TRASTORNOS DE ANSIEDAD

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TRASTORNOS DE ANSIEDAD
Quisiera decirte que el psicoanálisis elimina los síntomas de tu ansiedad, que es un proceso rápido y eficaz y que en poco tiempo serás una persona nueva. Decirte lo que quieres escuchar, que eso que te está pasando y que te genera tanto malestar, que remarca tu fragilidad e incapacidad de controlar tu propio ser, puede cambiarse en un plis plas hablando con un psicoanalista. Es más compleja la solución de los síntomas de la angustia y la ansiedad.
La psiquiatría ha sido insuficiente para diagnosticar, comprender y tratar las enfermedades psíquicas. Prescinde de la forma aparente y del contenido de los síntomas, mientras que el Psicoanálisis, que como disciplina nace a comienzos del siglo XX, dedica atención principal a ambos elementos, y ha establecido que todo síntoma posee un sentido y se halla estrechamente enlazado a la vida psíquica del paciente.
El psicoanálisis ha descubierto que lo que interrumpe el placer, la tranquilidad, es la sexualidad, porque la sexualidad es siempre un encuentro que no se realiza. Y sexual, para el ser humano, quiere decir siempre con el otro, somos humanos porque somos sociales.
Ocuparnos de la angustia, del miedo y de la ansiedad, puede parecer una pequeña cosa cuando duran una noche, cuando duran una tarde, un instante, cuando tenemos miedo de la oscuridad, alguna vez, cuando tenemos ansiedad por alguna espera, alguna vez, pero en su prolongación pueden provocar enfermedades gravísimas y la muerte.
El mecanismo del miedo necesita de un objeto real fuera del sujeto, fuera de la persona que tiene miedo, real o fantástico, pero necesita de un objeto real, o realmente existente o hecho real por la fantasía o por la alucinación, esa situación es la que provoca miedo. La angustia y la ansiedad normalmente no tienen objeto, no se sabe de qué se tiene ansiedad o angustia. La diferencia entre ansiedad y angustia es que la angustia se da en el cuerpo: opresión precordial, alteración del ritmo respiratorio o del ritmo circulatorio, sensación de ahogo, mareo. En cambio, la ansiedad no tiene trastornos corporales, es decir, no tiene objeto, es más insoportable a veces que la angustia, porque la angustia lleva a pensar en algo orgánico. Si tengo una opresión precordial puedo pensar un infarto, no me doy cuenta que es angustia, pero en la ansiedad siempre me doy cuenta que es algo psíquico porque no tiene causa, ni motivo, ni sensaciones corporales, sino que es, podríamos decir, completamente mental.
Hay quienes para calmar su angustia toman drogas o beben alcohol, pero el alcohol y las drogas no sólo generan hábito, porque si sólo generarán hábito uno está habituado a tantas cosas… El alcohol produce cirrosis hepática y su último desenlace es psicosis de Korsakof que es una psicosis muy delirante donde el paciente vive muy angustiado porque aparecen pequeños bichos, pequeñas formas -se llaman micropsias- que le persiguen. No sólo produce hábito sino que produce deterioro físico y deterioro psíquico. Con las drogas lo mismo, si produjeran solamente hábito yo no estaría en contra de ese hábito. Es decir, hay hábitos que son sanos, no todo aquello que se repite es la enfermedad, hay cosas que se repiten que dan alegría.
La ansiedad, las enfermedades psíquicas no se curan con bondad ni con maldad, tampoco. Ni la maldad ni la crueldad del electroshock ha curado a ningún psicótico, ni la bondad de ningún sacerdote o de ningún samaritano ha curado ninguna locura, dice el Dr. Miguel Oscar Menassa en una entrevista.
La pandemia nos ha dejado bien clarito la importancia del bienestar mental para el desarrollo de la vida, hace unos años era considerado por la sociedad y la medicina como una banalidad, una tontería. Las enfermedades mentales se consideraban congénitas, incurables o simulaciones, pero no se las trataba ni con humanidad ni con rigor científico, porque no se sabía de dónde procedían y cómo se podrían tratar.
