LAS EDADES DE LA MENTE
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LAS EDADES DE LA MENTE
Es curioso que si hablamos de las edades de la mente, hablemos del envejecimiento, que lo que nos preocupa es eso de que somos mortales, que un día no vamos a estar aquí. A la mayoría le preocupa tanto que nada hace o poco hace en la vida y cuando se mueren no queda casi nada de ellos. No es el caso de los escritores, artistas, científicos, aquellos que tras su muerte siguen vivos porque se sigue acudiendo a sus productos, el fruto de su trabajo, sus enseñanzas, esos no mueren, esos fueron jóvenes porque no dejaron de trabajar, porque el trabajo se ve en los frutos, si no hay frutos no hay trabajo.
Si hablamos de edades de la mente podríamos hablar de los prejuicios, esa es la verdadera edad que tiene que preocuparnos, los prejuicios que frenan los progresos de las personas, de las artes, de las ciencias, bueno, los frenan o los dificultan, no reconocen que existen, y, sin embargo, existen.
Menassa ya escribió que no le iban a reconocer en vida toda la obra que ha hecho, que ha realizado, que eso no iba a pasar y por tanto no iba a preocuparse de hacerles cambiar de idea a los envidiosos. Él aprovechó el tiempo para trabajar, para escribir, para pintar, para hacer películas, para amar… por eso él ya no está, pero todo eso de él está, sigue vivo a unos días de su fallecimiento, MENASSA SIGUE VIVO, FREUD SIGUE VIVO A MÁS DE UN SIGLO DE SU MUERTE, es decir que esa es la edad, o seguimos viviendo como bebés, haciendo como que no sabemos, o somos seres humanos que tienen que trabajar para dejar huellas de su existencia, para mantener joven su pensamiento, sus amores. ESA ES LA EDAD.
¿Se puede envejecer a cualquier edad?
El envejecimiento, ya digo el Dr. Menassa, tiene que ver con sentir en el cuerpo lo que debería ser sentido en la palabra. Yo creo que el problema es que nos creemos, nos sentimos, nos hacemos los viejos antes de tiempo. El Dr. Menassa también dijo que la edad es la edad de nuestros prejuicios y claro, si no hemos hecho un trabajo serio para modificar nuestra ideología inconsciente, llegado un determinado momento somos descartables, basura, nos sentimos eso que nos hacen creer, inservibles. Yo creo que ese es el problema. Que hay jóvenes que viven como viejos, que hay adultos que viven como niños…. son cosas que arregla el psicoanálisis y, para qué, pues para que esas vidas sean vidas humanas, vidas vividas utilizando las herramientas que como seres humanos tenemos, entre las que están el trabajo, la creación, que es lo que al final de una vida queda, cuando nos morimos ya no queda nada, bueno, queda lo que hayamos podido producir, si es que fuimos capaces de algo.
La actitud juvenil ante la vida es muy positiva. Estar en contra de lo que le toca vivir no es algo particular de esta juventud. Los jóvenes de todos los tiempos siempre fueron críticos con lo que les tocaba vivir. Hay una juventud pasota y acomodaticia, pero también hay una niñez, una vida adulta y una vejez, tan pasota y acomodaticia como ella. Y lo más importante es que, al mismo tiempo, existen jóvenes, niños, adultos y viejos con una gran energía para el trabajo y los proyectos sociales.
¿Qué es una vejez digna para el psicoanálisis?
Yo antes de hablar de una vejez digna, hablaría de una vida digna, sin libertad, sin salud, es muy difícil que haya dignidad para un ser humano. Yo diría que en las sociedades actuales, a pesar de los avances técnicos, médicos, con los que contamos, a pesar de que podemos vivir muchísimo mejor que generaciones anteriores, también está el peligro de no vivir como un ser humano, de vivir como un rebaño, es decir, dejando que nos manejen, que nos digan lo que tenemos que comer, lo que tenemos que pensar, en qué tenemos que usar el dinero o cuándo tenemos que morir. Dignidad entonces, yo diría, es que cada ser humano tenga la libertad de poder construir su propia vida, construir su propio pensamiento, conocer y desarrollar sus capacidades, es decir, dibujarse en su particularidad, dentro de la generalidad que nos marca la especie de la que formamos parte. Luego de eso, si trabajamos eso, podremos o no tener una vejez digna, es decir, una vejez donde, como bien dijo el Dr. Menassa en innumerables ocasiones, uno tenga el dinero necesario para no andar mendigando amor, para que tus familiares no te liquiden, para seguir gozando del amor y de algunas actividades que son necesarias para seguir vivo, para seguir gozando. Si el sexo no cae, tampoco cae en la vejez, por lo que no puede haber una vejez digna si hay represión sexual, si hay represión intelectual, si hay represión en general. Los viejos tienen las mismas necesidades que los jóvenes, pero tienen menos prejuicios morales que los jóvenes.
¿Hay una edad para psicoanalizarse?
