La técnica psicoanalítica y el particular modo de recordar del paciente

La técnica psicoanalítica y el particular modo de recordar del paciente

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TRABAJAMOS EL TEXTO FREUDIANO RECUERDO, REPETICIÓN Y ELABORACIÓN DEL AÑO 1914

Quisiera hacerte fácil el camino, allanar las dudas y protestas que, en la lucha por recuperar lo propio, aparecerán. Seré testigo anonadado de tus íntimas nostalgias, quizá durante más tiempo del previsto, como un amor inesperado que se va quedando para acompañarte en el viaje. Sabré esperarte y te indicaré cuándo sea preciso detenerte de un absurdo, no serás ni un hijo ni un hermano, tampoco padre, sino alguien que solicita trabajar para hacer posible el sostenimiento de su vida.

Estaremos tentados de publicar en revistas anécdotas sumisas vividas en esta, a veces, escarpada montaña, no sucumbiremos a la traición barata y desdeñosa, hemos accedido al corazón de las cosas sin engaños. El lomo bien cuidado, ya vuelas por los trechos que te están destinados.

Desde aquél comienzo muchas cosas han cambiado. En 1893 Freud investigaba sirviéndose de la hipnosis como técnica para acceder a los recuerdos patógenos, hoy en 2022 nos servimos del método de interpretación-construcción para producir la historia de deseos gracias a sus indicaciones técnicas y su desarrollo teórico.

La técnica psicoanalítica ha experimentado profundas transformaciones desde los comienzos.

Con el método catártico de Breuer, la hipnosis servía para facilitar la reproducción de los procesos psíquicos de la situación patógena con el objetivo de producir su derivación o descarga a través de la actividad consciente, es decir, poder recordar el hecho traumático y expresarlo, descarga emocional.

El Psicoanálisis renunció a la hipnosis, pero tomó la idea de conseguir la manifestación del paciente de los recuerdos relacionados con la situación traumática, para ello se le proponía al paciente comunicar sin juicio previo ni objeción todo lo que acudiera a su mente en el transcurso de la sesión. Indica Freud que nos contentamos con estudiar la superficie psíquica del paciente y utilizamos la interpretación para descubrir las resistencias que emergen y dificultan el recuerdo.

RESISTENCIAS.

El analista revela al paciente las resistencias que él mismo desconoce (Freud habla de dos resistencias, una consciente y otra inconsciente, hay que indicarle al paciente cuando se resiste conscientemetne, es decir, cuando está mintiendo, oculta información desde la consciencia), las resistencias inconscientes se interpretan, y una vez vencidas éstas, el sujeto relata sin esfuerzo alguno las situaciones y relaciones olvidadas. El fin de estas técnicas son dos, por un lado descriptivamente conseguimos la supresión de las lagunas del recuerdo, y dinámicamente vencemos las resistencias de la represión.

–>Suprimir las lagunas del recuerdo
–>Vencer las resistencias de la represión

Con la hipnosis el paciente no tenía problemas pare recordar, se transfería a una situación anterior que no confundía con la realidad. Cuando hacemos referencia al olvido, la hipnosis nos ha enseñado que no es un material perdido, sino retenido, en general, el paciente luego nos dice que siempre ha sabido tales cosas.

Si nos vamos a la amnesia infantil es compensada por los recuerdos encubridores. En ellos encontramos todo lo importante de la vida infantil, sólo debemos saber extraerlo por medio del análisis. El recuerdo aparece como en el sueño o las ideas latentes del mismo, disfrazado, tenemos que realizar un trabajo de reconstrucción – interpretación.

Hay otro grupo de procesos psíquicos como las fantasías, las asociaciones, los sentimientos, etc., que ha de ser estudiado separadamente. Sucede aquí muy frecuentemente que se «recuerda» algo que no pudo nunca ser «olvidado», pues nunca fue retenido ni llegó a ser consciente. El paciente está convencido de esos recuerdos. En las neurosis obsesivas el olvido se limita a destruir conexiones, suprimir relaciones causales y aislar recuerdos enlazados entre sí.

Generalmente resulta difícil extraer el recuerdo de ciertos sucesos muy importantes vividos en etapas tempranas, pero pueden ser perfectamente interpretados luego por el sujeto. Su conocimiento nos es procurado por los sueños y la neurosis nos fuerza a admitirlos. Una vez vencidas sus resistencias, el paciente tiene la sensación de que ya le era conocido. Lo va a trabajar en el historial del “Hombre de los lobos” (Historia de una neurosis infantil).

Con la nueva técnica el curso del análisis se hace más complicado y trabajoso, algunos casos se presentan fáciles en un principio tomando otro rumbo después, pero en general las dificultades en la evocación de ciertos recuerdos está ya en el principio.

El analizado no recuerda nada de lo olvidado o reprimido, sino que lo vive de nuevo. Lo repite sin saber. Mientras el paciente permanece sometido al análisis no se libera de esta compulsión de repetir, es su especial manera de recordar.

Por ejemplo: el analizado no cuenta que recuerda haberse mostrado rebelde a la autoridad de sus padres, sino que se conduce en esta forma con respecto al médico.

No recuerda que su investigación sexual infantil fracasó, dejándole perplejo, sino que produce una serie de sueños complicados y ocurrencias confusas y se lamenta de que nada le sale bien y de que su destino es no conseguir jamás llevar a buen término una empresa.

