La represión. ¿Qué es represión? ¿Qué consecuencias tiene?

La represión. ¿Qué es represión? ¿Qué consecuencias tiene?

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Nuestro concepto de lo inconsciente tiene como punto de partida, la teoría de la represión. Lo reprimido es el prototipo de lo inconsciente.

¿Qué es represión?

La represión es concepto fundamental porque es lo que permite hablar de discurso consciente y discurso inconsciente, no se podría hablar de cadena significante.

El psicoanálisis se ocupa del estudio del inconsciente reprimido, porque hay un inconsciente que no es reprimido, pero de ese no sabemos nada. Del inconsciente reprimido sabemos por sus efectos (síntomas, sueños, olvidos, lapsus, actos fallidos, chiste).

A través del método de interpretación podemos conocer cuál ha sido el deseo inconsciente reprimido que ha originado ese efecto en la conciencia.

Freud dice: conocer, conoce la conciencia, por lo tanto para conocer los contenidos inconscientes es necesario que estos contenidos inconscientes arriben a la conciencia. Pero como esto no es posible –sino que lo que es posible son las formaciones sustitutivas del deseo–, la única manera de hacer consciente lo inconsciente es por medio de la interpretación psicoanalítica.

Represión: Que es, y su interpretación desde la psicología

De una pulsión, un estímulo interior, la fuga resulta ineficaz, no podemos huir de nosotros mismos. La represión es uno de los destinos o vicisitudes de la pulsión. Constituye una fase preliminar de la condena, es la forma en la que nuestro aparato psíquico se protege del displacer que la expresión del deseo inconsciente produciría al expresarse en la conciencia. Es una noción intermedia entre la condena y la fuga.

Lucha y Huida - Mindfulness y Meditación

Los deseos inconscientes permanecen siempre en actividad, representan caminos siempre transitables en cuanto quiere servirse de ellos un quantum de excitación. La indestructibilidad constituye una de las singulares peculiaridades de los procesos de este género. Nada hay que pueda ser llevado a término en lo inconsciente, donde no hay tampoco nada pasado ni olvidado.

Represion emocional

¿Qué pasa si se reprimen las emociones?

Al reprimir las emociones, confundimos y lastimamos a nuestro cuerpo de una manera profunda. Las emociones afectan a todo nuestro organismo; nuestro cuerpo lucha por nuestra superviviencia y está tratando de mantenernos seguros en todo momento.

Sentimientos reprimidos

Dicho de una persona : Que oculta o refrena en exceso sus sentimientos o deseos , especialmente los sexuales o perversiones sexuales

Qué ocurre, la satisfacción del impulso reprimido sería posible y placiente en sí, pero inconciliable con otros principios y aspiraciones. Despertaría, placer en un lugar y displacer en otro. Por lo tanto, será condición indispensable de la represión el que el motivo de displacer adquiera un poder superior al del placer producido por la satisfacción.

Y qué es la represión:

El aparato psíquico se constituye a partir de lo que llamamos represión primaria que divide el aparato en: inconsciente – preconsciente – consciente. Se produce en el pasaje del Complejo de Edipo y lo que se reprime es la sexualidad infantil, es decir, que aquello que constituyó nuestro aparato psíquico pasará a ser inconsciente reprimido en nosotros.

Cada vez que un contenido inconsciente quiere expresarse en la conciencia, para ser percibido por nosotros tiene que ser así, atraviesa una primera censura que se sitúa a nivel preconsciente y esa censura, encargada de evitar que contenidos inaceptables por nuestra moral y que producirían en nuestra conciencia displacer y rechazo, permite el paso de la representación o idea inconsciente o la rechaza a través del mecanismo psíquico de la represión. Cuando permite el paso, todavía la representación inconsciente no es perceptible, todavía no reúne las cualidades psíquicas que requiere nuestra conciencia para percibirla, tiene aún que asociarse a representaciones preconscientes (palabras), hay una primera distorsión y luego tendrá que atravesar una segunda censura que se sitúa entre el preconsciente y la conciencia.

Cuando la primera censura rechaza la representación inconsciente por considerarla displacentera para la moral del sujeto, lo hace a través de la represión.

La representación reprimida jamás va a tener acceso a la conciencia, la represión de la representación es absoluta. Lo que se hace consciente es la energía libre liberada de estas representaciones, esa carga de afecto montada sobre una representación aceptada por la conciencia. De esa manera se produce el fenómeno de la transferencia intrapsíquica.

