LA ANGUSTIA
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LA ANGUSTIA
Para pensar la angustia y su tratamiento
Una persona angustiada es una persona que puede hacer muy pocas cosas, si además tiene la capacidad de tener ataques de angustia, quiere decir que no solamente durante todos los días de la semana hace mal todo sino que uno o dos días por semana lo hace peor, son enfermedades mutiladoras, como para ser tenidas en cuenta como enfermedades.
Llegó masticando algo y se tiró rápidamente en el diván. Después de un silencio dice haberla pasado muy mal, como si no le quedaran ilusiones de nada.
—Estaba muy mal, porque estaba muy sola. Diez horas diarias sin poder hablar con nadie ¿se da cuenta, doctor? Además andamos mal de dinero. Siento una soledad atroz, odio hacia mi marido por estar en ese lugar. Lo único que pienso es que me quiero ir de su lado, pero no sé dónde.
Me aparecen como ganas de morirme. Llegué a caer muy bajo, muy hondo, a llorar mucho, a estar muy angustiada. ¡Ya no puedo vivir sin los demás!
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1. ¿En qué se diferencian la angustia y la ansiedad?
Hablamos de ansiedad cuando el malestar o displacer psíquico se siente sólo en el psiquismo, no tiene trastornos corporales. Muchos padecen de ansiedad. ¿Quién tolera bien la incertidumbre? ¿Impacientes en la sala, seguro que muchos? El ansioso, la mayoría de las veces, prefiere concluir rápidamente las cosas para no sentir ansiedad, o directamente no iniciarlas. Es como una actitud vital, un cierto apuro por vivir, como si se fuera a acabar la vida rápido, a veces es más insoportable a veces que la angustia. Quiero tener todas las respuestas, todas las soluciones, no tolero las dificultades.
Tanto en la angustia como la ansiedad no hay un objeto o situación real que las justifique. El objeto es un instrumento destinado a enmascarar, a modo de una protección, el fondo fundamental de angustia que caracteriza a la relación del sujeto con el mundo en las distintas etapas de su desarrollo
Hemos llegado a un punto en el que lo que se intenta es huir de cualquier tipo de problema de una manera superficial. No entendemos ni asumimos las frustraciones y lo queremos resolver todo con una pastilla. Vivimos en un retorno al hedonismo o principio de placer, pero nos acercamos cada vez más al dolor.
2. ¿Hay personas que no conocen la angustia? ¿La angustia es constitutiva de todos los humanos o es un afecto aprendido?
En 1926 Freud empieza a pensar en la conmoción que produce el nacimiento y la fisiología de la angustia. Nos dice que la angustia se siente como un displacer en el cuerpo, un displacer específico de la angustia, relacionado con la inervación motora, va a implicar al sistema nervioso, en tanto va a tomar al cuerpo como una otra sustancia que goza, más allá del registro simbólico, es algo que no está capturado por el significante, por la palabra, algo queda sin investirse. Más allá del inconsciente estructurado como lenguaje. Más allá del principio del placer el cuerpo goza con el displacer.
Se da un incremento de la excitación que genera displacer y búsqueda de la descarga de la tensión. Hay un carácter histórico que se enlaza entre las sensaciones e inervaciones de la angustia. La angustia está inervada. La primera angustia protege al sujeto frente a la situación de peligro. La segunda ya no es protectora, bloquea al sujeto.
La angustia va a irrumpir en el desarrollo del niño frente a la desaparición de la persona amada y anhelada, falta de un objeto, miedo al a castración. La angustia entra en el plano económico, la madre, que satisface todas sus demandas, no va a estar y no va a asegurar su satisfacción. El verdadero peligro es la pérdida de la satisfacción. Angustia señal de peligro, previene esa falta de satisfacción.
Todas las épocas de la vida van a tener angustia, la angustia siempre va a acompañar al sujeto.
3. ¿La angustia en su falta de atención puede llegar a lastimar un órgano?
Hacer como que no nos pasa nada, nos lesiona, nos lastima. El sujeto habla, y no sólo habla con las palabras, habla con sus acciones, sus gestos, sus olvidos, sus dolores, sus inhibiciones, sus síntomas. Si no me pongo en el centro de la cuestión, no hay cuestión. Como el chiste: ¡Yo no tengo mi culpa! Uno se defiende de sí, no quiere ocuparse de lo que le pasa y eso sale caro.
