La importancia de la salud mental en el amor
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La importancia de la salud mental en el amor
Él es una película mexicana de 1953 dirigida por Luis Buñuel. El guion se escribió tomando como base la novela del mismo nombre de la escritora canaria Mercedes Pinto.
Francisco es un joven soltero, religioso, de buena posición social y virgen. Un día, en una ceremonia religiosa elige con su mirada su objeto amoroso, que buscará y enamorará, Gloria, que resultará ser novia de uno de sus amigos. Los celos patológicos del protagonista nos mostrarán cómo el amor no es la cura del alma.
Un destino desgraciado que nos enseña la importancia de la salud mental para vivir entre otros.
Buñuel era un hombre muy celoso; incluso Jeanne Rucar, su mujer, lo asegura en su biografía Memorias de una mujer sin piano. La película, basada en una novela de Mercedes Pinto, quien tuvo como esposo a un hombre machista, cuenta la historia de un psicótico paranoide, obsesivo, temeroso de perder a su mujer. A Buñuel, cuando leyó la novela, le fascinó el personaje de Francisco. Según sus propias palabras, «lo estudió como a un insecto». Jacques Lacan, psicoanalista y amigo de Buñuel, expuso Él a sus alumnos como claro ejemplo de la paranoia.
La película Él es considerada como una de las obras maestras de Luis Buñuel.
Un caso de paranoia persecutoria atendido por Freud:
Un joven médico fue condenado a la pena de destierro por haber amenazado de muerte a un hijo de un catedrático que hasta entonces había sido su mejor amigo. Nuestro enfermo atribuía a éste su antiguo amigo intenciones verdaderamente diabólicas y un poder demoníaco y le acusaba de todas las desgracias que durante los últimos años habían caído sobre su familia y de todos sus reveses personales. No contentos con esto, el perverso amigo y su padre habían provocado la guerra y facilitado la invasión de los rusos. Nuestro enfermo hubiera arriesgado su vida mil veces para lograr la desaparición de aquel malhechor, pues se halla persuadido de que su muerte pondría fin a todas sus desgracias; mas, sin embargo el cariño que profesa a su antiguo amigo es todavía tan intenso, que paralizó su mano un día en que hubiera podido matarle de un disparo de revolver.
Freud averiguó que sus relaciones de amistad con el supuesto perseguidor databan de sus primeros años de colegio y habían traspasado, por lo menos una vez, los límites de la amistad, pues una noche que durmieron juntos llegaron a realizar un completo acto sexual. Nuestro paciente no ha experimentado jamás hacia las mujeres los sentimientos correspondientes a su edad. Mantuvo relaciones con una bella y distinguida muchacha; pero notando ésta la frialdad de su prometido, rompió con él al poco tiempo. Bastantes años después se inició su perturbación psíquica repentinamente, en ocasión de haber logrado por vez primera satisfacer por completo a una mujer. En el momento en que ésta le abrazaba con reconocimiento y abandono, experimentó nuestro enfermo un súbito e intenso dolor, como si le seccionasen el cráneo de una cuchillada. Más tarde nos explicó él mismo este dolor, diciendo que no podía compararlo sino al que experimentaríamos si se nos saltase la tapa de los sesos para dejar al descubierto el cerebro, como suele hacerse en las autopsias o en algunas trepanaciones de gran extensión. Como su amigo se había especializado en la anatomía patológica, dedujo el enfermo que aquella mujer había sido una enviada suya, y a partir de este día comprendió claramente que todas las demás persecuciones de que se le hacía víctima eran provocadas por su antiguo amigo.
Sigmund Freud. Lecciones introductorias al Psicoanálisis
LOS CELOS
Los celos normales se manifiestan como tristeza y dolor por la persona, ideal, proyecto, trabajo… que se cree perdido. Junto a esta tristeza y este dolor, aparece un sentimiento de ofensa al narcisismo y, por último, sentimientos hostiles contra la persona a la cual se considera rival, aquella que le arrebató a uno lo que «tenía» y, generalmente también, hacia la persona que siente que le ha abandonado.
Los celos siempre responden a un motivo, a una causa, o son celos proyectados o son deseos.
Uno no siente celos de una mujer o de un hombre, uno siente celos de la madre, siempre de la madre. Como es tan primordial, aunque uno sea un superado, aunque tenga relaciones múltiples, aunque sea libre, aunque tenga conversaciones con su pareja acerca de una libertad y de una modernidad, no se dejan de sentir. Es una cosa primaria, primitiva y cada vez que tengo celos, mi partener no es mi partener sino que es mi madre.
Los celos, sentimiento a veces “feroz” capaz de mutilar, alterar vidas, destrozar pequeñas y grandes empresas, separar hermanos y amigos para siempre, empobrecer o anular cualquier proyecto.
Los celos son algo que el sujeto siente cuando nace y cuando se muere, el resto es todo fantasía. El tipo nace, el niño nace y con qué se encuentra, con que ya hay mundo y si uno es un desgraciado se encuentra con que ya tiene hermanos. Y cuando se muere hay un instante donde el moribundo siente celos, él se muere y el mundo sigue andando, él se muere y el mundo no va a cambiar ni un ápice de su funcionamiento, eso me da celos, que el mundo siga funcionando bien sin mi presencia.