Hoy reconocemos que los trastornos de salud mental son frecuentes, se diagnostican y tienen tratamiento y no tratarlos, no sólo aumenta el sufrimiento de quienes los padecen, también de los familiares y suponen un gasto social elevadísimo, traducido en bajas laborales, absentismo, tratamientos farmacológicos inefectivos… Además, estas enfermedades psíquicas aumentan el riesgo de enfermedades orgánicas y contribuyen a lesiones no intencionales e intencionales. Muchos llegan a la muerte para acabar con su sufrimiento mental y para generar a otros sufrimiento.
Según algunos investigadores, sólo uno de cada diez pacientes de ansiedad se atiende con tratamiento psicológico. Un alto porcentaje de la población está siendo medicada o se automedica para tratar, sin éxito, síntomas de origen psíquico.
A comienzos del siglo XX había un cajón desastre donde se mezclaban una serie de síntomas muy heterogéneos, llamado neurastenia. Freud va a diferenciar la neurastenia de las neurosis de angustia; según sus investigaciones hay dos características fundamentales que nos permiten la separación de las neurosis de angustia del complejo neurasténico.
En la neurosis de angustia se da una excitabilidad general, es que se puede expresar como hiperestesia auditiva (extrema sensibilidad al ruido), estado de alerta constante, que hoy podemos decir que se caracteriza por una activación del sistema nervioso autónomo. El sistema nervioso autónomo es en su funcionamiento más primitivo, un sistema que nos prepara para la huida (se dilatan los bronquios para aumentar la capacidad respiratoria, aumenta el riego muscular para permitir la carrera, se dilatan las pupilas y se agudiza el oído para poder estar alerta ante un peligro…).
La segunda es la espera angustiosa, por ejemplo: Una mujer que cada vez que oye toser a su marido, piensa que va a fallecer de una neumonía, o que si al llegar a su casa ve que hay un grupo de gente en el portal, piensa que uno de sus hijos se ha lanzado por el balcón, etc. Es una exageración de lo que podría ser una visión pesimista de la vida y tiene la característica de que el temor siempre se refiere a los otros, nunca a la propia salud del sujeto, como acontece en la hipocondría.
La neurosis de angustia: dice que se puede presentar en forma de ataque de angustia, acompañado de miedo a la muerte o miedo a volverse loco, o como equivalente del ataque de angustia; aquí el sujeto no sentiría angustia, sino que en su lugar aparecerían una serie de síntomas somáticos. En la neurosis de angustia, la imposibilidad es la de elaborar lo somático por vía psíquica.
La diferencia entre ansiedad y angustia es que la angustia se da en el cuerpo.
Vamos a distinguir una angustia real, que es la reacción aparentemente comprensible ante un peligro, un daño procedente del exterior. Hay cierto nivel de angustia que previene la reacción traumática, lo que llamaríamos estado de expectación o vigilancia.
Y la angustia neurótica donde lo temido es algo enigmático o inadecuado, el sujeto no sabe lo que teme o por qué teme lo que teme. Los síntomas neuróticos poseen -como los actos fallidos y los sueños – un sentido propio y una íntima relación con la vida de las personas en las que surgen.
Estos son algunos de los síntomas de la angustia y la ansiedad:
Hablamos de ansiedad cuando el malestar se da en lo psíquico, no hay trastornos corporales. Muchos la padecen. ¿Quién tolera bien la incertidumbre? Casi todos no la toleramos. Es como una actitud vital, un cierto apuro por vivir, como si se fuera a acabar la vida rápido, a veces es más insoportable a veces que la angustia. Quiero tener todas las respuestas, todas las soluciones, no tolero las dificultades.
La ansiedad y la angustia se producen por los mismos mecanismos psicológicos y en ambos no hay objeto exterior que las justifique. No tenemos que buscar en la realidad ninguna situación provocadora del estado ansioso del paciente.
La angustia se manifiesta por síntomas corporales que a veces se dan juntos o por separado: opresión precordial, alteración del ritmo respiratorio o del ritmo circulatorio, sensación de ahogo, mareo. El paciente muestra un estado de excitabilidad general y sensibilidad ante los estímulos auditivos. La espera angustiosa es común como si estuviera esperando siempre una mala noticia, una visión pesimista de las cosas. También puede darse como ataques de angustia, con síntomas tan varios como: perturbaciones de la actividad cardíaca, perturbaciones de la respiración, ataques de sudor, temblores, convulsiones, ataques de bulimia, vértigos, diarreas.
