LOS SUEÑOS

LOS SUEÑOS

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Notas extraídas del texto Los sueños de Sigmund Freud.

1900

Las obsesiones y los delirios son tan extraños a la conciencia normal como los sueños a la conciencia despierta, para la cual permanecen igualmente desconocidos los orígenes respectivos de ambas clases de fenómenos.

 Cuando se emplea el método psicoanalítico se demanda al paciente que dirija su atención sobre la idea de referencia; mas no, como ya lo ha hecho tantas veces, para meditar sobre ella, sino para observar claramente y comunicar al médico, sin excepción alguna, todo aquello que se le ocurra con respecto a ella. A la afirmación que quizá hace entonces el enfermo de que su atención no logra despertar en él ocurrencia alguna, se opone con la mayor energía la seguridad de que una tal carencia de representaciones es en absoluto imposible. Si puede conseguirse que el sujeto renuncie en absoluto a la crítica y continúe tejiendo las series de ideas que en él surgen mientras prosigue con su atención fija en el tema dado, se obtendrá un material psíquico que se enlazará claramente a la idea morbosa, revelará sus conexiones con otras ideas y permitirá, por último, sustituirla por una nueva que se incluya de una manera inteligible en el acervo ideológico del paciente.

EJEMPLO DE SUEÑO:

Varias personas comiendo juntas. Reunión de invitados o mesa redonda… La señora E. L. se halla sentada junto a mí, y coloca con toda confianza una de sus manos sobre mi rodilla. Yo alejo su mano de mí, rechazándola. Entonces dice la señora: «/Ha tenido usted siempre tan bellos ojos!…» En este punto veo vagamente algo como dos ojos dibujados o el contorno de los cristales de unos lentes…

Esto es todo el sueño, o, por lo menos, todo lo que de él recuerdo, pareciéndome oscuro y falto de sentido, pero, sobre todo, extraño. La señora E. L. es una persona con la que apenas he tenido relaciones de amistad, y jamás, que yo sepa, he deseado tenerlas más íntimas. No la he visto hace largo tiempo y no creo que en los últimos días hablase yo o me hablasen de ella para nada. El fenómeno onírico no fue en ese caso acompañado por afecto ninguno.

El reflexionar sobre este sueño no lo aproxima en nada a mi inteligencia. Sin propósito determinado y absteniéndome de toda crítica iré, pues, anotando las ocurrencias que surjan en mi autoobservación. Al comenzar a hacerlo observo en seguida que es muy ventajoso dividir el sueño en sus elementos y buscar las ocurrencias que se enlazan a cada uno de ellos.

El contenido del sueño es mucho más breve que aquellos pensamientos cuyo sustitutivo he convenido en declararle y que el análisis ha descubierto como estímulo provocador del sueño (Traumerreger) un nimio suceso del día anterior al mismo.

Distinguiremos el sueño, tal y como aparece en nuestro recuerdo, del material correspondiente hallado por medio del análisis, y denominaremos al primero contenido manifiesto del sueño, y al segundo contenido latente del mismo.

El proceso de la conversión del contenido latente en manifiesto lo denominaremos elaboración del sueño (Traumarbeit), siendo el análisis la labor contraria que ya conocemos y que lleva a cabo la transformación opuesta.

Todas las contradicciones y todos los errores que pululan en la literatura existente sobre el sueño son debidos al desconocimiento de su contenido latente, sólo revelable por el análisis.

Por la reacción del contenido latente al manifiesto pueden los sueños dividirse en tres categorías.

Distinguiremos en primer lugar aquellos que poseen un sentido y que al mismo tiempo son comprensibles; esto es, susceptibles de ser incluidos sin violencia en nuestra vida psíquica. Tales sueños, breves en general, son muy frecuentes y no despiertan, en su mayoría, nuestra atención por carecer de todo aquello que pudiera  causarnos extrañeza o asombro.

Un segundo grupo está formado por aquellos sueños que, aunque presentan coherencia y poseen un claro sentido, nos causan extrañeza por no saber cómo incluir dicho sentido en nuestra vida psíquica

Al tercer grupo pertenecen, por último, aquellos sueños que carecen de ambas cualidades: sentido y comprensibilidad, y se nos muestran incoherentes, embrollados y faltos de sentido

Los sueños de los niños, todos ellos realizan deseos estimulados durante el día y no cumplidos. Son simples y francas realizaciones de deseos. Aun en los casos en que el contenido de los sueños infantiles se complica y sutiliza, no se aleja su solución del cumplimiento de un deseo.

