La locura de los celos
La locura de los celos
Los celos, sentimiento a veces “feroz”, capaz de mutilar, alterar vidas, destrozar pequeñas y grandes empresas, separar hermanos y amigos para siempre, empobrecer o anular cualquier proyecto. Son un sentimiento humano normal, todos hemos tenido celos alguna vez. Son el primer sentimiento organizado del sujeto. Freud nos explica con respecto a los celos que los hay normales, delirantes, paranoicos. El famoso delirio celotípico lleva al fracaso de toda relación.
Cuando uno es adulto los celos expresan deseos, porque no todos los hombres me dan celos cuando miran a una mujer mía o a mi mujer o quien fuera como se le llame, algunos hombres me dan celos, que son generalmente los que a mí me gustan. A la mujer no le da celos que el hombre se acueste con cualquier mujer, no, hay mujeres que ni se dan cuenta que existen pero si ella llega a tener deseos sobre la chica “que ojos tan bonitos, mira que boca”, no se da cuenta que eso es deseo, ella es amante de la belleza, pero si ella llega a engañarme con mi marido, con mi novio, hago un escandalo, porque yo tengo deseos, no estoy celosa por mi marido, estoy celosa por esa mujer a la cual deseaba, que ahora encima tiene relación con mi marido.
Los celos y la envidia están presentes en todas las relaciones, y en muchas ocasiones agravan todas las situaciones con su presencia, son los compañeros infaltables del amor.
Los casos de celos intensos que hemos observado en la clínica nos hacen diferenciar tres grados:
- Celos normales o concurrentes
- Celos proyectados
- Celos delirantes
Los celos normales se componen de tristeza y dolor por el objeto que se cree perdido, una ofensa narcisista y sentimientos hostiles contra el rival elegido. Es habitual encontrar una autocritica del propio sujeto haciendo responsable al propio yo de la pérdida amorosa.
No hemos de buscar la causa de estos celos en la realidad del sujeto, no son celos completamente racionales, muestran profundas raíces en el inconsciente y una afectividad infantil procedente del complejo de Edipo o la rivalidad fraternal.
Observamos también en este rubro celos de carácter bisexual, habitualmente en el hombre. Experimenta dolor por la pérdida de la mujer amada y odio por el rival, así como al mismo tiempo, tristeza por el hombre amado inconscientemente y odio contra la mujer infiel. Incluso puede llegar a identificarse con la propia mujer infiel.
Los celos proyectados nacen tanto en el hombre como en la mujer de sus infidelidades o del impulso inconsciente a cometerlas. Precisamente aquellos que afirman no tener tentaciones infieles padecen una enérgica represión de sus impulsos utilizando el mecanismo de proyección para atribuir al otro sus propios impulsos a la infidelidad.
Referido a esto, las costumbres sociales da cierto margen al deseo de gustar a la mujer casada y al deseo de conquistar del hombre casado. El flirteo se considera una especie de contención, a la vez que alivio, de las tendencias infieles y el deseo cargado en el mismo es revertido luego en la propia pareja.
El celoso no soporta estos márgenes, desconfiando del retorno del deseo de la persona amada y no transigiendo con el juego del flirteo.
Los celos delirantes resultan los menos favorables de los tres tipos. También nacen de tendencias infieles reprimidas pero con objetos de carácter homosexual, “No soy yo quien le ama, es ella”. Este tipo de celos los podemos incluir en las formas clásicas de la paranoia.
Los celos son primordiales. Uno no siente celos de una mujer o de un hombre, uno siente celos de la madre, siempre de la madre. Como es tan primordial, aunque uno sea un superado, aunque tenga relaciones múltiples, aunque sea libre, aunque tenga conversaciones con su pareja acerca de una libertad y de una modernidad, no se dejan de sentir. Es una cosa primaria, primitiva y cada vez que tengo celos, mi partener no es mi partener sino que es mi madre.
Los celos nunca son racionales, no tienen que ver con la situación actual, no son proporcionados, coherentes con la situación real, no deben ser escuchados como una verdad, aunque sean “vividos” en un tiempo presente y racionalizados con argumentos varios, que siempre atribuyen al otro una situación en la que el celoso queda fuera de alguna escena.
LOS CELOS SON PUERTA DE ENTRADA AL DESEO.
Y es que para acceder al deseo y a la especie humana, para ser sujetos sociales, tenemos que pasar por las relaciones familiares, por nuestras primeras relaciones amorosas que van a ser con nuestros padres.
Amar es siempre un trabajo y no hay celos sin amor, pero se trata en los celos patológicos de un amor que se quiere construir sin aceptar las diferencias. Reconocer que uno es celoso, habla de la implicación del sujeto en lo que le pasa.
Se tiene celos cuando uno se da cuenta que el mundo estaba antes de que uno llegara, es decir, el mundo ya estaba cuando uno nace. Se vuelve a tener celos poco antes de morir, cuando se da cuenta de que el mundo seguirá aunque uno se muera. Todos los demás celos podrían evitarse. Si siento los celos ya no es normal, es normal si lo pienso, pero si los siento ya son patológicos.
El celoso es más social que el envidioso, ya que el celoso, se siente excluido de una escena en la que le gustaría participar. El celoso, desea lo que otro está mirando, desea un deseo de otro, mientras que el envidioso, no desea lo que el otro consiguió, sino que sólo quiere romperlo, el envidioso no quiere el coche del vecino, sólo rallarlo con la llave.
Los celos acontecen cuando aparece un tercero, ya sea un trabajo nuevo, un ascenso, un familiar, otra persona. El celoso se siente excluido de esa relación, cuando en realidad quería ser partícipe de ella.