Al producirse cualquier tipo de excitación orgánica, el sujeto, en lugar de elaborarlo tanto física como anímicamente, lo elabora solamente con el cuerpo. La función sexual no es ni puramente psíquica ni puramente somática, sino que ejerce a la vez su influencia sobre la vida anímica y sobre la vida corporal.
La angustia está presente en el funcionamiento psíquico normal. “La angustia, la tristeza, a veces el dolor, no son sino condimentos normales de toda vida interesante, de todo momento de creación, pero también la tristeza, la angustia, el dolor lleva en ocasiones a la mutilación, a la enfermedad, a la muerte”. (Miguel Oscar Menassa).
Una excitación es provocada, pero no satisfecha, no utilizada, y ESTA EXCITACIÓN SE CONVIERTE EN ANGUSTIA. La función sexual no es ni puramente psíquica ni puramente somática, sino que ejerce a la vez su influencia sobre la vida anímica y sobre la vida corporal. En la angustia neurótica busca el yo escapar a las exigencias de la libido.
En la histeria aparece con frecuencia la angustia acompañando a los síntomas, pero observamos también una angustia independiente de los mismos y que se manifiesta como un estado permanente. Los enfermos no saben decir por qué la experimentan.
En la neurosis obsesiva los pacientes no padecen la angustia mientras realicen sus rituales obsesivos, en el momento en el que se interrumpe el curso de estos, aparece la angustia que los obliga a ceder de nuevo en su enfermedad. Los síntomas han venido a sustituir a la angustia.
Sólo si puedo interrumpir el goce es que puedo gozar de otra cosa, trabajar para mi ser social. Sumido en su relación imaginaria, el sujeto vive acosado por sus pasiones.
El neurótico se diferencia de la persona normal en el hecho de intensificar exageradamente sus reacciones. El paciente puede acudir a la consulta del psicoanalista con síntomas de alteración, pensamientos negativos frente a sus seres queridos, miedo, sensaciones de ahogo y taquicardia que le provocan el temor a morirse.
La angustia es señal de un peligro, un deseo inconsciente que el sujeto no puede elaborar psíquicamente. Toda situación de peligro provoca en la vida anímica un estado de gran excitación, que es sentido como displacer y que el sujeto no puede dominar.
El psicoanálisis está especialmente indicado para este tipo de pacientes, pues su cometido es hacer que el sujeto tenga acceso a la palabra, a la elaboración simbólica, es decir, que el sujeto hable con otra cosa que no sea su cuerpo, alcanzando una elaboración psíquica de aquello que por ahora sólo discurre a nivel somático. En definitiva, para que aprenda a gozar de otra manera. Sólo si acepto la muerte es que puedo empezar a vivir. La angustia es aquella señal donde vuelvo a ser ese niño.
En la etapa infantil, cuando un ser humano se conforma, entre los peligros que le producían angustia estaban el temor al desamparo y la pérdida del amor, es decir, temía por su propia integridad, luego vendrá el temor moral, el temor al castigo por abrigar ciertos deseos. Aquello que era un deseo normal para el niño y que luego tenía que hacerse inconsciente, desviando su interés hacia otros objetos, permanece cargado e impide la sustitución por otras relaciones más adecuadas. Muchos adultos no consiguen superar el miedo a la pérdida del amor, no se hacen nunca independientes del amor de los demás y continúan en este aspecto su conducta infantil.
La angustia no es el resultado de la represión del deseo, sino una defensa. El miedo a decepcionar, compararse continuamente o un temor a que las cosas no le vayan bien, denotan una incapacidad para gestionar la energía psíquica, inmadurez psíquica.
Lo que cura al paciente es que haya alguien que esté escuchando atentamente lo que le sucede, alguien que piense su crecimiento.
Ningún psicoanálisis acaba con la angustia porque forma parte del funcionamiento normal, nos acompañará durante toda la vida. Todos tenemos que aprender a soportar cierto grado de incertidumbre.