También en los adultos pueden reunirse numerosos ejemplos de tales sueños de tipo infantil; mas, como ya indicamos, son, en general, de breve contenido.

Sueñan entonces que ya se han levantado y están lavándose, o que se hallan ya en el colegio; la oficina, etc.; esto es, en el lugar en que efectivamente debían hallarse. En la noche anterior a un viaje se suele soñar haber llegado ya al punto de destino, y antes de una representación teatral o una reunión que se esperan con interés, el sueño anticipa no raras veces —impaciente— el placer esperado.

Los sueños presentan, en su mayoría, el más extraño e indiferente material, y nada hay en su contenido que pueda considerarse como la realización de un deseo.

En este tipo de sueños se muestra el deseo realizado ya, ofrece su realización real y presente, y el material de la representación onírica consiste predominantemente —aunque no con exclusividad— en situaciones e imágenes visuales. También en este grupo existe, pues, una especie de transformación, que puede considerarse como elaboración del sueño. Una idea en optativa es sustituida por una visión en presente.

También en los sueños confusos se ha verificado una tal transmutación, aunque no sepamos todavía si en ellos se trataba asimismo de un optativo.

Los sueños incoherentes. Si en un ejemplo cualquiera comparamos el número de los elementos de representación del contenido manifiesto con el de las ideas latentes cuya huella aparece en el sueño y que nos han sido descubiertas por el análisis, no podemos dudar de que la elaboración del sueño ha llevado a cabo una magna comprensión o condensación (Verdichtung), proceso de cuya magnitud no llega uno en principio a darse cuenta exacta, pero que nos va revelando su extrema importancia conforme vamos ahondando en el análisis de los sueños.

La elaboración del sueño procede entonces como Francis Galton en la formación de sus fotografías de familia; esto es, oculta los diversos componentes, superponiéndolos, y hace que surja con toda claridad lo que de común hay en ellos, mientras que los detalles contrarios se destruyen recíprocamente. Este proceso constitutivo aclara también en parte la singular vaguedad de muchos elementos del contenido del sueño.

La descomposición de tales productos mixtos por medio del análisis conduce con frecuencia por el camino más corto al significado del sueño. Cada uno de los elementos del contenido del sueño está superdeterminado por el material de las ideas del sueño; tiene su antecedente no en un solo elemento de las ideas del sueño, sino en toda una serie de ellos que no necesitan estar muy próximos unos a otros dentro del contenido latente, pues pueden pertenecer a los más diferentes sectores del tejido ideológico. El elemento del sueño es en realidad la representación, en el contenido manifiesto, de todo este diverso material.

Así como desde cada elemento del sueño conducen conexiones a varias ideas latentes, también generalmente se halla representada una sola idea por más de un elemento. Los hilos de asociación no convergen simplemente desde las ideas del sueño al contenido del mismo, sino que se cruzan y entretejen de múltiples maneras en el camino.

Aquello que en el sueño se presentaba amplia y precisamente como contenido esencial, tiene que contentarse después del análisis con un papel muy secundario entre las ideas del sueño, y lo que mis sentimientos me hacen ver como lo más importante entre dichas ideas resulta que no se halla representado en el contenido manifiesto, o lo está solamente por una lejana alusión y en la parte más imprecisa del mismo.

Ningún otro proceso contribuye tanto a ocultar el sentido del sueño y a hacer irreconocible la conexión entre el contenido manifiesto y las ideas latentes. Durante este proceso que denominaré desplazamiento del sueño (Traumverschiebung), veo asimismo transformarse la intensidad psíquica, la importancia y la capacidad de afecto de las ideas en vitalidad material. Lo más claro del contenido del sueño se me aparece a primera vista como lo más importante; pero el análisis nos muestra que un impreciso elemento del sueño constituye con frecuencia el más directo representante de la principal idea latente.

