SOBRE EL SISTEMA INMUNOLÓGICO

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HABLAMOS SOBRE EL SISTEMA INMUNOLÓGICO
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MIÉRCOLES 27 ENERO 2021
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Aunque vivimos expuestos a la actividad nociva de innumerables microorganismos -bacterias, virus, hongos, parásitos-, nuestro organismo cuenta con la mejor defensa natural ante ellos: el sistema inmune. Sin él, por ejemplo, cualquier infección podría matarnos.

El sistema inmune está formado por una compleja red de órganos, tejidos, células y sustancias específicas, e impecablemente organizado, es capaz de reconocer millones de microbios diferentes y de destruir con eficacia los cuerpos extraños que lleguen a nuestro organismo. ¿Cómo lo hace? A través de la detección de unas partículas presentes en esos microorganismos, conocidas como antígenos, y que funcionan como una señal de algo que es ajeno a nuestro organismo.

Un sistema inmune competente, por tanto, se caracteriza por su capacidad tanto para reconocer y destruir estructuras extrañas, potencialmente nocivas, como para identificar como propios aquellos tejidos y células que le pertenecen, es decir la capacidad de discriminar lo propio y lo no propio.

¿Cuáles son las partes del sistema inmunitario?

  • La piel: Puede ayudar a evitar que los gérmenes ingresen al cuerpo.
  • Membranas mucosas: Son los revestimientos internos húmedos de algunos órganos y cavidades corporales. Producen mucosidad y otras sustancias que pueden atrapar y combatir los gérmenes.
  • Glóbulos blancos: Luchan contra los gérmenes.
  • Órganos y tejidos del sistema linfático: Incluyen el timo, el bazo, las amígdalas, los ganglios linfáticos, los vasos linfáticos y la médula ósea. Producen, almacenan y transportan glóbulos blancos.

¿Cómo funciona el sistema inmunitario?

El sistema inmunitario defiende el cuerpo contra sustancias que considera dañinas o extrañas. Estas sustancias se llaman antígenos. Pueden ser gérmenes como bacterias y virus; o sustancias químicas o toxinas. También pueden ser células dañadas por el cáncer o quemaduras solares.

Cuando el sistema inmunitario reconoce un antígeno, lo ataca. A esto se le llama respuesta inmune. Parte de esta respuesta es producir anticuerpos. Los anticuerpos son proteínas que actúan para atacar, debilitar y destruir antígenos. Su cuerpo también produce otras células para combatir el antígeno.

Luego, el sistema inmunitario recuerda el antígeno. Si vuelve a reconocerlo, puede identificarlo y enviar rápidamente los anticuerpos correctos. Gracias a esto, en la mayoría de los casos usted no se enferma. A esta protección contra una determinada enfermedad se conoce como inmunidad.

¿Cuáles son los tipos de inmunidad?

Hay tres tipos diferentes de inmunidad:

  • Inmunidad innata: Es la protección con la que nace. Es la primera línea de defensa de su cuerpo. Incluye barreras como la piel y las membranas mucosas. Evitan que sustancias nocivas entren al cuerpo. También incluye algunas células y sustancias químicas que pueden atacar sustancias extrañas
  • Inmunidad activa: También llamada inmunidad adaptativa, se desarrolla cuando se infecta o se vacuna contra una sustancia extraña. La inmunidad activa suele ser de larga duración. Para muchas enfermedades, puede durar toda la vida.
  • Inmunidad pasiva: Ocurre cuando recibe anticuerpos contra una enfermedad en lugar de producirlos a través de su propio sistema inmunitario. Por ejemplo, los bebés recién nacidos tienen anticuerpos de sus madres. Las personas también pueden obtener inmunidad pasiva a través de productos sanguíneos que contienen anticuerpos. Este tipo de inmunidad le brinda protección inmediata, pero solo dura unas pocas semanas o meses.

Como cualquier sistema del cuerpo, el inmune funciona con un trabajo en equipo en todo el cuerpo. Los glóbulos blancos, también llamados leucocitos, son los héroes del sistema inmune, pues son los que luchan directamente contra los gérmenes. Estos son apenas el 1% de las células en la sangre, pero su impacto es muy grande.

Cuando nuestro sistema inmunitario reacciona ante una infección, se da una respuesta que conocemos como inflamación, producida por el desplazamiento de los glóbulos blancos -nuestras células defensoras- hasta el punto del organismo en el que están actuando los microorganismos infecciosos. Por ejemplo, se puede inflamar la zona donde nos hemos hecho un corte o herida o, durante un catarro, la garganta.

Los glóbulos blancos, conocidos también como leucocitos, se fabrican, se almacenan y maduran en diferentes partes del cuerpo, como el timo, el bazo, la médula ósea o los ganglios linfáticos, entre otros. Estos glóbulos pueden ser de varios tipos y cada uno ataca al “enemigo” de una manera distinta, complementaria entre sí. En general, ante la presencia de sustancias desconocidas, los glóbulos blancos se desplazarán de manera coordinada a través de los vasos sanguíneos y linfáticos a la parte del cuerpo afectada con el fin de combatir la amenaza.

