La psicosis infantil

La psicosis infantil

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“Algunos delirios en su persistencia,
pueden, con el tiempo,
transformarse en proyectos sociales.”

La clínica de la psicosis incluye como tratamiento psicoanalítico a la familia del psicótico y a todas las instituciones en las que se articula.

Tanto las psicosis infantiles como la subnormalidad corresponden al campo de las psicoprofilaxis obstétrica y del recién nacido.

En una experiencia en una maternidad en Buenos Aires, después de tres años de intervención, se pasó de seis cesáreas o uso de fórceps por cada diez partos a uno de cada diez, eso llevó aparejada a una disminución de la subnormalidad.

Si muchos de los traumatismos del parto se pueden suprimir con la psicoprofilaxis y las psicosis puerperales o latentes (las que producen niños psicóticos) se curan y transforman con psicoanálisis, podemos pensar que las psicosis infantiles no existen.

El diagnóstico de subnormalidad , es decir, por debajo de los criterios de normalidad en el desarrollo intelectual, parece ser para toda la vida, pero al pasarlo al rango de psicosis infantiles podría ser curable o incurable, según la lente con la que se mire.

Desde el Psicoanálisis se propone trabajar con los familiares, sin los cuales es absolutamente imposible el tratamiento de la psicosis infantil.
En los casos en los que no se actúa sobre la familia, el trabajo psicológico sobre el niño, cuando regresa al psicólogo, psicoanalista o psiquiatra a los 17-18 años lo hace con una esquizofrenia simple.

Menassa, en su libro Freud y Lacan -hablados-6, plantea que hay condicionantes que actúan sobre el niño para ese diagnóstico de psicosis o subnormalidad, es decir, la familia o las personas cercanas al niño que lo colocan en ese lugar.

El trato que se le da a los subnormales en los colegios donde aparentemente se les adapta, al inscribirlos con los “normales”, se considera ya un maltrato, en tanto el profesor para asignarle una tarea al niño tiene en cuenta la tara del subnormal. La lectura que hacemos de eso es que se desea mantenerlos como subnormales. Para conseguir la integración tendría que estar el maestro psicoanalizado, el padre, la madre psicoanalizados, para que cuando le asignan una tarea al niño lo hagan sin tener en cuenta la supuesta minusvalía.

Hay que tener cuidado con quedarse con la apariencia a la hora de considerar estas problemáticas.

Si el campo de las psicosis es el de la salud mental, podemos pensar que si prestamos atención desde el momento en que la pareja se reúne y decide que va a tener un hijo, hay una posibilidad de disminuir la psicosis y la mayoría de las subnormalidades.

El inconveniente con el niño psicótico es la ansiedad que despierta a los terapeutas. En la transferencia que se establece cuando el terapeuta está con el niño en el grupo, en la consulta, el niño se muestra como un niño totipotente como todos los niños, a veces se consigue con algunas interpretaciones que el niño recupere una función perdida. Lo que pasa es que esto es confundir la etiología con la enfermedad. Creer que al chico lo voy a curar de esa manera, sin tener en cuenta que lo que le pasa también es la familia, en tanto el niño no desea exactamente sino el deseo de la madre. Para liberarse de eso hay que crecer y, en algunos casos, psicoanalizarse durante años.

El niño no trae nada cuando nace, todo lo tiene que ser dado, sin el auxilio de la función madre muere, pierde sus funciones vitales.

El tratamiento del niño psicótico es revolucionario, por eso no prospera, dice Menassa. Lo revolucionario es que para atender a un niño psicótico hay que atender a diez o quince personas, el padre y la madre por lo menos. Revolucionario quiere decir revulsivo y esto genera una fuerte oposición.
Tenemos que tomar el cuerpo familiar como un solo cuerpo, esto es lo que enferma al niño psicótico. Es lo que no quiere aceptar la familia, que prefiere tener un hijo psicótico a tener un aspecto de su cuerpo psicótico.
La falta de deseo de la madre por el padre, dificulta la entrada del padre en la relación materno infantil, porque el padre entra por el deseo de la madre. Es lo que dijimos antes que ya desde que la pareja comienza las conversaciones para tener un hijo se está gestando su normalidad o anormalidad.

No es un problema de padre fuerte, por más severo que sea con su hijo, si la mujer a través de su deseo no hace intervenir al hombre en la relación que tiene con su hijo, éste vive toda la vida con su madre, lo que hace de él un psicótico.