No recuerda haberse avergonzado intensamente de ciertas actividades sexuales y haber temido que los demás las descubriesen, sino que se avergüenza del tratamiento a que ahora se encuentra sometido y procura mantenerlo secreto, etc.

Con frecuencia, el paciente afirma que no se le ocurre nada. Es la repetición transferencial de una actitud homosexual que se ofrece como resistencia a todo recuerdo.

La transferencia no es más que una repetición, repetición del pretérito olvidado, no sólo sobre el psicoanalista, sino sobre todos los demás sectores de la situación presente. Cuánto más intensa es la resistencia del paciente, más ampliamente quedará sustituido el recuerdo por la repetición.
En la hipnosis se anulaba de momento la acción de la resistencia, lo que facilitaba el recuerdo. Cuando en el tratamiento hay una transferencia positiva nos permite penetrar al principio profundamente en los recuerdos, pero cuando esta transferencia se hace hostil o muy intensa, el recuerdo queda sustituido por la repetición. Lo que se repite es todo lo que se ha incorporado a su ser partiendo de las fuentes de lo reprimido: sus inhibiciones, sus tendencias inutilizadas y sus rasgos de carácter patológico. El paciente extrae del arsenal del pasado las armas con las cuales se defiende contra la continuación de la cura y de las cuales hemos de ir despojándole poco a poco.

La enfermedad del paciente no cesa con el comienzo del tratamiento, no es un hecho histórico, es una potencia actual, incluso puede llegar a agravarse con el tratamiento. Poco a poco vamos atrayendo hacia la cura cada uno de los elementos de esta enfermedad y haciéndolos entrar en el campo de acción de la cura.

El inicio del tratamiento ya es una aceptación por parte del paciente de las condiciones de su enfermedad, una modificación de su actitud ante la misma. La activamos para poder atacarla, pues no se puede luchar contra un enemigo que no está. El paciente ha de tener valor de hablar de aquello de lo que no quiere saber y por eso, precisamente, ha enfermado.
Preparamos la reconciliación del sujeto con lo reprimido que se manifiesta en sus síntomas, pero concedemos también a la enfermedad cierto margen de tolerancia, que puede ser aprovechado por la resistencia para intentar abusar.

También puede ocurrir que en el curso del tratamiento se manifiesten otros impulsos más profundos que no se habían manifestado aún. También se pueden dar comportamientos en él que atenten contra los logros del propio tratamiento.

El psicoanalista intentará mantener en el terreno psíquico todos los impulsos del paciente que tienden a descargarse por la motilidad, así como le propondrá no tomar decisiones importantes durante el transcurso del tratamiento hasta que se haya alcanzado la cura, pues muchas de estas decisiones son tomadas como manifestación misma de esa resistencia bajo el influjo de su dificultad a modificarse como le propone el tratamiento. Al mismo tiempo respetamos la libertad personal del paciente, no le impedimos la ejecución de propósitos poco trascendentales, sólo la propia experiencia hace al hombre sabio.

Todo lo que se oponga o interrumpa la continuidad del tratamiento será considerado una resistencia.

En ocasiones, no nos da tiempo de poner freno a esos impulsos impetuosos o el paciente rompe, en un acto de repetición, los lazos que le ligaban al tratamiento.

Ejemplo: Como caso extremo, citaremos el de una señora ya madura que había sufrido repetidamente estados de obnubilación, en los que abandonaba su casa y a su marido, sin que jamás hubiera podido alegar la existencia de un motivo consciente para tales fugas. Al iniciar el tratamiento analítico, mostraba una transferencia positiva bien desarrollada, pero esta transferencia creció de un modo inquietantemente rápido en los primeros días, y al cabo de una semana la paciente «abandonó» al psicoanalista antes de haberle podido hacer una interpretación al respecto.

La mejor manera de refrenar la compulsión repetidora del paciente la tenemos en el manejo de la transferencia. El paciente tiene que prestar, al menos, la mínima colaboración respetando las condiciones de existencia del tratamiento, con ello conseguimos dar a todos los síntomas una nueva significación. La transferencia crea una zona intermedia entre la enfermedad y la vida, neurosis de transferencia, este nuevo estado acoge todos los caracteres de la enfermedad, pero constituye una enfermedad artificial asequible a nuestra intervención. Los recuerdos surgen una vez vencida la resistencia.

Es un error creer que hay que revelarle al paciente su resistencia, más bien esto produce una intensificación de la misma y una mayor complicación de la situación general. La revelación de la resistencia no puede tener por consecuencia inmediata su desaparición. Ha de dejarse tiempo al paciente para ahondar en la misma, hasta entonces desconocida para él, elaborarla y dominarla, continuando a su pesar, el tratamiento conforme a la regla analítica fundamental.

El psicoanalista no tiene que hacer nada más que esperar y dejar desarrollarse el tratamiento. No puede considerar fracasado un tratamiento, cuando el mismo sigue, sigue su camino.

En la práctica la elaboración de las resistencias puede constituir una penosa labor para el psicoanalizado y una prueba de paciencia para el psicoanalista, pero es la labor que produce más acción modificadora del estado del paciente. Podemos equipararla a la derivación por reacción de las magnitudes de afecto aprisionadas por la represión que trabajábamos con la hipnosis y el método catártico.

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