En concreto, uno de estos tipos de glóbulos blancos fabrica anticuerpos específicos para combatir los antígenos. Una vez superada la infección, y cuando se produce un segundo contacto, nuestro sistema inmunitario es capaz de reconocer esos agentes que nos habían atacado con anterioridad. Esto se llama memoria inmunitaria: los glóbulos blancos que recuerdan ese patógeno en concreto producen más rápido, en más cantidad y de mejor calidad los anticuerpos específicos que se requieren; es decir, producen una especie de “superanticuerpos”. De esta forma, si vuelve a presentarse el mismo agente infeccioso, estaremos preparados para combatirlo y nuestro sistema inmune dará una respuesta mucho más inmediata y eficaz.

Las células potencialmente reactivas frente a antígenos propios (linfocitos autorreactivos) son eliminadas y/o inactivadas durante fases tempranas del desarrollo. No obstante en el adulto y en condiciones normales existen linfocitos autorreactivos en pequeñas cantidades. El sistema se encargaría de controlar y conseguir la falta de respuesta de estas células mediante mecanismos que mantienen la tolerancia.

Cuando un agente infeccioso entra al cuerpo por algún orificio, herida abierta o de manera intravenosa, el sistema inmune lo reconocerá inmediatamente como un cuerpo ajeno que debe ser eliminado. Las primeras células que detectan el agente extraño son los fagocitos y linfocitos, que están navegando todo el tiempo por los tejidos del cuerpo.

Los fagocitos y linfocitos detectan al invasor, lo capturan dentro de la célula y lo empiezan a destruir en pequeños pedazos. Otra tarea importante que hacen es liberar unas moléculas que alertan a los otros actores del sistema inmune que hay algo extraño pasando en el cuerpo. A veces esta primera barrera de células es suficiente para eliminar el invasor sin que haya recibido ayuda de otras, pero otras veces, cuando el agente infeccioso es más poderoso, los refuerzos deben entrar a ayudar.

La siguiente línea de defensa es la creación de anticuerpos en los glóbulos blancos, que son proteínas que se pegan al agente extraño y sirven para atacar, debilitar y destruir agentes infecciosos. Los anticuerpos tienen memoria de todo lo que han atacado y se entrenan para combatirlo en otra oportunidad. La segunda vez que el antígeno entra al cuerpo, el sistema inmune tiene una respuesta más rápida y adecuada para destruirlo en poco tiempo. En pocas palabras, el cuerpo crea inmunidad.

Otra barrera de protección es la de los ganglios linfáticos (pequeños órganos que están en el cuello, las axilas, el abdomen y la ingle), que trabajan como filtros de los gérmenes. Cuando las células de los ganglios reconocen un agente extraño, se activan, se replican y salen en busca de la infección. Estos ganglios se inflaman como una respuesta inmune, por eso los doctores suelen revisarlos para detectar si el cuerpo tiene una infección.

Sin embargo, hay gérmenes y virus que logran adaptarse para sobrevivir en el cuerpo, evitar que el sistema inmune los reconozca y crean una enfermedad autoinmune.

¿Qué tipos de inmunidad hay?

El sistema inmune cuenta con diversos mecanismos para defenderse de las amenazas exteriores, estos incluyen:

– La inmunidad inespecífica, natural, innata o nativa: las barreras físicas (piel y mucosas), las células fagocitarias y los eosinófilos de la sangre y los tejidos, un tipo de linfocitos llamados “células agresoras naturales” (NK, natural killer) y diversas proteínas.

– La inmunidad adquirida o específica: Estos mecanismos son inducidos o estimulados por la exposición a sustancias extrañas (antígeno), son exquisitamente específicos y aumentan en magnitud o capacidad defensiva con cada nueva exposición al antígeno, es decir, tienen memoria. La célula clave de esta respuesta inmune es el linfocito T y B.

Tanto el sistema innato como el adquirido trabajan conjuntamente, el sistema inmunitario no es el único que protege al organismo contra las agresiones, también el sistema de coagulación participa. La especificidad (cada anticuerpo reconoce un sólo tipo de antígeno) y la memoria (recuerda de por vida al antígeno) son dos de las propiedades del sistema inmunitario adquirido que posibilitaron entre otras cosas la creación de vacunas.

Hay genes que protegen la vida, impiden la muerte celular o prolongan la vida de células destinadas a morir. Hay mutaciones que permiten al tumor escapar de los mecanismos de vigilancia inmunitarios.

Un sistema inmune competente se caracteriza:

– Por su capacidad tanto para reconocer y destruir sustancias extrañas, potencialmente nocivas.

– Por identificar como propios aquellos tejidos y células que le pertenecen, es decir la capacidad de discriminar lo propio y lo no propio, para no atacar lo propio (reconocimiento/discernimiento).

