La somatización
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La somatización
Es necesario redefinir o al menos situar dentro de una determinada concepción de salud y enfermedad.
Términos tales como psicosomática, estructura psíquica, pronóstico, tratamiento psicoanalítico, paciente orgánico. En los grandes textos de Medicina Interna, como sería el Harrison, no figura la palabra “psicosomático”. Y en uno de los mejores diccionarios médicos cuyo autor es Dorland en el término psicosomático, se nos remite a somatopsíquico, que según lo describe: Denota una alteración psíquica que causa síntomas mentales.
Hay que decir que no existe un sujeto que sólo tenga cuerpo biológico, que lo psíquico está ahí jugando inevitablemente. El cuerpo es el escenario donde se representa la vida psíquica. Pero el sujeto psíquico hay que producirlo.
Freud nos trae, en uno de sus primeros casos, a una paciente que presentaba una intensa neuralgia facial. Durante el desarrollo del análisis, nos cuenta que fueron pronunciadas contra ella unas palabras que le dolieron “como una bofetada”, y desde entonces, había comenzado aquel dolor que le atormentaba.
Tanto el fenómeno del rubor como el síntoma de esta paciente, son la marca de una frase en el cuerpo, el primero no es un fenómeno patológico, sino que es fisiológico, no constituye una enfermedad, y el otro es un caso de histeria. Es decir, en una primera aproximación tendríamos que diferenciar síntoma histérico y fenómeno psicosomático.
En la histeria no hay lesión de órgano, es una lesión funcional, y además la transformación se lleva a cabo en el sistema nervioso somático (el que nos permite la motilidad), a diferencia de lo psicosomático donde la transformación se haría a través del sistema nervioso neurovegetativo y sí produce lesiones orgánicas.
La somatización propia de la histeria es del orden de simbolizar el cuerpo imaginario (la parálisis histérica nunca sigue exactamente un patrón de distribución nerviosa anatómica, es un sistema nervioso otro, imaginario). Esta simbolización en el cuerpo imaginario, hay que distinguirla de la simbolización del cuerpo real, que es la del psicosomático, se lesiona el órgano, hay una verdadera pérdida de sustancia. Para el psicosomático pensar es doloroso.
En el enfermo psicosomático no hay intersubjetividad. En lugar de hablar con palabras, habla con el cuerpo. No llora, sino que tiene un ataque de asma. No expresa su cólera, sino que se transforma en hipertenso. No tiene historia. La frase: “eso es todo”, se escucha con frecuencia en el tratamiento psicoanalítico de estos pacientes, reproducen la acción con el discurso, casi fotográficamente, como si confundieran la palabra con la cosa, manteniéndose ligados a la materialidad concreta de los hechos, incapaces de incluir la riqueza pulsional de las relaciones.
El psicosomático resuelve traumáticamente lo que tendría que resolver psíquicamente.
La historia del histérico es una historia de deseos sexuales infantiles reprimidos, el enfermo tiene explicación para sus síntomas, cuenta una historia de su enfermedad, aunque sabemos que es texto manifiesto, pero el psicosomático no tiene historia. Es decir la histeria estaría en relación con el deseo y el fenómeno psicosomático en relación con el goce.
El término psicosomático, fue acuñado por Heinroth en 1818. En Medicina, como hemos visto, el término psicosomático corresponde a todo aquel proceso psíquico que tiene una influencia en el cuerpo, esta imprecisión hace que la enfermedad psicosomática no tenga una definición completa y universalmente aceptada, aunque en términos precisos la enfermedad psicosomática sería aquella donde existe participación del sistema nervioso autónomo o neurovegetativo. No obstante es frecuente incluir entre las enfermedades psicosomáticas procesos sin lesión orgánica o participación del sistema nervioso autónomo, como por ejemplo algunas lesiones cutáneas que serían síntomas histéricos.
La medicina científica, aunque reconoce en su práctica clínica la importancia de los procesos emocionales en la aparición y desarrollo de la enfermedad, descartó la investigación en este campo, por considerar que dichos factores son variables imposibles de estudiar metodológicamente.
La Escuela de Chicago, estableció siete enfermedades psicosomáticas: hipertensión arterial, úlcera péptica, neurodermatitis, colitis ulcerosa, tirotoxicosis, artritis reumatoide y asma bronquial.
Estas enfermedades típicamente cursan en brotes. Más allá de que dentro del campo de la medicina es imposible pensar la curación para estas enfermedades, y tendría que ser en otro campo donde existiría para el sujeto la posibilidad de curación.
La idea de que lo psíquico interviene en el desarrollo de la enfermedad se puede leer desde los inicios de la medicina. Hay muchas descripciones en la historia de la medicina, de figuras notables, que señalan el origen psíquico de la enfermedad, por ejemplo Morgagni (1682-1771) habla de una diarrea debida al nerviosismo, Trousseau (1801-1867) insiste en el origen nervioso del hipotiroidismo, además era asmático y analizó sobre él mismo el papel que jugaba el alérgeno.
