Neurosis y Psicosis

Neurosis y Psicosis
Hemos conocido la vida psíquica normal mediante la indagación de sus trastornos, cosa que no hubiera podido ser de esa manera si neurosis y psicosis tuvieran causas específicas. No es posible separar científicamente la normalidad psíquica de la anormalidad.
La etiología común de una psiconeurosis o una psicosis es siempre la privación, el incumplimiento de uno de aquellos deseos infantiles, jamás dominados, que tan hondamente arraigan en nuestra organización, determinada por la filogenia. Esta privación tiene siempre en el fondo un origen exterior, aunque en el caso individual parezca partir de aquella instancia interior (en el super-yo) que se ha atribuido la representación de las exigencias de la realidad.
El efecto patógeno depende de que el yo permanezca fiel en este conflicto a su dependencia del mundo exterior e intente amordazar al Ello, o que, por el contrario, se deje dominar por el Ello y arrancar así a la realidad.
¿Qué es la neurosis?
La neurosis de transferencia corresponde al conflicto entre el yo y el Ello; las neurosis narcisistas (MELANCOLÍA) a un conflicto entre el yo y el super-yo, y la psicosis, al conflicto entre el yo y el mundo exterior. En todas las formas de enfermedad psíquica habría de tenerse en cuenta la conducta del super-yo.
Cada vez que el Yo no puede conciliar su apetito de esclavizarse a todos sus amos, aparece el conflicto; es decir, cada vez que el Yo tenga que decirle que no al Superyo, al Ello o a la Realidad Objetiva, se establece el conflicto.
EN LA NEUROSIS
El Yo, en los procesos neuróticos, al no aceptar una tendencia libidinosa inconsciente del Ello, tratando de expulsar, de negar, de que no se realice ese deseo inconsciente, juega a favor del Superyo y la realidad objetiva, en contra del Ello. El yo se defiende a través de la represión, pero lo reprimido se rebela contra este destino y se procura, por caminos sobre los cuales no ejerce el yo poder alguno, una satisfacción sustitutiva —el síntoma— que se impone al yo como una transacción.
El Ello al verse reprimido, desplazado, negado hace pasar la energía por lugares donde el Yo no puede controlarla y aparece el síntoma, y ahora el neurótico tiene con su síntoma el mismo problema que tenía con la tendencia sexual inconsciente, es decir lo vive como una cosa extraña a él y toda su ocupación que antes era reprimir el deseo inconsciente, ahora es expulsar de sí el síntoma aparecido como transacción entre el cumplimiento del deseo y su represión, entre el deseo y su renuncia.
El síntoma neurótico es una lucha que se establece entre el Yo (a cargo de la ley, teniendo en cuenta la realidad y el Superyó) en contra de tendencias sexuales incestuosas, inconscientes.
EN LA PSICOSIS
En la psicosis el conflicto se da entre el Yo y la realidad. El Yo, en presencia de un Superyó mal constituido, es tironeado desde el Ello, juega a favor del Ello, de los deseos inconscientes, recupera su líbido objetal puesta en la realidad -con lo cual la realidad desaparece-, y se forma una realidad que invade el mundo psíquico del paciente psicótico, ordenada por el principio del placer, por los deseos inconscientes, por los deseos incestuosos.
Cuando se dice que el psicótico confunde la cosa con la palabra, quiere decir exactamente que su aparato psíquico en el lugar donde corresponde estar la palabra “mesa”, él no tiene la palabra “mesa”, tiene una mesa. La confusión de la palabra con la cosa quiere decir que si el sujeto llegara a decir, a pensar, a imaginar que tiene odio, alguien moriría por ese odio.
La confusión entre categorías, la asimilación de una categoría a otra, por ejemplo: lo bueno es lo bello, lo bello es lo divino, es una producción delirante y el sujeto que pronuncia la frase padece de una confusión entre la cosa y la palabra.
Las neurosis están plagadas de cortes psicóticos, como por ejemplo confundir lo bello con lo bueno, lo bello con lo divino, o una explicación con una insinuación, una seducción con una hostilidad, o confundir al psicoanalista con la madre.