Reconocer las células tumorales (células con una mutación que propicia el desarrollo de tumores) del propio sujeto y eliminarlas, fenómeno conocido como inmunovigilancia.

El desarrollo del sistema inmune es un proceso progresivo desde el período de recién nacido hasta el fin del período escolar.

 El sistema inmune se produce, y lo hace en continua interacción con el mundo exterior.

Cuando un agente infeccioso microbiano (virus, bacterias, hongos o parásitos) penetra en el organismo humano, puede producir alteraciones patológicas, y si se multiplican sin control alguno producen eventualmente la muerte.

Las alteraciones de la inmunidad producen una gama muy amplia de enfermedades con afectación sistémica, desde las alergias, donde el sistema inmune responde inadecuadamente, reconociendo como nociva a una sustancia que no lo es y reaccionando exageradamente frente a ella, hasta el cáncer, donde el fallo de la inmunovigilancia tiene un impacto directo en el desarrollo de la enfermedad tumoral, pasando por la autoinmunidad, donde el sistema reacciona atacando lo propio, el propio cuerpo.

Para algunos autores psicoanalíticos el sistema inmune es el sustrato de representación de lo psíquico en el cuerpo. Como ejemplo bastaría señalar que es excepcional que exista una depresión psíquica que no se acompañe de depresión inmunológica.

Para expresar esta interacción psiquis-sistema inmune, el Psicólogo Robert Ader acuñó el término psiconeuroinmunología a fines de la década del 70, y en la década de 1980, aparece en el horizonte médico esta nueva rama de la Inmunología como campo multidisciplinario.

Cuando hablamos de psicosomático hablamos de lo psíquico determinando lo somático. Por ejemplo: no es que el paciente con cáncer está deprimido (efecto psíquico) por el diagnóstico de cáncer (padecimiento somático), sino que lo que planteamos es que la depresión es previa y está en juego en la etiología, en la causa, del cáncer.

Alteraciones de este sistema de control dan lugar a patología autoinmune, no se reconoce lo propio como tal y se desencadenan una serie de reacciones que tienden a eliminar ese antígeno no propio.

Cuando se desarrolla una respuesta inmunitaria frente a un antígeno propio, resulta habitualmente imposible para los mecanismos efectores inmunitarios eliminar por completo al antígeno, como consecuencia se producen lesiones inflamatorias crónicas en los tejidos, que incluso pueden llegar a ser mortales.

Las enfermedades del sistema autoinmune son enfermedades de etiología desconocida, con ello la medicina habla de múltiple-determinación, de factores genéticos y hereditarios y de factores ambientales. Pero esto no nos aporta nada nuevo sobre la causa última de la enfermedad. En estas enfermedades de etiología desconocida es donde más se ha trabajado por los autores psicoanalíticos, la psicogénesis, la sobredeterminación inconsciente. Pensar que son varias las causas que producen los síntomas o la enfermedad es permanecer en la instancia preconsciente-consciencia. Como sabemos, en psicoanálisis.

El descubrimiento freudiano es que existe una causa específica (condición sine qua non), hay sobredeterminación inconsciente. No existe la casualidad psíquica para el sujeto. Consideramos el cuerpo y la psique como las dos superficies que constituyen una banda de Moebius, un continuo, que no se pueden separar, tenemos que tener en cuenta que no son la misma cosa. El cuerpo para el sujeto también es una construcción. La sobredeterminación hay que separarla también del determinismo, no se trata de un destino del que no se puede escapar, porque la determinación no viene del pasado, sino que viene del futuro, futuro en el sentido de que sólo después sabré, es desde la siguiente frase que cobra sentido la anterior.

 El inconsciente participa de todos los actos humanos, hay actos que se pueden llevar a cabo sin que la conciencia sepa nada de ellos.

Para pensar procesos de enfermar: psíquico, somático (orgánico) y psicosomático, tenemos que tener en cuenta que Freud nos señala que los mecanismos de funcionamiento del aparato psíquico son los mismos para el sano que para el enfermo. Lo que sobredetermina son las leyes del funcionamiento inconsciente y las leyes de la fisiología y como leyes, no pueden escapar a la Ley del lenguaje.

No se trata de lo psíquico como causa de lo orgánico, sino de que el cuerpo es un cuerpo de palabras, de que la separación entre psíquico y somático es un puro afán académico, así como no habría una psicología individual y una psicología social, separación también arbitraria. Somos sujetos divididos, consciente e inconsciente, y desde el principio está el otro semejante y el Otro del lenguaje.

SISTEMA INMUNE Y COVID

FUENTES: REVISTA EXTENSIÓN UNIVERSITARIA. TRABAJOS DE LAS DRAS. ALEJANDRA MENASSA, PILAR ROJAS MARTÍNEZ Y DEL DR. CARLOS FERNÁNDEZ DEL GANSO.

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