La comunicación inconsciente
La comunicación inconsciente
Lo que habla en nosotros a través de nuestras obras.
21 de Julio de 2020
Helena Trujillo Luque, psicoanalista de Grupo Cero
En primer lugar agradecer la invitación de los organizadores, el Grupo de Apoyo Daben, que festejan con este evento su primer aniversario. Felicitaciones.
Es preciso reconocer la labor diaria de padres y profesionales que procuran mejorar el camino de vida de aquellos que ya al iniciarla se encuentran con la incógnita que plantea el diagnóstico de autismo.
Agradecer a aquellos que también con su trabajo de investigación procuran avances en el conocimiento de este trastorno y despejan preguntas que, a su vez, abren otras nuevas.
No hay caminos fáciles, pero en la suma, padres, profesionales e investigadores van entrelazando sus lazos para procurarles a los más jóvenes una mejor integración social y una mayor autonomía vital.
Felicidades por la permanencia, un año, hay que seguir trabajando.
Hoy he sido llamada como psicoanalista para estar con ustedes. El psicoanálisis desde su producción en 1900 nos toca a todos. No sólo a los que padecen inhibiciones, dudas, interrupciones, huidas a la fantasía, falta de trabajo, miedos, dificultades para amar, para producir dinero, para producir hijos… También toca a los padres, a los maestros, a los encargados de encaminar a otros hacia lo social, la cultura. Además, nos toca a los que trabajamos la salud, los que hacemos planes educativos, los que proyectamos la organización comunitaria.
El psicoanálisis se produce lo inconsciente de nuestra vida psíquica. Hasta comienzos del siglo XX lo psíquico, lo psicológico era equiparado a la conciencia. A partir del Psicoanálisis la equiparación de lo psíquico con lo consciente es totalmente inadecuada. La conciencia sólo nos ofrece el conocimiento de nuestros propios estados anímicos, pero no su origen y significado. Los datos de la conciencia son altamente incompletos. Sueños, lapsus y actos fallidos, por ejemplo, no tenían explicación antes del psicoanálisis, para ellos la conciencia no tiene explicación.
Cuando se trata de otras personas sabemos interpretar muy bien el sentido de sus acciones, pero negamos el reconocimiento psíquico cuando se trata de nosotros mismos.
El psicoanálisis entonces se nos propone como una disciplina que amplía la realidad porque nos acerca la realidad psíquica, nos permite interpretar nuestros actos, saber el origen de los síntomas e interpretarlos, es decir, transformarlos, los hace innecesarios. Nos abre un espacio para cada uno de nosotros para trabajar, conocer, transformar nuestra propia vida y eso, no cabe duda, produce importantes cambios en la realidad familiar, escolar, social.
No caben dudas de su entusiasmo por aprender, reducir incógnitas y ayudar a sus hijos, sus pacientes, sus alumnos a desarrollarse, a proponerles una vida más satisfactoria. Pero no es suficiente con la voluntad, también es importante conocer la naturaleza de las manifestaciones humanas, saber de su procedencia inconsciente, ampliar nuestra mirada a esa parte de nuestra mente, nuestro aparato psíquico, que no podemos conocer solos, pero que ha mostrado que de las tendencias más bajas, de las peores disposiciones, también surgen los más altos procesos del hombre, el mayor grado de civilización. Gracias a la articulación del sujeto y los otros, la articulación del deseo de los padres, la labor de los profesionales, el entorno social, se producen transformaciones en la vida del niño.
Hoy estamos aquí con ilusiones y compromisos, también con fantasías que no se cumplieron, impotencias y mucho, mucho trabajo por delante. Juntos se superan los obstáculos. Solo no se puede nada. El psicoanálisis nos enseña a tolerar la incertidumbre, a producir la vida, a afrontar nuestros deseos sin tener que reprimirlos, sin apartarlos como si no pasara nada. Sabemos que hay una tendencia en nosotros a apartar todo aquello que nos genera displacer, aunque sean pensamientos propios, aunque sean tendencias que están en nosotros mismos.
En la comunicación con los demás pasa constantemente, pensamos cosas que no nos atrevemos a decir. Como el escritor que omite ciertas palabras para evitar la intervención del censor.
Hablar nos compromete en la medida que nos conocemos a través de las palabras, las conversaciones. No es el pensamiento el que nos define, son las palabras, los actos, la escritura donde dejamos muestras de cómo pensamos. Y muchas veces esas palabras, esos actos, se contradicen con lo que pensamos conscientemente.
Cuando nos encontramos con otro ser humano temblamos. Todo en el hombre, en la mujer, va a ser producto de un trabajo, también para relacionarnos con otras personas tenemos que animarnos al trabajo de transformar nuestro propio narcisismo, egoísmo. Una de las trabas de la relación con los demás es que no soportamos que el otro piense o desee diferente a nosotros. Hay como una imposición que hacemos donde queremos dominar, queremos reducir la vida del otro para hacerla comprensible, cuando a las personas no se las puede comprender.