Niveles de perturbación del proceso simbólico; se dice, los procesos psicóticos tienen alterado el lenguaje, pero a mi entender no se ha explicado bien qué es ese trastorno del lenguaje. Porque un verdadero trastorno del lenguaje, por ejemplo, por qué está respirando tan fuerte cuando en realidad el ruido que escucho es el ruido del viento en el tejado. Eso podría ser un trastorno del lenguaje.
Creo que el lenguaje está trastornado cada vez que cometo un acto fallido, porque trastornado el lenguaje quiere decir que en el lenguaje donde normalmente no se ve o pasa desapercibido que hablo yo y habla el Otro, se percibe, se ve, se hace visible que hablo yo y habla el Otro; bueno pero eso es un lapsus, no hace falta delirar para darse cuenta que el discurso donde hablo, hablo yo y habla el Otro.
El psicótico se transforma más rápidamente en un humano a nuestro decir, que un enfermo psicosomático o, a veces, un neurótico.
La psicosis es un problema del Yo con la realidad, pero esto no quiere decir que sea más grave que un conflicto entre el Yo y el Superyó, o un conflicto entre el Yo y el Ello.
Tanto la neurosis como la psicosis tienen la característica de sufrir la influencia del Superyo.
Por ese motivo, toda enfermedad es social porque toda la enfermedad es el producto de una desavenencia del Yo frente a la realidad, en todos los casos a pedido del Superyó que le dice que la acepte, o a pedido del Ello que le pide que la rechace.

“Brotarse”, tener trastornos del lenguaje, es algo absolutamente corriente, que en realidad muestra el funcionamiento del aparato del sistema inconsciente.
El desenlace de todas estas situaciones habrá de depender, indudablemente, de circunstancias económicas, de las magnitudes relativas de las tendencias combatientes entre sí. Además, el yo podrá evitar un desenlace perjudicial en cualquier sentido, deformándose espontáneamente, tolerando daños de su unidad o incluso disociándose en algún caso. De este modo, las inconsecuencias y las chifladuras de los hombres resultarían análogas a sus perversiones sexuales en el sentido de ahorrarles represiones.
Tanto la neurosis como en la psicosis son expresión de la rebeldía del Ello contra el mundo exterior o, si se quiere, de su incapacidad para adaptarse a la realidad.
Recordemos qué funciones cumplen estas instancias de nuestro aparato psíquico:
ELLO
Es la más antigua de esas provincias o instancias psíquicas, tiene por contenido todo lo heredado, lo innato. En este ello actúan las pulsiones orgánicas, formadas a su vez por la fusión en proporción variable de dos fuerzas primordiales (Pulsión de vida o Eros y Pulsión de muerte o de destrucción), y diferenciados entre sí por sus respectivas relaciones con órganos y sistemas orgánicos. La única tendencia de estas pulsiones es la de alcanzar su satisfacción, que procuran alcanzar mediante determinadas modificaciones de los órganos, con ayuda de objetos del mundo exterior. Mas la satisfacción pulsional inmediata e inescrupulosa, tal como la exige el ello, llevaría con harta frecuencia a peligrosos conflictos con el mundo exterior y a la destrucción del individuo.
El ello no tiene consideración alguna por la seguridad individual, no reconoce el miedo. Para el Ello no rigen las restricciones críticas de la lógica, que rechaza una parte de esos procesos, considerándolos inaceptables y tratando de anularlos. El ello, aislado del mundo exterior, tiene un mundo propio de percepciones. Percibe con extraordinaria agudeza ciertas alteraciones de su interior, especialmente las oscilaciones en la tensión de sus necesidades pulsionales, oscilaciones que se consciencian como sensaciones de la serie placer-displacer.
El ello obedece al inexorable principio del placer, mas no sólo el ello se conduce así. Parecería que también las actividades de las restantes instancias psíquicas sólo consiguen modificar el principio del placer, pero no anularlo.
YO
Bajo la influencia del mundo exterior real una parte del ello experimenta una transformación particular. Se desarrolla paulatinamente una organización que desde entonces oficia de mediadora entre el ello y el mundo exterior. A este sector de nuestra vida psíquica le damos el nombre de yo.
En virtud de la relación preestablecida entre la percepción sensorial y la actividad muscular, el yo gobierna la motilidad voluntaria. Su tarea consiste en la autoconservación, y la realiza en doble sentido. Aprende a modificar el mundo exterior, adecuándolo a su propia conveniencia (a través de la actividad).