En algunos de ellos no tiene lugar al menor desplazamiento, y éstos son al mismo tiempo los más llenos de sentido y más comprensibles; por ejemplo, aquellos que hemos reconocido como realizaciones no disfrazadas de deseos. En otros sueños no hay un solo elemento de las ideas latentes que haya conservado su propio valor psíquico. Cuando más oscuro y confuso es su sueño, más participación debe atribuirse en su formación al factor desplazamiento.

Existen sueños que revelan inmediatamente su enlace con los sucesos del día anterior; pero en otros no se descubre la menor huella de un tal enlace. Acudiendo en estos últimos al análisis puede mostrarse que todo sueño, sin excepción alguna, está ligado a una impresión de los últimos días, o quizá más precisamente del último día antes del sueño (día del sueño). suele ser ésta tan insignificante, nimia y merecedora de ser olvidada, que ni siquiera podemos recordarla sino con esfuerzo.

Donde el contenido del sueño presenta en primer término una impresión indiferente como estímulo, el análisis revela siempre el suceso importante —justificado como estímulo —, que, sustituido por la impresión indiferente, ha entrado en conexión con sus enlaces asociativos.

El sueño no actúa nunca con nada que no sea digno de ocupar también nuestro pensamiento despierto, y que las pequeñeces que no llegan a atraer nuestro interés durante el día son también impotentes para perseguirnos en nuestro sueño.

Obran conjuntamente la condensación y el desplazamiento. En la primera hemos examinado ya el caso de que dos representaciones de las ideas del sueño que tiene algo de común, en punto de contacto, son situadas en el contenido manifiesto por una representación mixta, en la cual aparece un claro nódulo, que corresponde al elemento común, e imprecisas determinantes accesorias, correspondientes a las peculiaridades de cada una de dichas representaciones. Si a esta condensación se añade un desplazamiento, no se produce una representación mixta, sino que se forma un producto común intermedio, se muestran representadas simbólicamente por medio de comparaciones y metáforas, como en un lenguaje poético, rico en imágenes. No es difícil hallar las causas que obligan a adoptar esta forma expresiva a las ideas del sueño. El contenido del mismo se compone casi siempre de situaciones visuales y, por tanto, las ideas del sueño tienen, ante todo, que adoptar una disposición que las haga aptas para esta forma expositiva. Si intentamos sustituir las frases de un artículo político o de un informe forense por una serie de dibujos, comprenderemos fácilmente las transformaciones que la elaboración del sueño se ve obligada a llevar a cabo ante la necesidad de que el material dado pueda ser expuesto en el contenido.Entre el material psíquico de las ideas latentes se encuentran regularmente recuerdos de sucesos impresionantes, que datan con frecuencia de la más temprana niñez, y han sido percibidos por el sujeto —dado su carácter de sucesos exteriores— como situaciones visuales en su mayor parte. Estos elementos de las ideas latentes ejercen, siempre que les es posible, una influencia determinante sobre la conformación del contenido del sueño, y actúan como núcleo de cristalización sobre el material de las ideas latentes.

El sueño reconoce, en primer lugar, la innegable conexión entre todos los elementos de las ideas latentes por el hecho mismo de reunir dicho material para formar una situación. Reproduce la conexión lógica como aproximación en el tiempo y en el espacio, de un modo análogo al pintor que reúne en un cuadro que quiere representar el Parnaso a todos los poetas, los cuales jamás se han hallado juntos en la cima de una montaña, pero no por ello dejan de constituir una comunidad.

Todos los sueños de una misma noche revelan en el análisis proceder del mismo ciclo de pensamientos.

La relación causal entre las ideas queda unas veces sin representación alguna o es sustituida por la sucesión inmediata de dos largos trozos del sueño diferentes. A menudo esta última representación tiene lugar a la inversa, o sea que el primer trozo del sueño corresponde a la consecuencia, y el final del mismo al antecedente.

Las ideas contradictorias son representadas preferentemente en el sueño por un mismo y único elemento[546]. La oposición entre dos ideas, la relación de inversión halla en el sueño una notabilísima forma representativa, consistente en que otro trozo del sueño es transformado —simultánea o sucesivamente— en su contrario.

No poder moverse libremente, sirve para representar una contradicción entre impulsos, un conflicto de la voluntad.

