PARA ENTENDER UN POCO DE LA TÉCNICA PSICOANALÍTICA: LA TRANSFERENCIA

PARA ENTENDER UN POCO DE LA TÉCNICA PSICOANALÍTICA: LA TRANSFERENCIA

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LA TRANSFERENCIA

¿Qué es la transferencia en Psicoanálisis?

La primera vez que Freud toca este tema de la transferencia es en el libro LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS y formula el concepto de transferencia, es un concepto de la técnica psicoanalítica. Toda representación, toda la energía de una representación no permitida por la represión, desplaza la energía a una representación más potable, aceptada por la conciencia. La transferencia es el desplazamiento, sin transferencia no hay psicoanálisis, es decir sin transferencia no hay quien cure a nadie.

La disposición congénita y las experiencias de cada vida, sobre todo en los primeros años de existencia, determina, en cada individuo, la modalidad especial de su vida erótica, fijando los fines de la misma, las condiciones que el sujeto habrá de exigir en ella y los instintos que en ella habrá de satisfacer. El destino de un hombre es determinado por dos poderes constitución y azar, muy rara vez, quizá nunca, por uno sólo de ellos.  

La transferencia no es algo que traiga el paciente de la casa, ni es algo que le otorgue como un don el psicoanalista, ni es el pasado del paciente ni nada de eso, es un concepto teórico que se instala cuando se comienza una relación psicoanalítica y que regula no sólo al paciente sino también al psicoanalista. La transferencia regula no sólo el decir del paciente sino que regula también el decir del psicoanalista.

Puedes ver aquí el vídeo donde hablamos de este tema.

La transferencia no se interpreta, la transferencia se vive.

Fuera del campo de la transferencia no es efectiva la palabra.  El vínculo de la transferencia tiene que llegar a ser más fuerte que las relaciones con mi papá, con mi mamá, con mi mujer, ¿por qué? Porque si no, no escucho.  Es muy interesante esto porque a ti te llevó a la enfermedad  escuchar esas palabras que venían en los carriles amorosos que ahora tienes que suspender para abrir este nuevo carril amoroso, donde se le van a decir otras cosas que le puedan sacar de esa situación de enfermedad.

Tengo que dejar que se juegue, tengo que arriesgar a que se vaya el paciente, si se quiere ir, ya volverá. Si yo no cometí error, ya volverá. Pero si no se va, él solito va a hablar de las asociaciones que me lleven, a mí, a pensar qué es lo que le está pasando en esa situación.

Es el mecanismo capaz de transferir el mundo psíquico al mundo de la realidad objetiva y creer que esa transferencia psíquica es objetiva. Es decir, que si alguno de ustedes me llama con mi nombre propio, pero me trata como a su padre, a su madre, a su novia, está creyendo que esa transferencia se hizo sobre mi realidad objetiva, para ese otro es realidad objetiva cuando es realidad psíquica. Porque yo no soy su padre, su madre o su novia, aunque el me trate como así. 

Las fobias, la histeria y la neurosis obsesiva, son neurosis de transferencia, estos pacientes soncapaces de transferir su mundo psíquico al mundo real y creer que es real.

¿Cuando se sabe que se ha establecido la transferencia para que se instaure el proceso psicoanalítico?

Surge espontáneamente en todas las relaciones humanas, es el verdadero substrato de la influencia terapéutica y actúa con tanta mayor energía cuanto menos se sospecha su existencia. Así, pues, no es el psicoanálisis el que la crea, sino que se limita a revelarla a la consciencia y se apodera de ella para dirigir los procesos psíquicos hacia el fin deseado.

La transferencia de los neuróticos en análisis parece más intensa que la de los no analizados.

No hay interpretación antes del establecimiento de la transferencia. Sin transferencia no hay psicoanálisis, es decir sin transferencia no hay quien cure a nadie. Al campo del psicoanálisis no se llega sin antes haber decidido diluir toda la vida en la vida de la transferencia. El psicoanalista sólo puede comandar que eso sea un tratamiento psicoanalítico. El resto lo hace todo el paciente.

El establecimiento de la transferencia jamás le puede hacer daño al paciente, el perjudicado gravemente si no está a su vez en psicoanálisis, si no supervisa y si no pertenece a un grupo de pertenencia o a una institución de pertenencia, el que padece los efectos de la transferencia no es el paciente, es el psicoanalista. 

El psicoanalista se tiene que quedar calladito, escuchar mucho, hablar cuando es conveniente, decir todo lo que se le ocurra si está bien psicoanalizado, porque si se me ocurre y estoy con el paciente tiene que ver con el paciente. La interpretación para el psicoanalista es inconsciente, cuando es consciente eso es psiquiatría, no que el psicoanalista le indica el camino sino que el psicoanalista abre las puertas, 30 puertas y el paciente elige su camino y ahí comienza el desarrollo de su vida.