Heinroth, internista y psiquiatra, introduce los términos psicosomática (1818) y somatopsíquica (1828). El primero expresaba su “convicción” de la influencia de las pasiones sexuales sobre la tuberculosis, la epilepsia y el cáncer, mientras que el segundo se refería a las enfermedades en las que el factor corporal modificaba el estado psíquico.
El comienzo de la medicina psicosomática lo podemos situar a finales del siglo XIX-principios del XX. A lo largo del siglo XIX la medicina comienza su desarrollo científico, se desarrolla la psicología y la psiquiatría y en 1900 aparece La interpretación de los sueños, el texto que funda el campo psicoanalítico. Desde aquí podemos leer los antecedentes o la prehistoria de la medicina psicosomática.
Es un prejuicio muy extendido que el que tiene una enfermedad de origen psíquico con afectación corporal «no tiene nada» o está menos enfermo que un enfermo orgánico. Nada más falso. Además, la mayoría de las patologías psicosomáticas precisan un abordaje mixto, con fármacos y psicoanálisis.
Los humanos no somos exclusivamente un cuerpo biológico. Somos mucho más complejos que eso. Estar enfermo de cualesquiera que sea la enfermedad, no es ninguna deshonra, como parecen pensar algunas personas, es un avatar en la vida de cada sujeto.
En psicoanálisis, no se trata sólo de hablar, eso sería una catarsis, donde sólo con contar, el paciente ya se cura, y no se trata sólo de hablar porque el sujeto psíquico padece de una compulsión a la repetición. Entra aquí en juego la pulsión. El sujeto tiende a relacionarse según antiguos modelos inconscientes, y esto sólo es modificable mediante el método de interpretación-construcción.
Una vez que el sujeto está en análisis, se modifica la manera de relacionarse con el mundo. El lenguaje permite simbolizar lo psíquico y lo somático. La cura no es la producción de algo pasado, no la reproducción, sino la producción de un estado nuevo. No basta comprender el pasado. Para modificar síntomas hay que movilizar fuerzas.
Para un síntoma cualquiera, para una enfermedad cualquiera, el trabajo de interpretación es el que va a construir el diagnóstico. En el trabajo analítico el paciente se nos muestra como sostenido por una estructura psicosomática, histérica…, sólo después sabremos de lo que se trata.
En psicoanálisis no podemos concluir que un paciente es psicosomático porque presente una de las enfermedades que la medicina considera como tales: úlcera, asma, etc. Saber de la estructura que sustenta el síntoma sólo es posible después del trabajo de interpretación.
Enfermar es un trabajo y mantener la enfermedad otro. Pensar por tanto la enfermedad, tanto psíquica como la orgánica o la psicosomática, no como algo azaroso, sino como producto-efecto de un trabajo.
Varios autores señalan en el psicosomático una incapacidad de pensar el futuro, en relación con que es allí donde están los proyectos, la vida, las ilusiones, pero también está la muerte. Otro rasgo que se le ha imputado al psicosomático, que es el de tener mucha ambición y escasa capacidad de trabajo en relación con esa ambición. Quizá sea porque pensar el futuro no es quedarse fantaseando con el futuro sino ir haciéndolo.
En medicina generalmente el diagnóstico precede al tratamiento, para tratar hay que diagnosticar previamente. En psicoanálisis el diagnóstico no se realiza por los síntomas que el paciente esgrime como motivo de consulta, sino que el diagnóstico va a aparecer en el mismo proceso de tratamiento. El tratamiento es el mismo: psicoanálisis, independientemente del diagnóstico. Los procesos de tratamiento y de diagnóstico son el mismo proceso. En psicoanálisis el diagnóstico no es para decírselo al paciente, sino para tenerlo en cuenta en la escucha analítica.
En psicoanálisis no se trata de un diagnóstico definitivo, no es para otorgar un ser al sujeto, del orden de: “usted es un psicosomático”, como un médico le podría decir a un paciente después de un proceso de diagnóstico: “usted es diabético”.
A la pregunta “¿qué me va a pasar?” no hay que contestar, hay que dejarla abierta para que el enfermo asocie libremente, es decir, también para el médico cambiar la escucha.
Las estructuras psíquicas (neurosis, psicosis, perversión, psicosomática) son construcciones en análisis, no preexisten y no son estructuras férreas, inamovibles, son más bien posiciones en el lenguaje.
Para la medicina la salud es considerada como una especie de equilibrio, de armonía. Para el psicoanálisis no se trata de buscar ningún equilibrio. No se trata de ninguna adaptación, frente a la interpretación analítica hay un desequilibrio, una zozobra. Para comenzar a caminar, el niño tiene que abandonar los brazos de la madre, ahí también hay una zozobra, todo crecimiento implica un desequilibrio. Conozco algo nuevo y ya no puedo ser el mismo que era antes de esa conocimiento. Tengo que ser otro, y eso produce más bien un desequilibrio.
Esto ya supone sacar el término de salud del dualismo salud/enfermedad.
De la salud no podemos ocuparnos solos, los profesionales tenemos que trabajar junto con el paciente para producir un nuevo estado de salud.
Si estás atravesando una situación similar a las que aborda el artículo, te recomendamos comenzar tu psicoanálisis.