La transferencia intrapsíquica es que una carga se libera de la representación prohibida para el sistema de la conciencia y se transfiere a una representación aceptada por la conciencia.

El inconsciente sólo es posible de ser visualizado por sus efectos de conciencia o, como bien dice el psicoanálisis, por las formaciones del inconsciente: el sueño, el acto fallido, el síntoma, el lapsus.

De aquello que se ha reprimido, sólo la carga, sólo el afecto puede acontecer en la conciencia pero unido a una representación diferente de aquella que lo ha producido. A la conciencia lo que llega es la energía del deseo, es el afecto del deseo.

Sin concepto de represión no podemos pensar la teoría psicoanalítica.

La represión no es un mecanismo de defensa originariamente dado sino que, por el contrario, no puede surgir hasta después de haberse establecido una precisa separación entre la actividad anímica consciente y la inconsciente. La esencia de la represión consiste exclusivamente en rechazar y mantener alejados de lo consciente a determinados elementos.

Antes de esta fase de la organización anímica, serían los restantes destinos de las pulsiones —la transformación en lo contrario y la orientación contra el propio sujeto— lo que regiría la defensa contra las pulsiones.

Hemos de suponer una primera fase de la represión, una represión primitiva, consistente en que la representación psíquica de la pulsión, se ve negada el acceso a la consciencia. Esta negativa produce una fijación, o sea que la representación de que se trate perdura inmutable a partir de este momento, quedando la pulsión ligada a ella. Todo ello depende de cualidades, que más adelante examinaremos, de los procesos inconscientes.

La segunda fase de la represión, o sea la represión propiamente dicha, recae sobre ramificaciones psíquicas de la representación reprimida o sobre aquellas series de ideas, procedentes de fuentes distintas, pero que han entrado en conexión asociativa con dicha representación. A causa de esta conexión sufren tales representaciones el mismo destino que lo relativamente reprimido. Así, pues, la represión propiamente dicha es un proceso secundario.

Hay que tener en cuenta la atracción que lo primitivamente reprimido ejerce sobre todo aquello con lo que le es dado entrar en contacto. 

La represión no estorba sino la relación con un sistema psíquico: con el de lo consciente. El psicoanálisis, a través del estudio de las neurosis, se da cuenta que la representación de la pulsión se desarrolla más libre y ampliamente cuando ha sido sustraída, por la represión, a la influencia consciente.

Es decir, lo reprimido se desarrolla más libremente porque escapa al control del yo. Sí, lo he rechazado, está reprimido, pero ahora sus efectos son incontrolables para mí y su carga afectiva puede asociarse a otras representaciones y producir efectos en la conciencia, como producen los síntomas.

Cuando tales ramificaciones se han distanciado suficientemente de la representación reprimida,  encuentran ya libre acceso a la consciencia. Sucede como si la resistencia de lo consciente contra dichas ramificaciones fuera una función de su distancia de lo primitivamente reprimido.

En el ejercicio de la técnica psicoanalítica, invitamos al paciente a producir aquellas ramificaciones de lo reprimido, que por su distancia o deformación pueden eludir la censura de lo consciente. No otra cosa son las ocurrencias espontáneas que demandamos del paciente, con renuncia a todas las representaciones finales conscientes y a toda crítica, ocurrencias con las cuales reconstituimos una traducción consciente de la representación reprimida.

La enfermedad, el dolor, la angustia, síntomas orgánicos hay cuando fracasa la represión o cuando la represión no puede contener la idea sexual reprimida que quiere aparecer.

El paciente asocia libremente hasta que en su discurso, tropieza con una idea en la cual la relación con lo reprimido actúa ya tan intensamente, que el sujeto tiene que repetir su tentativa de represión. También los síntomas neuróticos tienen que haber cumplido la condición antes indicada, pues son ramificaciones de lo reprimido, que consiguen por fin, con tales productos, el prohibido acceso a la consciencia.

La represión labora de un modo altamente individual. Cada una de las ramificaciones puede tener su destino particular, y un poco más o menos de deformación hace variar por completo el resultado.

La represión no es tan sólo individual, sino también móvil en alto grado. No es un acto único, de efecto duradero, semejante, por ejemplo, al de dar muerte a un ser vivo.

La represión exige un esfuerzo continuado, cuya interrupción la llevaría al fracaso, haciendo preciso un nuevo acto represivo.

Lo reprimido ejerce una presión continua en dirección de lo consciente, siendo necesaria una constante presión contraria. El mantenimiento de una represión supone un continuo gasto de energía, y su levantamiento significa, económicamente, un ahorro.