René Spitz y la relación madre-hijo durante la infancia - La Mente es  Maravillosa

El deseo de la madre por un hombre produciría una interrupción en la célula narcisistica, que es esa unión entre madre e hijo. Ella no tiene deseo, por lo tanto no hay interrupción. El niño siente los mismos deseos que la madre. Ella es frígida para protegerse de la erotomanía. Esta frigidez de la madre con su pareja provoca en el niño una gran energía sexual que produce represión, la disociación.

Si la madre es más perversa, menos frígida, no produce un hijo psicótico, sino un hijo perverso.
Una madre sensible cuando da el pecho a su hijo tiene que hablarlo con alguien, porque siente deseos sexuales y fantasías, a veces también excitación. Después se acostumbra.
La madre frígida no siente esas cosas, no siente nada, no presta atención a la sensibilidad del niño.

Si quieres ser un buen padre, no seas amigo de tu hijo - Etapa Infantil

Es fundamental el papel del padre en esa relación entre madre e hijo. Sin la entrada de un tercero, no solo no hay interrupción, sino que hay negación de la existencia del niño como otra cosa diferente a ella, el niño es ella.
En toda psicosis infantil la resolución está en la identidad sexual y en la psicosis de los padres.
Los niños diagnosticados de subnormales, que en realidad son psicóticos, hijos de familias psicóticas, con el tiempo van a ser salvados. Con el tiempo serán psicóticos infantiles y en algún momento se logrará recuperarlos.
Hay que pensar que una interpretación puede transformar el soma. La psiquis tiene la capacidad de reconstruir o de construir una cosa nueva.
Las personas “normales”, “inteligentes”, funcionamos con el 50% de nuestra materia nerviosa. Es decir, que la persona catalogada como subnormal por haber sido lesionado en su nacimiento también podría aprender a usar su otra mitad, que nosotros no usamos.

Menassa, en su libro, comenta un caso en el que una familia gestaba un subnormal o deficiente. Tenía miedo la pareja de tener un hijo disminuido, insistió tanto que tuvieron un hijo disminuido.

Todo niño tiene una deficiencia. Los niños crecen heterodoxamente por más severos que sean los padres. Hay funciones que se desarrollan más que otras. En la adolescencia podríamos meter a todos en un manicomio porque se vuelven como tontos, pero es parte de una etapa. Hay una gran energía sexual que tiene que ser reprimida porque no tiene cauce. Tienen que reprimir ese gran caudal de energía para ocuparse de las matemáticas, sociales… En el periodo donde sólo le interesaría follar, cagar, cortar, mear… tienen que aprender a simbolizar.

La actitud de los psicólogos y los maestros tiene que cambiar, eso mejoraría la eficacia de estos jóvenes y este cambio de actitud sería un cambio imaginario tal que conseguiría ordenar a esa persona calificada de subnormal, disminuida o como se le quiera llamar.
Para que el niño aparezca como psicótico la desaveniencia de la pareja tiene que ser muy grande.

En el 99% de los casos de los niños enfermos hay un sometimiento de la mujer en la familia. Pero qué ocurre, que cuando el psicoanalista quiere intervenir en la familia del niño psicótico, le cierran las puertas. En la familia está la causa de la enfermedad del niño.
Lo mismo pasa cuando viene la gente con problemas sexuales. Si queremos curarles de sus problemas sexuales tienen que separarse de la pareja que tienen, porque sabemos que la histérica está con el impotente, con el eyaculador precoz, si deja de ser histérica ya no va a querer estar más con un impotente o un eyaculador precoz. Igual ocurre en el caso contrario.

La terapia familiar es claramente la vida. Hay que insistirle al paciente que una cosa es el tratamiento y otra la vida.

Cada caso tiene que ser estudiado, no se puede generalizar.
Todo esto nos hace plantear la cuestión de la normatización, porque precisamente el loco en la familia es aquél que denuncia una manera diferente de pensar en la familia, denuncia lo que la familia no quiere modificar. No tenemos que estar todos en el mismo saco, pensar todos lo mismos, hacer todos igual. La normalidad es aceptar las diferentes formas de pensar y vivir. La construcción de un estado de salud es poder producir la diferencia sexual en cada uno.

La castración materna es aceptar que no puede ser el otro, que al otro no lo puedo tener y que la interrupción produce la diferencia, es lo único que hace gozar, pero goza porque va a morir. Negar al castración de la madre, mantener esa célula narcisista de la que hablamos antes, es negar el goce y negar la existencia material finita del ser humano, es lo que lleva a la psicosis, esa solución de continuidad por no poder interrumpir esa relación que necesita ser interrumpida.

EXTRAÍDO DEL LIBRO:
FREUD Y LACAN HABLADOS – 6
MIGUEL OSCAR MENASSA
EDITORIAL GRUPO CERO

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