La relación entre paciente y analista se instaura en un plano que no es simétrico ni recíproco. El sujeto, en su discurso, está situado en la dimensión del engañarse. El paciente desea lo contrario de lo que vino a proponer como objetivo primordial de su análisis. La propia mentira se postula como tal en la dimensión de la verdad. El psicoanalista espera al sujeto y le devuelve según su propio mensaje en su verdadera significación.

Toda enunciación habla del deseo y es animada por él.

¿El enamoramiento puede ser una transferencia negativa para avanzar en el proceso psicoanalítico?

Sin amor nadie hace caso a lo que uno le dice, nos dejamos guiar por lo que nos dicen las personas amadas. Entonces, el vínculo de transferencia, en este decir de Freud, es más fuerte que mis relaciones amorosas. La transferencia no es ni positiva ni negativa. Sólo hay una transferencia. Todo el tiempo el paciente me quiere sacar del sillón y me quiere llevar a pasear por la calle y yo lo tengo que traer de la calle y tumbarlo en el diván. Es un juego permanente.

Hay un sin fin de relaciones entre el paciente y el psicoanalista. Hay corrientes afectivas, de dolor, de indignación, de pregunta. Pero no es que el psicoanalista se esté relacionando con el paciente para que pase eso. El psicoanalista tiene que estar relacionado con su psicoanálisis. Tiene que estar relacionado con la teoría psicoanalítica.

Cada relación terapéutica tiene una novedad y un camino, por lo tanto, el psicoanalista lo único que no tiene que tener es personalidad.

Claro, en este proceso donde el paciente transfiere sobre el psicoanalista sus relaciones fantásmáticas pasará por ese proceso de “enamoramiento”, pero cuando esto sucede, parece que al paciente ha dejado de interesarle el proceso terapéutico, que ahora está más interesado en conseguir la atención del psicoanalista, en seducirlo… en calmar su ansia de amor, claramente vemos que es un fenómeno de la resistencia, una tentación para abandonar, una vez más, el proceso de trabajo que le permitirá transformarse, es decir, dejar de estar enfermo. Sin embargo, hay que pasar por ahí, la ayuda más poderosa es la transferencia positiva. En cambio, por enemigos tenemos la transferencia negativa, la resistencia represiva del yo (el displacer que le inspira el pesado trabajo que se le encarga), el sentimiento de culpabilidad surgido de su relación con el superyo y la necesidad de estar enfermo. Allí donde la libido aparece en el tratamiento surge el combate. Todas las fuerzas que motivaron la regresión de la libido se alzarán, en calidad de resistencias, contra la labor analítica.

No hay que caer en la trampa, ni cuando el paciente se nos muestra totalmente afin ni cuando se nos muestra totalmente contrario. Cada uno de los actos y ocurrencias del paciente son una transacción entre las fuerzas favorables a la curación y las opuestas a ellas.

Cualquier intervención psicoanalítica es para mostrarte la presencia de los otros.

¿Las ganas de curarse del paciente son producto de la relación terapéutica o vienen únicamente del trabajo que hace el paciente?  

Veis cómo es el aparato psíquico, el paciente quiere y no quiere, viene a tratamiento para desprenderse de sus síntomas, pero operan en él importantes fuerzas que se oponen a su transformación, se defiende de todo lo que venga a moverle de ese lugar, incluso su Yo va incorporando los síntomas confundiéndose con ellos, por eso cuanto más tiempo pasa el paciente sin tratamiento más difícil es sacarlo de ese lugar.

Tenemos que pensar que el proceso de represión que dio lugar a los síntomas fue un mecanismo defensivo del aparato psíquico de esa persona ante la posibilidad de sentir displacer ante la manifestación de un deseo de carácter infantil incestuoso, es decir, un deseo que no es aceptado por la conciencia moral de esa persona, pero que sin embargo abriga. Por esto mismo, el síntoma es expresión del fracaso de ese proceso represivo, fracaso porque la represión no logra hacer desaparecer ese deseo inconsciente, y como efecto aparecerán los síntomas que expresan de una forma disfrazada, distorsionada, desplazada, ese deseo. Si el sujeto reconociese el deseo se volvería a producir una represión.

Lo que tratamos de hacer en el tratamiento psicoanalítico es poner en disposición al paciente para que gestione de otra forma esas tendencias que siempre van a estar en nosotros, que forman parte de nuestra vida primitiva, pero que tienen que socializarse, transformarse, mutarse en nuevas expresiones. Por eso el psicoanalista interpreta desde la transferencia, es decir, desde ese lugar donde el sujeto expresa sus deseos inconscientes y los rechaza.

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