Sobre la castración o Cabeza de Medusa, un texto freudiano

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Sobre la castración o Cabeza de Medusa, un texto freudiano

Freud no ha intentado a menudo interpretar temas mitológicos individuales; pero el caso de la horripilante cabeza decapitada de la Medusa, dice, le inclina a hacerlo.
Decapitar = castrar.
El complejo de castración ha dejado en el mito (y no sólo en el griego) huellas evidentes. El terror a la Medusa es, pues, un terror a la castración relacionado con la vista de algo. Numerosos análisis nos han familiarizado con las circunstancias en las cuales esto ocurre: cuando el varón, que hasta entonces se resistió a creer en la amenaza de la castración, ve los genitales femeninos, probablemente los de una persona adulta, rodeados de pelos; esencialmente, los de la madre.
En el texto Análisis de una fobia de un niño de cinco años (El caso Juanito) Freud nos dice que la teoría del complejo de castración ha sido luego cumplidamente desarrollada y ampliada por las aportaciones de Lou Andreas y otros. El niño de pecho tenía que sentir ya el acto de serle retirado el seno materno al terminar cada una de sus amamantamiento como una castración, como la pérdida de una parte importante de su propio cuerpo. Igual sensación despertaría en él el acto regular de la defecación. Por último, el nacimiento mismo, como separación del cuerpo de la madre, con la cual ha formado hasta entonces el niño un solo ser, constituiría el modelo primordial de toda castración.
El nombre de complejo de castración debe limitarse, sin embargo, a los estímulos y efectos relacionados con la pérdida del pene.
El niño construye por sí mismo, imaginativamente, dicho peligro, fundándolo en alusiones levísimas, siempre dadas. Ocurre así porque tiene que ver con su constitución psíquica, con la necesaria separación de los objetos incestuosos y con la constitución de la diferenciación sexual, la incorporación del tercero, la decepción fálica. Eso de lo que no quiere saber, va a tener que ser incorporado y va a retornar como reprimido.
En las obras de arte, dice Freud, suele representarse el cabello de la cabeza de la Medusa en forma de serpientes, las cuales derivan a su vez del complejo de castración. A pesar de ser horribles en sí mismas, estas serpientes contribuyen realmente a mitigar el horror, pues sustituyen el pene, cuya ausencia es precisamente la causa de ese horror. He aquí, confirmada, la regla técnica según la cual la multiplicación de los símbolos fálicos significa la castración.
La visión de la cabeza de la Medusa paraliza de terror a quien la contempla, lo petrifica. ¡Una vez más el mismo origen del complejo de castración y la misma transformación del afecto! Quedar rígido significa, efectivamente, la erección, es decir, en la situación de origen ofrece un consuelo al espectador: todavía posee un pene, y el ponerse rígido viene a confirmárselo.
En La interpretación de los sueños, en 1900, Freud habla de otras representaciones en los sueños de la castración: La calvicie, el cortarse el pelo, la extracción o caída de una muela y la decapitación. Cuando uno de los usuales símbolos del pene aparece pluralmente en el sueño debemos interpretarlo como un medio preventivo contra la castración. Tal es también el significado de la imagen onírica de una lagartija — animal cuyo rabo crece nuevamente después de cortado—. Varios de los animales empleados en la mitología y en el folklore como símbolos de los genitales desempeñan también en el sueño este papel.
La amenaza de castración se hace significante en el niño cuando atraviesa el periodo fálico de su desarrollo psicosexual. Intereses prácticos, y no sólo teóricos, son los que ponen en marcha en el niño la obra de la actividad investigadora. La amenaza de sus condiciones de existencia por la aparición, real o simplemente sospechada, de un nuevo niño, y el temor de la pérdida que este suceso ha de acarrear para él con respecto a los cuidados y al amor de los que le rodean, le hacen meditar y tratar de averiguar el problema de esta aparición del hermanito. El primer problema de que el niño se ocupa no es, por tanto, el de la diferencia de los sexos, sino el enigma de la procedencia de los niños. El hecho de la existencia de dos sexos lo acepta el niño al principio sin resistencia ni sospecha alguna. Para el niño es natural la suposición de que todas las personas que conoce poseen un órgano genital exacto al suyo y no puede sospechar en nadie la falta de este órgano.
Durante esta estapa fálica acontece el Complejo de Edipo y la elección de objeto incestuosa, son los primeros objetos eróticos para el niño diferentes a su propio cuerpo. Es entonces cuando aparecerá la posibilidad de pérdida como consecuencia del hecho significante de la visión de los órganos femeninos y la amenaza de castración. El efecto es extraordinariamente profundo y duradero.
Las leyendas y los mitos testimonian de la excitación y el espanto que en la sensibilidad infantil se enlazan a este complejo de la castración, que no es recordado luego por la conciencia. La visión de los genitales femeninos, cuya forma interpreta como el resultado de una mutilación, recuerda al sujeto la amenaza anterior, despertando espanto.