 El absurdo en el sueño significa contradicción, injuria o burla en las ideas latentes ningún sueño es producido por sentimientos distintos de los egoístas. El yo del sueño no representa tan sólo a mi amigo, sino que también me representa a mí mismo.

Nuestra actividad psíquica acoge dicho contenido empleando determinadas representaciones previas y lo ordena ya, al percibirlo, entre las hipótesis comprensibles. Mas, al hacerlo así, corre peligro de falsearlo, y cae, efectivamente, en los más singulares errores, cuando no puede situarlo al lado de algo ya conocido.

Sabido es que no podemos contemplar una serie de signos extraños, ni oír una serie de palabras desconocidas, sin falsear primero su percepción, situándolos al lado de algo que nos es conocido, impulsados por la preocupación de la comprensibilidad.

Para el análisis tienen tanto valor aquellos sueños que semejan un desordenado montón de fragmentos incoherentes como los que presentan una lisa superficie continua.

Para la construcción de la fachada del sueño se emplean con frecuencia fantasías optativas que se hallan ya formadas en las ideas latentes y que son del mismo género que las que conocemos por pertenecer a nuestra vida despierta y llamamos, apropiadamente, «sueños diurnos».

Dicha elaboración no es, en modo alguno, creadora: no desarrolla ninguna fantasía propia, no juzga ni concluye nada y su función se limita a condensar el material dado, desplazarlo y hacerlo apto para la representación visual.

Ni siquiera las frases que se hallan en el contenido del sueño son de nueva composición, pues se revelan como construidas con fragmentos de frases pronunciadas, oídas o leídas por el sujeto.

Una gran cantidad de fenómenos de la vida cotidiana de los sanos: el olvido, las equivocaciones orales, los actos de aprehensión errónea y una determinada clase de errores, deben su génesis a un mecanismo psíquico análogo al sueño.

El corazón del problema se halla en el desplazamiento, la más singular de las funciones de la elaboración del sueño. Admitimos una relación causal entre la oscuridad del contenido del sueño y el estado de represión, o sea la incapacidad de devenir conscientes de algunas de las ideas del sueño, y me veo obligado a concluir que el sueño tiene que ser oscuro para no revelar las prohibidas ideas latentes. De este modo, llego al concepto de la deformación del sueño, obra de la elaboración del mismo, puesta al servicio de la ocultación de dichas ideas; esto es, del propósito de mantenerlas secretas.

Después de haber fijado el concepto de la represión y haber relacionado la deformación del sueño con el material psíquico reprimido, podemos expresar ya, con toda generalidad, el resultado capital del análisis de los sueños. De aquellos que se muestran comprensibles y presentan un claro sentido, hemos averiguado que son francas realizaciones de deseos; esto es, que la situación del sueño constituye en ellos la satisfacción de un deseo conocido de la conciencia, que ha quedado sin realizar en el día y es digno de interés. Sobre los sueños oscuros y embrollados nos enseña también el análisis algo análogo: la situación del sueño presenta también realizado un deseo que surge regularmente de las ideas latentes, pero la representación es irreconocible, no pudiendo aclararse sino por medio del análisis, y el deseo ha sucumbido a la represión y es extraño a la conciencia o está íntimamente ligado a ideas reprimidas que lo sustentan. La fórmula para tales sueños será, pues, la siguiente: son realizaciones disfrazadas de deseos reprimidos.

La opinión popular está en lo justo cuando considera el sueño como predicción del porvenir. En realidad, es el porvenir lo que el sueño nos muestra, mas no el porvenir real, sino el que nosotros deseamos. El alma popular se conduce aquí, según su costumbre, creyendo lo que desea.

Por su carácter de realización de deseos se dividen los sueños en tres clases:

  • En primer lugar, aquellos que muestran francamente un deseo no reprimido.
  • En segundo, los que exteriorizan disfrazadamente un deseo reprimido;
  • En tercer lugar, representan un deseo reprimido, lo hacen sin disfraz alguno o con un disfraz insuficiente. Sueños de angustia, sensación que acaba por interrumpirlos. Puede demostrarse, sin gran dificultad, que el contenido ideológico que nos produce angustia o terror fue en su día un deseo y sucumbió después a la represión.