Hacia el interior, frente al ello, conquista el dominio sobre las exigencias de las pulsiones, decide si han de tener acceso a la satisfacción, aplazándola hasta las oportunidades y circunstancias más favorables del mundo exterior, o bien suprimiendo totalmente las excitaciones pulsionales. El aumento de las tensiones pulsionales se hace sentir por lo general como displacer, y su disminución como placer. El yo persigue el placer y trata de evitar el displacer. Responde con una señal de angustia a todo aumento esperado y previsto del displacer, calificándose de peligro el motivo de dicho aumento, ya amenace desde el exterior o desde el interior.
SUPERYO
Una parte del mundo exterior es abandonada, por lo menos parcialmente, como objeto, y en cambio es incorporada al yo mediante la identificación; es decir, se convierte en parte integrante del mundo interior. Esta nueva instancia psíquica continúa las funciones que anteriormente desempeñaron las personas correspondientes del mundo exterior: observa al yo, le imparte órdenes, lo corrige y lo amenaza con castigos, tal como lo hicieron los padres, cuya plaza ha venido a ocupar. A esta instancia la llamamos super-yo, y en sus funciones judicativas la sentimos como conciencia. No deja de ser notable que el super-yo despliegue a menudo una severidad de la cual los padres reales no sentaron precedentes, y también que no sólo llame a rendir cuentas al yo por sus actos cabales, sino también por sus pensamientos e intenciones no realizadas, que parece conocer perfectamente.
En la medida en que se diferencia el yo o se le opone, este super-yo constituye una tercera potencia que el yo ha de tomar en cuenta. Una acción del yo es correcta si satisface al mismo tiempo las exigencias del yo, del super-yo y de la realidad; es decir, si logra conciliar mutuamente sus demandas respectivas. El super-yo es, en efecto, el heredero del complejo de Edipo y sólo queda establecido una vez liquidado éste.
El ello y el super-yo tienen una cosa en común: ambos representan las influencias del pasado: el ello, las heredadas; el super-yo, esencialmente las recibidas de los demás, mientras que el yo es determinado principalmente por las vivencias propias del individuo; es decir, por lo actual y accidental.
No es posible atribuir al ello un propósito como el de mantenerse vivo y de protegerse contra los peligros por medio de la angustia: tal es la misión del yo, que además está encargado de buscar la forma de satisfacción que sea más favorable y menos peligrosa en lo referente al mundo exterior. El super-yo puede plantear, a su vez, nuevas necesidades, pero su función principal sigue siendo la restricción de las satisfacciones.
El yo combate en dos frentes: debe defender su existencia contra un mundo exterior que amenaza aniquilarlo, tanto como contra un mundo interior demasiado exigente. El yo encuentra más dificultades para escapar de los peligros interiores que a los exteriores.
Cuando el yo resiste con éxito a la tentación de hacer algo que sería objetable por el super-yo, se siente exaltado en su autoestima y reforzado en su orgullo, como si hubiese hecho una preciosa adquisición.
La experiencia clínica nos demuestra que la causa desencadenante de una psicosis radica en que, o bien la realidad se ha tornado intolerablemente dolorosa, o bien las pulsiones del ello han adquirido extraordinaria exacerbación.
La diferencia más importante entre la neurosis y la psicosis es que la neurosis sería el resultado de un conflicto entre el «yo» y su «Ello», y, en cambio, la psicosis, hay una perturbación de las relaciones entre el «yo» y el mundo exterior.
NEUROSIS –> CONFLICTO YO Y EL ELLO
PSICOSIS –> CONFLICTO YO Y MUNDO EXTERIOR
Las neurosis y las psicosis suponen un fracaso de la función del yo.
El yo podrá evitar un desenlace perjudicial en cualquier sentido, deformándose espontáneamente, tolerando daños de su unidad o incluso disociándose en algún caso.
FUENTES:
Sigmund Freud, Neurosis y Psicosis (1923) [1924]
Sigmund Freud, La pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis (1924)
Sigmund Freud, Compendio del Psicoanálisis (1938)
Miguel Oscar Menassa, Freud y Lacan – hablados – 6 (2016)