El celoso reconoce la existencia de otro semejante con el que algo quiere, el envidioso quiere que el otro no tenga. Celos y envidia que datan la doble carencia del sujeto, la doble falla del humano, esa imperfección que lo constituye: nacer de seres sexuados, es decir celulares, por ende mortales como él que también morirá y llegar a la vida, cuando ya había vida para otros.
Nuestra relación es una eterna paradoja, cuando estoy a su lado de buen humor, sonriendo, aumenta su deseo, claro, por mí, pero como delante de la gente yo estoy medio prohibida, sus deseos tocan a todo el mundo.
Cuando mi mirada es gris y nula, justamente por sus deseos, él es gris, ya no brillan sus ojos.
No soporto verlo gris, entonces vuelvo a sonreír y esa noche lleno de deseos por mis sonrisas se acuersta con la mujer, porque para eso no necesita ninguna excusa, pero lo peor es que a veces una leve sonrisa mía, le da energías para mucho más.
Hay que decir que la tendencia natural es a ser infiel, pero nos vamos acostumbrando a cierto grado de fidelidad por respeto, convención social, por amor o para no meternos en líos. La tendencia natural del hombre es a cambiar de pareja, trabajo y de familia todos los días. Para permanecer con lo mismo hay que hacer un esfuerzo.
Con estas tendencias, no es posible dejar de tener celos, pero sí es posible no materializarlos.
Los celos tienen que ser psicoanalizados, pero cambiando de ideología también ocurre que se tienen menos celos. Cuando una persona dice “mi hijo”, “mi novio”… tiene ese sentimiento de propiedad, es posesivo, por tanto es mucho más fácil que acontezca la situación celosa. Si en lugar de pensar así, pienso que la otra es una persona libre, que vive conmigo libremente, que sabe que yo puedo desear a otras persona y yo sé que esa persona puede desear a otras personas, y somos valientes a pesar de ello, vivimos juntos.
Al principio los celos eran sufrimiento y pasión. Luego los celos se transformaron en frases, frases portadoras de deseos. A veces lo que más celos me da, es pensar que son conversaciones diferentes, pactos diferentes, dineros diferentes.
El cuerpo se puede compartir en cierta medida, porque yo gozo, tú gozas, ellos gozan, todos gozamos, hace de todo encuentro corporal una tertulia placentera. Casi como en el sueño, pero al revés. El sueño es corto y termina siendo largo. Mientras que las relaciones múltiples pueden ser largas y siempre parecer cortas.
En mi caso crecer, significa hacerme un poco más humana.
Muchas personas utilizan los celos para aumentar el deseo de su pareja, pero es un arma peligrosa. Puedo excitar a mi pareja o romper la relación. Un poco de pimienta va bien, si me paso estropeo el plato.
Hay que llegar a la pareja purificado: sin moral, actuar según el deseo. Sin moral, porque la moral es siempre religiosa y castrante. Poder encontrarse con un hombre o con una mujer en libertad, sin imponerle nada, no querer que sea así ni asá.
Porque, por ejemplo, es habitual, muy habitual, conocer a un chico, a una chica, que tiene sus amistades, sus aficiones, te gusta, te llama la atención. Te enamoras y entonces empiezas a censurarle las relaciones que tiene, que si mira cómo miraste a este, a esta, que si te escribes con tal o con cual…. El chico o la chica empiezan a restringir sus relaciones, sus aficiones, entonces…. chas!!! perdemos el deseo por esa persona, ya no es la persona que nos había gustado, NOS SEPARAMOS.
PUSKIN – DIARIO SECRETO
Pronto pasé esa etapa: empecé́ a serle infiel y a traicionarla. Y al dejar de sufrir por ese problema, le perdoné todas sus posibles fantasías sexuales, pidiéndole a Dios que en la vida real no me engañara. Pero lo más terrible de todo es que nunca voy a saber si mi esposa me fue fiel, porque nunca sabré́ qué es lo que hace durante mis largas ausencias. Por eso lo único que me queda es tener fe en su fidelidad. Cuando mi fe se debilita surge el demonio de los celos y entonces ninguna prueba es suficiente, pues en cualquiera mi intelecto encontraría una imperfección que la derrumbaría. Únicamente recuperar la fe del corazón nos libra de los celos, aunque desgraciadamente sea por poco tiempo.
Es muy difícil el tratamiento de los celos, es muy difícil porque tiene que ver con los celos en parte y con la envidia en parte. La envidia es una cuestión dual, reduce las relaciones a relaciones de dos, donde uno le atribuye al otro algo que lo completa; envidiamos lo que completa al otro, sea una enfermedad o una virtud, envidiamos lo que creemos que cubre la falta en el otro.
No se envidia algo que nos apetece sino lo que al otro satisface. Por eso la envidia requiere el mecanismo de identificación porque lo que al otro satisface, el sujeto ha supuesto satisfacerse imaginaria, simbólica o realmente.
La envidia es inconfesable en la mujer, ella prefiere que se la crea celosa a envidiosa, por lo tanto hay un porcentaje grande de celos casi imposible de psicoanalizar porque no son celos, es envidia transmutada, proyectada a esa situación de celos. La posición de envidia surge cuando no tengo lo que el otro tiene, en cambio en los celos soy poseedora o poseedor de un montón de situaciones. La envidia puede constituirse en la relación con la madre, en la fase del espejo, en los procesos de formación de la matriz de identificaciones. Los celos acontecen en la constitución edípica con la aparición del tercero. El sentimiento de celos es más evolucionado que el de la envidia.