Convivir entonces, educar, no es comprender, es tolerar, es respetar, es colaborar para no entorpecer la vida de la otra persona. Lo que más cuesta pensar es que la vida de los hijos nunca va a ser como la habíamos pensado. No es por el autismo que condiciona ciertos límites para el desarrollo, la vida de cualquier persona tiene límites y va a ser radicalmente diferente a la mía. No hay dos personas iguales
Humanizarse es caer dentro del lenguaje, ser hablantes, y en ello entran en juego nuestros propios deseos. Pero pensarnos un sujeto entre otros, posibilita en el autismo entender que las transformaciones en los padres, en los educadores, son posibilidades que se abren para los jóvenes, posibilidades de abrirse a lo que no podía saberse de antemano.
No será desde el terreno de la comprensión que ayudemos a nuestros jóvenes a crecer, a tener mayor autonomía, será desde la tolerancia a las diferencias, desde la posibilidad de hablar más allá de lo necesario, permitir la novedad.
El niño, ya antes de venir al mundo es nombrado de alguna manera, y ésta condición del ser humano de venir inmerso en el lenguaje hace que el sujeto comience su existencia desde el momento en que le es atribuido un nombre. Lo simbólico preexiste al sujeto y esto adquiere una gran importancia porque representa una de las coordenadas que se juega en la constitución subjetiva y en la inscripción de ese sujeto en una estructura.
Cuando el joven comienza a mostrar dificultades hay que ayudarle a crecer. Todos nacemos prematuros y necesitamos de otros humanos para sobrevivir y para acceder a la comunidad. No existen criterios educativos preestablecidos que sirvan para todos los hijos, ni consejos profesionales estándar que actúen como “varita mágica” para solventar un problema. Cada familia es distinta como lo es cada uno de los miembros que la integran.
Sólo a través del amor, las palabras, el ejemplo, la tolerancia, es posible un crecimiento saludable.
Salud es también poder cambiar nuestras expectativas, lo proyectado hacia los hijos, para adaptarnos a las posibilidades de cada sujeto. La infancia también es, en psicoanálisis, una noción original, que sirve para construir la infancia, no para medir cada infancia. La frase siguiente es siempre una transformación de las frases anteriores, por eso siempre hay nueva realidad.
Los procesos de creación transforman la familia. En la creación hay una verdadera producción, una verdadera transformación de la materia prima. A través de la creación, del arte podemos dar satisfacción a tendencias egoístas que de otro modo, al expresarse, nos generarían displacer o apartamiento de los demás. Un camino a través de la imaginación que permite escapar, producir nuevas realidades sin enfermar. Rebelarse contra el trabajo creativo produce enfermedad, locura o neurosis.
El ser humano, en la medida que va creciendo, va reprimiendo toda su capacidad de creación. El niño cuando nace es pintor, poeta, músico… la capacidad de creación está en el hombre, hay que desarrollarla, pero nos vamos reprimiendo por las imposiciones de la educación, el crecimiento, el qué dirán y reprimimos esa capacidad de goce tan necesaria.
El psicoanálisis ha hecho justicia a la sexualidad humana investigando minuciosamente su extraordinaria importancia para la vida, jamás hasta entonces reconocida por la ciencia. Esa investigación exigía una ampliación del concepto de sexualidad, pero se trata de algo muy distinto a la sexualidad normal del adulto. De la sexualidad infantil surge la norma del adulto a través de una serie de procesos evolutivos.
Hace unos doscientos años que nació la palabra niño y su conceptualización. En esa época no había juventud, porque los jóvenes no eran jóvenes, eran hombres. En la época actual tenemos que reconocer que las puertas de la droga, la perversidad, la corrupción, son muy grandes y están permanentemente abiertas, mientras que pequeñas puertas semicerradas son la casi impensable entrada de los jóvenes al trabajo, a la cultura, a la Universidad, a la sexualidad.
Nuestra propuesta es luchar para que esto cambie, para que los jóvenes, sus familias, puedan tener puertas abiertas a su desarrollo como personas y eso implica la producción social, la materialización de las huellas que entre todos vamos dejando para las generaciones futuras. Es cierto, muchas veces es en la propia familia donde se dan las perversiones, donde no nos dejan tener una voz disonante, donde se nos reprime, donde se nos iguala, será entonces que también hay que acercar a las familias el instrumento psicoanalítico para que abran a sus hijos las puertas al mundo, para que crezcan, para que hagan una vida. Todos quisimos quedarnos en los brazos de nuestra madre, pero este desprendimiento emocional tan necesario, se manifiesta con rechazo, resentimiento y hostilidad, no sólo frente a los padres sino también contra toda forma de autoridad.
Sea nuestro compromiso el de celebrar los siguientes aniversarios con pasos ya dados en la construcción de esas posibilidades que las ciencias actuales, como el psicoanálisis, nos proponen.
Muchas gracias.