Las típicas discusiones de pareja son para no darse cuenta que se aman, que están juntos, que viven bien y que a veces gozan. Nadie quiere reconocer que está bien con el otro.
Siempre hay celos, quiere decir que es un sentimiento, un estado afectivo, que llamamos “normal” en cuanto que es estructural, necesario, constitutivo en la formación del aparato psíquico, de tal modo que cuando no aparece ningún atisbo de celos, hay que pensar que se encuentran reprimidos, habiendo sucumbido a una enérgica represión y desempeñan en la vida anímica del sujeto, es decir, a nivel inconsciente un importante papel, que sobredetermina por ejemplo su modo de amar o de pactar. Podemos decir con Freud que dicho “senti-miento” nunca es totalmente racional, ya que no tiene que ver con la situación actual, sino que su raíz se edifica sobre el Complejo de Edipo, es decir no son proporcionados, coherentes con la situación real, ni deben ser escuchados como una verdad del sujeto, aunque sean “vividos” en un tiempo presente y racionalizados con argumentos varios, que siempre atribuyen al otro una situación en la que el celoso queda fuera de alguna escena. Hay que distinguir de entrada, los celos considerados normales de los delirantes, debiendo trabajar la realidad, la certeza y el grado de implicación del sujeto diferente en cada caso. LOS CELOS SON PUERTA DE ENTRADA AL DESEO.
Los celos expresan deseos, porque no todos los hombres me dan celos cuando miran a una mujer mía o a mi mujer o quien fuera como se le llame, algunos hombres me dan celos, que son generalmente los que a mí me gustan.
Pronto pasé esa etapa: empecé́ a serle infiel y a traicionarla. Y al dejar de sufrir por ese problema, le perdoné todas sus posibles fantasías sexuales, pidiéndole a Dios que en la vida real no me engañara. Pero lo más terrible de todo es que nunca voy a saber si mi esposa me fue fiel, porque nunca sabré́ qué es lo que hace durante mis largas ausencias. Por eso lo único que me queda es tener fe en su fidelidad. Cuando mi fe se debilita surge el demonio de los celos y entonces ninguna prueba es suficiente, pues en cualquiera mi intelecto encontraría una imperfección que la derrumbaría. Únicamente recuperar la fe del corazón nos libra de los celos, aunque desgraciadamente sea por poco tiempo.
PUSKIN – DIARIO SECRETO
Los celos y el confinamiento.
Una de cada tres parejas pone fin a su relación sentimental después de situaciones de convivencia intensas como las vacaciones o esta situación de confinamiento.
Pasar más tiempo en pareja puede convertirse en el escenario idóneo para que afloren los conflictos y las disputas.
Durante el periodo de trabajo, muchas parejas viven prácticamente separadas. Son largas jornadas laborales que se complementan con numerosas obligaciones domésticas, multiplicadas en el caso de quienes tienen niños. La mayoría comparte los momentos del día en que más cansados están: cuando han finalizado la jornada laboral y doméstica y se sientan para cenar. En este contexto, no sorprende que numerosas relaciones se deterioren de manera progresiva sin que, incluso, se tenga conciencia de ello. Hasta que llega una mayor convivencia o y, con ella, las posibles discusiones y las crisis.
La convivencia: una prueba de fuego
Al compartir más tiempo, lejos de la rutina de horarios y compromisos laborales y escolares, “es cuando se convive realmente. Surgen los problemas porque cada uno se muestra tal cual es”.
En numerosos casos la crisis de pareja lo que pone de manifiesto es una problemática individual de uno de los miembros de la pareja. Si una persona sufre depresión, un trastorno de ansiedad o cualquier otro problema psicológico, es muy probable que la convivencia se vea afectada. “Por este motivo, es tan importante contar con la ayuda de los profesionales para poder solventar estos trastornos”.
Discutir lo menos posible
Muchas parejas pasan el año tan centradas en resolver asuntos cotidianos, que se olvidan de cuidar su relación sentimental.
Es aconsejable poder hablar y permitir los tiempos de la conversación. No se trata de vomitar, sino de conversar, respetar los tiempos de escucha del otro. Si somos demasiado ansioso atosigamos a la pareja e impedimos que quiera escucharnos.
No se trata de culpas. Hay que tener un espíritu constructivo y dejar las revanchas para el diván del psicoanalista. Ya Freud demostró con su teoría del inconsciente que nuestras relaciones personales son el escenario donde se desarrolla nuestro erotismo y que éste depende de la más temprana época de nuestra infancia.
El psicoanálisis representa una educación sentimental, en el sentido de que el sentimentalismo es una cuestión infantil, no adulta, corresponde a un funcionamiento inmaduro del aparato psíquico que se regía por el placer y el egoísmo, que no tiene en cuenta al otro ni la conveniencia de nuestros actos.
El otro debe sentirse escuchado para sentirse amado. “Si se habla de buena manera, será más fácil que el resultado sea bueno. No se trata de competir con el otro, sino de convivir“.