Es indudable que los deseos o las necesidades en actividad constituyen un obstáculo a la conciliación del sueño. ¿Quién no conoce la divertida historia del niño caprichoso que, despertándose a media noche, grita desde su cama: Quiero el rinoceronte? Un niño más juicioso, en vez de despertarse y alborotar, hubiera soñado que jugaba con el deseado animal. El sueño, que muestra cumplido el deseo, goza del completo crédito mientras el sujeto duerme, y haciendo cesar durante este tiempo el impulso optativo, consigue que el reposo no se interrumpa. No puede negarse que la imagen del sueño es aceptada como verdadera, pues se reviste con la apariencia de una percepción, y el niño no posee la facultad, que se adquiere más tarde, de distinguir entre fantasía, alucinación y realidad.

El adulto sabe ya establecer esta diferenciación; ha comprendido también la inutilidad de desear, y ha aprendido, tras de largos esfuerzos, a aplazar sus impulsos hasta que la transformación de las circunstancias exteriores facilite su realización. Esta experiencia del adulto hace que sean muy raras en él las realizaciones de deseos por el corto camino psíquico del sueño.

En el adulto se ha constituído una instancia psíquica que, instruida por la experiencia de la vida, ejerce con celosa severidad una influencia dominadora y coercitiva sobre los sentimientos anímicos, y posee, por su posición con respecto a la conciencia y a la movilidad contingente, los máximos medios de potencia psíquica. Una parte de los sentimientos infantiles ha sido reprimida, como inútil para la vida, por esta instancia, y todo el material de ideas que de dicha parte se deriva se halla en estado de represión.

Hasta en el más profundo sueño se mantiene vigilante un cierto acervo de libre atención, como centinela contra las excitaciones sensoriales, que a veces consideran más conveniente despertar al sujeto que dejarle proseguir su sueño.

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El sueño, que, a modo de transacción, satisface simultáneamente a ambas instancias, creando una especie de desahogo psíquico para el deseo reprimido o formado con ayuda de lo reprimido, representándolo como realizado, y haciendo posible al mismo tiempo el reposo. Nuestro yo gusta en esto de conducirse como un niño, y presta fe a las imágenes del sueño, como si quisiera decir: «Sí, tienes razón, pero déjame dormir».

Casi todo hombre civilizado ha conservado en algún punto la conformación infantil de la vida sexual y comprendemos de este modo que los deseos sexuales infantiles reprimidos proporcionan las más frecuentes y poderosas fuerzas instintivas para la formación de los sueños.

La mayoría de los símbolos oníricos sirve para la representación de personas, parte del cuerpo y actos que poseen interés erótico. Muchos de los símbolos del sueño son bisexuales y pueden referirse a los genitales masculinos o a los femeninos, según el contexto en que se hallen incluidos.

El simbolismo de los sueños constituiría el más importante medio auxiliar de la interpretación en aquellos casos en que faltan o son insuficientes las ocurrencias del sujeto.

El simbolismo onírico va mucho más allá de los sueños. No pertenece a ellos como cosa propia, sino que domina de igual manera la representación en las fábulas, mitos y leyendas, en los chistes y en el folklore, permitiéndonos descubrir las relaciones íntimas del sueño con estas producciones Mas debemos tener en cuenta que no constituye un producto de la elaboración del sueño, sino que es una peculiaridad — probablemente de nuestro pensamiento inconsciente— que proporciona a dicha elaboración el material para la condensación, el desplazamiento y la dramatización.

Las ideas latentes se nos muestran como un rico material de formaciones psíquicas de orden más elevado, y provistas de todas las características de una función intelectual, material que escapa a la conciencia hasta que le da noticias de sí por medio del contenido del sueño.

Debemos admitir que tales pensamientos existen en todo individuo, dado que casi todos los hombres, hasta los más normales, sueñan. A lo inconsciente de las ideas del sueño y a su relación con la conciencia y con la representación se enlazan otros problemas de gran importancia para la Psicología, pero cuya solución habrá de aplazarse hasta que el análisis haya esclarecido la génesis de otras formaciones psicopáticas, tales como los síntomas histéricos y las ideas obsesivas.

Material extraído del texto de Sigmund Freud “Los sueños” publicado en 1900. Editorial Biblioteca Nueva.

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