Cuando el niño concentra su interés en sus genitales, lo revela en manejos manuales y no tarda en darse cuenta de que los mayores no están de acuerdo con esa conducta. La amenaza de castración surge casi siempre de alguna de las mujeres que le rodean habitualmente, algunas refuerzan el castigo amenazando con contárselo al padre. La organización genital fálica del niño sucumbe a esta amenaza de castración, aunque al principio el niño no le presta importancia, lo hace cuando la percepción le muestra los genitales femeninos tras la amenaza, por lo que ahí presta fe a su percepción como la amenaza ya llevada a cabo.
El desarrollo sexual del niño avanza hasta una fase en la que los genitales se han adjudicado ya el papel directivo, pero este genital es tan sólo el masculino, el pene, el genital femenino permanece aún desconocido. Esta fase, denominada fálica, es sustituida por un periodo de latencia.
La aceptación de la posibilidad de castración y el descubrimiento de que la mujer aparece castrada pone fin a las dos posibilidades de satisfacción relacionadas con el complejo de Edipo. El complejo de Edipo sucumbe a la amenaza de castración.
La presencia de las serpientes en la figura de Medusa es esencial para concebir su personaje, y aún más importante para poder relacionarlas con el acto de decapitación, al encontrarse en la cabeza de la Gorgona.
Medusa es un nombre griego que significa “guardiana o protectora”. En general en la mitología era un monstruo femenino que convertía en piedra a aquellos que la miraban fijamente a los ojos. Fue decapitada por Perseo, quien después usó su cabeza como arma hasta que se la dio a la diosa Atenea para que la pusiera en su escudo.
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Los griegos esculpieron imágenes de la cabeza de Medusa en sus formas más terribles, en sus escudos o pectorales. Los griegos, fuertemente homosexuales en general, no podían pasarse sin la representación de la mujer repelente por su castración.
El tabú de la virginidad, está estrechamente ligado con una cantidad innumerable de tabúes alrededor de la sexualidad. Así se asocian a éste, el tabú sobre la joven púber, sobre la mujer menstruante, sobre la parturienta o la puérpera, etc. El tabú para los primitivos significa lo temido, lo peligroso, y por ello, se pone en juego, para preservarse del peligro, cantidad de aislamientos. Esto no sólo sucede a nivel de los pueblos primitivos, sino que determinados tabúes continúan entramados en la cultura sin reconocérselos como tales.
Las serpientes de la cabeza de Medusa se introducen en el vientre de la mujer, responde, entre otros, al simbolismo de la vagina dentada, relacionando directamente el mito de la mujer Gorgona con la sexualidad de la mujer.
Si la cabeza de la Medusa sustituye la representación de los genitales femeninos, o si más bien aísla su efecto terrorífico de su acción placentera, cabe recordar que ya conocemos en otros casos la ostentación de los genitales como un mecanismo de defensa mágico o sobrenatural evidenciado en determinados actos, rituales, objetos o frases formularias, consistente en alejar el mal o protegerse de él.
La cabeza de Medusa inscrita en el pecho de las corazas de la antigüedad griega y, por imitación, en las de la romana; algunos símbolos de la arquitectura, como la cruz misma, la flor de lis, la cabeza sin cuerpo y los ángeles cumplen una función protectora. Asimismo, las gárgolas tendrían el efecto apotropaico de defender la pureza del agua y de las fuentes, y los leones de los monumentos y las tumbas son defensores del personaje allí conmemorado o enterrado.
Lo que despierta horror en uno mismo también ha de producir idéntico efecto sobre el enemigo al que queremos rechazar. Todavía en Rabelais podemos leer cómo el Diablo emprende la fuga cuando la mujer le muestra su vulva. También el miembro viril erecto tiene acción apotropeica, pero merced a otro mecanismo. Mostrar el pene —o cualquiera de sus sucedáneos— significa decir: «No te temo, te desafío; tengo un pene». Los exhibicionistas lo hacen.
He aquí, pues, otra manera de intimidar al espíritu maligno. Para poder sustentar seriamente esta interpretación sería necesario investigar el origen de este símbolo terrorífico, tan aislado en la mitología de los griegos, así como sus símiles en otras mitologías.
En el capítulo de la interpretación de los sueños de la representación simbólica en el sueño. Nuevos sueños típicos. Freud trae algunos ejemplos de sueños de castración soñados por sujetos infantiles (1919). a) Un niño de tres años y cinco meses que ha recibido con visible disgusto la noticia del regreso de su padre, después de una larga ausencia, despierta una mañana muy excitado y repitiendo sin cesar la pregunta: «¿Por qué llevaba papá su cabeza en un plato? Esta noche llevaba papá su cabeza en un plato». b) Un estudiante, enfermo hoy de una grave neurosis obsesiva, recuerda que a los seis años tuvo repetidas veces el sueño siguiente: va a la peluquería a cortarse el pelo. De pronto aparece una mujer de alta estatura y severo rostro y le corta la cabeza. En esta mujer reconoce a su madre.