Freud en su investigación sobre los procesos psíquicos y los síntomas descubre que hay dos grupos fundamentales de procesos: las neurosis actuales (neurosis de angustia, neurastenia y la hipocondría), que están en relación con la sexualidad actual, es decir, con la gestión que hace de sus excitaciones psíquicas, y otras que son las neurosis de transferencia (histeria, neurosis obsesiva y neurosis narcisistas) que están en relación con la sexualidad infantil del sujeto, es decir, con la inscripción actual de los deseos sexuales infantiles y reprimidos.
En las neurosis de angustia dice Freud que los síntomas se caracterizan por la naturaleza tóxica que se asemeja a cuando uno se intoxica. Freud discrimina los síntomas de las neurosis actuales, que no tienen historia sexual infantil reprimida, de ahí desprendimos las enfermedades psicosomáticas donde tampoco hay relato. La psicosomática va a pertenercer al campo del goce, la pulsión no se liga con nada. En los síntomas de las neurosis actuales, carece de significación psíquica, de sentido, no entran dentro de la interpretación.
4. ¿Qué afectos o sentimientos están en la raíz de la angustia?
El neurótico se diferencia de la persona normal en el hecho de intensificar exageradamente sus reacciones. La persona angustiada es como si no pudiera con ciertos aspectos de su vida, se paraliza ante ciertos deseos.
La angustia es el afecto por excelencia. Ha sido estudiada por la filosofía, la teología y las ciencias del hombre en general. Fue a comienzos del siglo XX, con la producción de la Teoría del Inconsciente por Sigmund Freud, cuando se pudo establecer una etiología y un tratamiento posibles. Todo síntoma posee -como los actos fallidos y los sueños- un sentido y está en relación con la vida íntima de las personas.
Lejos de ser un afecto patológico, la angustia está presente en el funcionamiento psíquico normal. “La angustia, la tristeza, a veces el dolor, no son sino condimentos normales de toda vida interesante, de todo momento de creación, pero también la tristeza, la angustia, el dolor lleva en ocasiones a la mutilación, a la enfermedad, a la muerte”. (Miguel Oscar Menassa).
La persona angustiada muestra un estado de excitabilidad general y sensibilidad. Es frecuente un estado de espera angustiosa, como si estuviera esperando una desgracia, una mala noticia, lo que conocemos como una visión pesimista de las cosas.
También puede manifestarse como ataques de angustia, que presenta síntomas tan varios como: perturbaciones de la actividad cardíaca, de la respiración, ataques de sudor, temblores, convulsiones, ataques de bulimia, vértigos, diarreas. Aquí ya muchos se sienten totalmente descubiertos, cuántos no se ponen a temblar cuando van a exponer en público, o padecen de una súbita diarrea en el momento menos oportuno. Es como si el sujeto no tolerara pensar, o elaborar psíquicamente, aquello que le conmueve.
5. ¿Cómo nos ayuda el psicoanálisis con la angustia?
Ningún psicoanálisis acaba con la angustia porque forma parte del funcionamiento normal, nos acompañará durante toda la vida. La diferencia entre una persona sana y una neurótica es que el neurótico intensifica exageradamente sus reacciones a los deseos.
Muchos adultos no consiguen superar el miedo a la pérdida del amor, no se hacen nunca independientes del amor de los demás y continúan en este aspecto su conducta infantil.
La angustia no es el resultado de la represión del deseo, sino una defensa. El miedo a decepcionar, compararse continuamente o un temor a que las cosas no le vayan bien, denotan una incapacidad para gestionar la energía psíquica, inmadurez psíquica. La angustia es aquella señal donde vuelvo a ser ese niño. Sumido en su relación imaginaria, el sujeto vive acosado por pasiones que desconoce.
El ideal no es el completo dominio de sí mismo, la ausencia de pasión, sino hacerle capaz al paciente angustiado o ansioso de sostener una conversación a tiempo. Aprender aceptar cierto grado de incertidumbre.
Lo que cura al paciente es que haya alguien que esté escuchando atentamente lo que le sucede, alguien que piense su crecimiento. Cuando interviene el psicoanalista, comienza el psicoanálisis, pero la cura ya comenzó antes.
Si crees que estos síntomas te están pasando, consútanos, podemos ayudarte.
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