MOMENTOS DONDE NO SE PUEDE MÁS

MOMENTOS DONDE NO SE PUEDE MÁS

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MOMENTOS DONDE NO SE PUEDE MÁS

Hay momentos en la vida, en casi todas las vidas, donde uno siente no poder más. Algo se rompe, un límite alcanzado que invoca al cambio, una zozobra que sentimos como un naufragio, también muere alguna ilusión y deberán quedarnos otras o habrá que fabricarlas, ya que es sólo cambio, no final. Mas dependiendo del estado psicológico de la persona, estas circunstancias comunes y necesarias en un curso vital plagado de novedades y pérdidas, pueden desembocar en una profunda crisis o en un precipitado final.

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Una ruptura sentimental, la pérdida de un trabajo, un fallecimiento o una catástrofe son, propiamente, momentos de crisis, desorientación, propiamente podemos decir que nos cambian la vida, al menos, el modo de vida que teníamos hasta entonces. Y no es que el psicoanalista tenga todas las respuestas a lo que te pasa, sino que sobre el discurso de cada uno se va leyendo la posición que cada uno adopta ante sus cosas y la realidad.

Hay quienes huyen cada vez que acontece algo que no les cuadra con lo que esperaban, ante cualquier dificultad, eso ya se llama neurosis. Hay quienes se quedan detenidas en la situación traumática o novedosa sin poder hacerle frente, sin poder dar los pasos siguientes, podríamos hablar más de neurosis de angustia, no pueden gestionar la sobrecarga que ha generado en ellos esa situación y quedan conmovidos por la misma. Hay quienes ante lo ocurrido hacen de tripas corazón y siguen adelante, reconstruyen lo necesario para seguir, buscan alternativas, sustituyen, son las personas sanas, que no sé si aceptan lo que les pasa porque no deja de ser desagradable, pero asimilan que pasó y que no se puede volver atrás, hay que seguir y conseguir lo necesario. Se quedan sin casa, sin trabajo, sin pareja, y elaborado el duelo por la pérdida, buscan las posibilidades para conseguir nuevo trabajo, nueva casa, nuevo amor. La vida sigue para ellos sin daño. El olvido es una forma de recordar.


MARIO BENEDETTI Uruguay, 1920

LA CRISIS

Viene la crisis
ojo
guardabajo
un pan te costará como tres panes
tres panes costarán como tres hijos
y qué barbaridad
todos iremos
a las nubes en busca de un profeta
que nos hable de paz
como quien lava.
Viene la crisis
ojo
quizá te esté subiendo
por la manga
quizá la tengas
ahora
enroscada sin más en el pescuezo
o esté votando con tu credencial
o comprando tu fe con tu dinero.
Oh cuánto cuánto
costará el escrúpulo
y la vergüenza buena
la importada
la que no encoge a la primera lluvia
la vergüenza de nylon
ciemporciento.
Oh cuánto cuánto
costará el amor
en la noche sin dólares ni luna
con los perros afónicos
y el sueño
firmando los conformes con rocío.
Oh cuánto cuánto
costará la muerte
ahora que no hay divisas
ni perdón
y no hay repuestos para la conciencia
ni ganas de morir
ni afán
ni nada.
Viene la crisis
ojo
guardabajo
no habrá vino ni azúcar ni zapatos
ni quinielas ni sol ni Dios ni abrigo
ni diputados ni estupefacientes
ni manteca ni fruta ni rameras.
Viene la crisis
Ojo.
Guardarriba.

Los poetas siempre han sido grandes reveladores de las condiciones humanas y grandes consejeros, como el poeta Germán Pardo García “…Jamás seréis los constructores obreros de la vida si ignoráis cómo trabajan los profundos mecanismos de la muerte.” Así, no podemos ocultarnos a nosotros mismos que la vida tiene sus luces y también sus sombras y por eso conviene vivir acompañados, como dice el poeta Miguel Oscar Menassa, “Vivir acompañado no es un consejo, es la única forma de vivir.” Esto no hace referencia a la pareja o la familia, que puede ser, pero acompañarse es poner en la vida a las personas, los compañeros, que con los que colaborar en los proyectos en los que ponemos nuestros deseos y que colaborarán con nosotros, también, en los momentos difíciles, en nuestra reconstrucción o deconstrucción. Solo no se puede casi nada.

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Por eso, cuando estás en un momento vital de crisis, cuando sientes que has perdido las fuerzas o te domina el desánimo, pide ayuda, olvídate de tus prejuicios, de que el tiempo lo arregla todo o de que los problemas de cada uno los soluciona uno. Hay que pedir ayuda. El psicoanalista sabe lo que te está pasando, aunque no te diga nada, porque no te da las soluciones o las respuestas a todas tus preguntas, porque esa es la labor, precisamente, que tendrás que hacer en tu proceso terapéutico, poder hablar de lo que te ocurre, plantear tus interrogantes, ver qué respuestas se te ocurren, ir despejando de todo lo que crees, ese lugar desde el que lo miras todo y que te mantiene en esa posición negativista. Salir de ahí, moverte de ese lugar, ampliar tu mundo, tus recursos, liberarte de algo del pasado que ya no es válido, te ayudará a seguir y a curar algunas heridas.


El psicoanálisis nos ha enseñado, desde que existe como tal, que las enfermedades, ya sean psíquicas y/o orgánicas, se van fraguando con el tiempo, no pasan de un día para otro, pero transcurren en nosotros sin que lo percibamos, de forma inconsciente. El psicoanalista con su escucha especializada a veces parece un adivino, porque parece que pone de manifiesto algo que todavía no habíamos dicho, pero sí lo habíamos dicho sin darnos cuenta. No puede adivinar nada que no haya pasado todavía, pero puede leer o interpretar algo que hicimos o dijimos aunque no nos hayamos dado cuenta y lo pone en relación con la expresión de nuestros deseos inconscientes. Por eso es tan transformador el psicoanálisis, nos ayuda a sanar, a olvidar y perdonar, pues para vivir no podemos estar todo el día quejándonos de lo que pasó o de lo que no pasó. Hay que seguir adelante, la salud es la capacidad de amar y trabajar, y lo que ya no está no sirve, tiene que ser sustituido por un nuevo amor, un nuevo proyecto.

BERTOLT BRECHT


O TODOS O NINGUNO

Esclavo, ¿quién te liberará?
Los que están en la sima más honda
te verán, compañero,
tus gritos oirán.
Los esclavos te liberarán.

O todos o ninguno. O todo o nada.
Uno solo no puede salvarse.
O los fusiles o las cadenas.
O todos o ninguno. O todo o nada.

Hambriento, ¿quién te alimentará?
si tú quieres pan, ven con nosotros,
los que no lo tenemos.
Déjanos enseñarte el camino.
Los hambrientos te alimentarán.

O todos o ninguno. O todo o nada.
Uno solo no puede salvarse.
O los fusiles o las cadenas.
O todos o ninguno. O todo o nada.

¿Hombre perdido, quién se arriesgará?
Aquél que ya no puede soportar
su miseria, que se una a los que luchan
porque su día sea el de hoy
y no algún día que ha de llegar.

O todos o ninguno. O todo o nada.
Uno solo no puede salvarse.
O los fusiles o las cadenas.
O todos o ninguno. O todo o nada.

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