de enfermedades mentales, sino porque sufren de la incapacidad de trabajar y poner en funcionamiento su energía psíquica, viven con grandes insatisfacciones y privaciones, padecen de incapacidad de hacer frente a las exigencias sociales y muchas se refugian en adicciones, fantasías, delirios como medio de huida de una realidad social que se les muestra insatisfactoria y con la que no saben relacionarse de otra forma.

El psicoanálisis, hoy más que nunca, se nos muestra como una poderosa herramienta terapéutica para hacer frente a este gran sufrimiento humano. Nos enseña a afrontar de forma menos penosa nuestra relación con el mundo social en el cual estamos inmersos, nos ayuda a liberar parte de nuestra energía retenida por la represión para ponerla a disposición de la satisfacción de nuestras necesidades y deseos y para que esto se consiga no hay otra forma que el trabajo. Nada nos va a venir del cielo, ni de nuestros familiares, ni de nuestro terapeuta. Cada uno de nosotros debe hacerse cargo de su propia vida y aprender a interaccionar con otros para conseguir sus propósitos, dimensionándolos como realizables.

La mayoría de las fantasías con las que viven las personas son irrealizables, irreales, infantiles, antisociales.

No es el psicoanálisis el que nos hace compleja la vida, el psicoanálisis es altamente LIBERADOR. Un gran instrumento vital para simplificar nuestra vida, para enfocarnos en lo que nos conviene, para conocernos y conocer la verdadera naturaleza de la vida que estamos produciendo y, para un humano, la vida es entre otros. SOMOS SERES EMINENTEMENTE SOCIALES, aunque como escuché el otro día, SOMOS ANIMALES REPRIMIDOS. Muchos prefieren seguir siendo animales, otros preferimos modalizar nuestras tendencias antisociales para ponerlas al servicio de nuestra vida y poder satisfacer nuestros deseos viviendo, transformándonos, aprendiendo de los errores, aprendiendo a amarnos y amar a los demás.

MEJOR HABLAR. LA SOLEDAD NO ES BUENA CONSEJERA.

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