Muchas personas, hasta psicólogos, se escudan en que Freud dijo que para psicoanalizarse había una edad límite, un límite cronológico a partir del cual era muy difícil transformar a la persona. Pero lo dijo en un contexto, la capacidad de transformación del paciente no depende de la edad, depende de la fijación de la libido y de la resistencia que oponga el enfermo al desligamiento de sus tendencias infantiles. Cualquier momento es bueno para que alguien comience su psicoanálisis, de lo que depende el proceso es de su deseo de psicoanalizarse. Menassa ya pone varios ejemplos en sus libros de pacientes de edad avanzada que le pidieron tratamiento y que resuelven el motivo de consulta en relativamente poco tiempo. Lo que es necesario para psicoanalizarse es querer, venir a hablar para ser interpretado. Hay muchos jóvenes y no tan jóvenes, que vienen a pelearse con el psicoanalista, que no quieren cambiar ni a martillazos. Entonces, no depende de la edad, depende del deseo.
Menassa decía que la gente, dejándose llevar por la ideología reinante, a una cierta edad ya no proyecta y esa es la única gracia: componer, en este mismo momento, proyectos que, si dan algún fruto, lo darán dentro de 20 años. Y uno para entonces tendrá 70, 80, 90, pero como si tuviera 30, y esa es la gracia del psicoanálisis.
Si un hombre modera su envidia, hasta puede ser feliz de envejecer, de conocer el goce de los años y ambicionar más y, aún, envejeciendo, sentir que todo nace de una nueva manera y comienza una nueva vida, la vida de la vejez, que nunca nadie puede pensar que vivirá.
¿La edad a la que llegamos está determinada por el deseo?
El tiempo pasa, pero sólo para la piel. Con el sexo intacto, con el pensamiento intacto, quejarse porque la piel se arruga o está un poco seca no es cosa de hombres, es cosa de maricas. La vida no se gasta, lo que gasta el hombre viviendo son las células. A cierta edad, después de los 60, no es que el amor se haga torpe, lo que se entorpece, a veces, es la circulación sanguínea. No es el sexo lo que se olvida o cae en la vejez, es la moral imperante la que envejece el sexo. Ser viejo, como ser rico, es una propuesta de la mente. Dice nuestro maestro Menassa, vemos como las ideas no son viejas si son ideas que nos ayudan a vivir. Las ideas son viejas, se tengan a la edad que se tengan, cuando no nos ayudan a vivir, cuando nos reprimen, nos encasillan, nos encierran. El ser humano está hecho para desarrollarse, para mutar, para ser variable.
Para poder llegar a una alta edad, ¿hay que ser capaz de pensarse viejo?
Un hombre que tiene algo que decir a los 70 años vive, si tiene algo que decir a los 80, vive y si tiene algo que decir a los 120, también le dejan vivir.
En el proceso de envejecimiento, no hay que aceptar que te descarten. Por eso, recomienda Menassa NO JUBILARSE. Hay que seguir haciendo las mismas actividades mientras pueda. El amor y la compañía son vitales. La soledad mata a cualquier edad.
Si no eres capaz de pensar el futuro, cómo vas a desarrollar estrategias, proyectos, vives muerto. Más allá de que llegues o no a ese futuro, el que lo creas posible hoy te hace moverte, hacer cosas, estar con otros y eso es lo que te hace estar vivo. Hay que pensar cómo uno quiere vivir los años futuros, porque si quieres que alguien te ame entonces, vas a tener que empezar hoy a tratar mejor a la gente, es decir, que ese futuro lo estamos produciendo hoy. Por eso hay que cuidarse de hacer cagadas hoy o limpiarlas para no volverlas a hacer mañana. Yo recomiendo el psicoanálisis para vivir porque el psicoanálisis ayuda a vivir, ayuda a estas cosas, a ir conocimiento los encadenamientos de cada uno, las cosas que son necesarias para cada uno y para las cuales hay que ir trabajando, para cuidarlas. Y conocer las cosas que uno hace para estropearlas, es decir, los atentados contra la propia vida, los microsuicidios que producen muertes prematuras, enfermedades graves e incapacitantes, hasta la locura. No es moco de pavo.
¿El miedo a envejecer es algo que le pasa más a las mujeres que a los hombres?
Todos vamos a morir!! Horror!! Hombres y mujeres somos mortales, por tanto, ambos tenemos problemáticas con la inscripción de la mortalidad en nuestra vida, por eso cristalizan las enfermedades neuróticas, las enfermedades mentales. Pero qué ocurre, por ejemplo, Menassa dice en sus textos que a la mujer le cuesta más que al hombre pensra el futuro, que no puede elaborar estrategias, le cuesta más su inscripción social, le cuesta más acceder al mundo como trabajadora, ganar dinero… Que las mujeres tenemos un trabajo que hacer ahí para liberarnos de toda esa represión que se ha ejercido sobre nosotras, pero también para hacer un trabajo para liberarnos de las propias cadenas que nos ponemos nosotras mismas para no avanzar, para no progresar, para no hacer aquellas cosas a las que como seres humanos tenemos acceso. No somos sólo caras bonitas, somos soldados, trabajadoras, artistas… pero hay que hacerlo, se demuestra haciéndolo. Pensando el dinero que necesitamos para esos proyectos y consiguiéndolo. Si no, nada de nada.
Hace unos doscientos años que nació la palabra niño y su conceptualización. En esa época no había juventud, porque los jóvenes no eran jóvenes, eran hombres.
Y en la época actual todos deben saber, también los jóvenes, que las puertas de la droga, la perversidad, la corrupción, las violaciones, son infinitas y están permanentemente abiertas mientras que pequeñas puertas semicerradas son la casi impensable entrada de los jóvenes al trabajo, a la cultura, a la Universidad, a la sexualidad.
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