El factor cuantitativo es decisivo para la aparición del conflicto. 

El sometimiento del Inc. por el Prec. no llega a ser total ni aun en perfectos estados de salud psíquica. La medida de este sometimiento nos revela el grado de nuestra normalidad psíquica. La aparición de síntomas neuróticos constituye una indicación de que ambos sistemas se hallan en conflicto, pues dichos síntomas constituyen la transacción que de momento lo resuelve.

La represión del Inc. es necesaria, ante todo, porque el curso de representaciones abandonado a sí mismo en el Inc. desarrollaría un afecto que tuvo originariamente un carácter placiente, pero que desde el proceso de la represión muestra el carácter opuesto. La represión tiene por objeto suprimir este desarrollo de displacer y recae sobre el contenido de representaciones del Inc., porque dicho contenido de representaciones podía provocar el desarrollo del displacer.

Vemos que la pulsión puede quedar totalmente reprimida y no dejar vestigio alguno observable; puede aparecer bajo la forma de un afecto cualquiera, y puede ser transformada en angustia.

La psicología de las neurosis nos ha demostrado que cuando ha tenido efecto una represión de deseos, queda transformada en angustia la libido de los mismos.

Ninguna enfermedad es azarosa, nada de lo que pasa en el sujeto es por casualidad, podemos decir que una cierta enfermedad orgánica es padecida más frecuentemente por unos sujetos que por otros. Hay siempre, si se investiga, una congruencia con la historia de deseos del sujeto. Aparecen las inhibiciones como mutilación de la acción, las incapacidades funcionales para el sexo, la nerviosidad común, la angustia, todas las enfermedades del sistema nervioso autónomo, el asma, la úlcera, las enfermedades del colágeno, las de la piel, las ginecológicas se pueden rastrear en la represión inadecuada de la sexualidad. La enfermedad aparece para muchos como un castigo frente al constante sentir de la culpa.

Cuando una represión no consigue evitar el nacimiento de sensaciones de displacer o de angustia, podemos decir que ha fracasado, aunque haya alcanzado su fin en lo que respecta a la idea. Sólo sabemos de la represión fracasada, que es la que produce los síntomas. De la represión conseguida no podemos saber nada.

Los síntomas son signos de un retorno de lo reprimido.

  1.  El mecanismo de la represión no coincide, en efecto, con los mecanismos de la formación de sustitutivos;
  2.  Existen muy diversos mecanismos de formación de sustitutivos;
  3.  Los mecanismos de la represión poseen, por lo menos, un carácter común: la sustracción de la carga de energía (o libido, cuando se trata de instintos sexuales).

Si hay represión va a haber retorno de lo reprimido.

Las neurosis son la expresión de conflictos entre el yo y aquellas tendencias sexuales que el yo encuentra incompatibles con su integridad o con sus exigencias éticas. El yo ha reprimido tales tendencias, les ha retirado su interés y les ha cerrado el acceso a la consciencia y a la descarga motora que conduce a la satisfacción. La función de la represión falla con singular facilidad en cuanto a los impulsos sexuales. Se crean satisfacciones sustitutivas retrocediendo a fases evolutivas y objetos anteriores y aprovechando las fijaciones infantiles, o sea, los puntos débiles de la evolución de la libido.

El afecto es irrepresible. Siempre va a ser el verdadero, la representación a la que va unido va a ser otra que la original.

La formación de sustitutivos tiene que ver con que la represión necesita una contracarga, hay una atracción de lo inconsciente y por otra parte está la contracarga del sistema consciente que impide el acceso a la conciencia.

El enfermo no enferma por ignorancia, diciéndole lo que le pasa no se va a curar. El factor patógeno no es la ignorancia misma, sino las resistencias internas. La labor de la terapia es combatir, precisamente, tales resistencias.
Los síntomas psíquicos surgen de un conflicto entre dos poderes, la libido y una represión exagerada.

Las tendencias libidinosas sucumben a una represión patógena cuando entran en conflicto con las representaciones éticas del sujeto. La represión parte de la propia superestimación del yo.

Casi todas las relaciones afectivas íntimas de alguna duración entre dos personas – el matrimonio, la amistad, el amor paterno y el filial – dejan un depósito de sentimientos hostiles, que sucumbe a la represión.Cuando la hostilidad se dirige contra personas amadas, hablamos de ambivalencia afectiva.

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