EL SENTIMIENTO DE CULPA INCONSCIENTE

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EL SENTIMIENTO DE CULPA INCONSCIENTE
CULPA INCONSCIENTE
Hoy nos adentramos en las servidumbres del yo.
El yo es aquella parte del ello que fue modificada por la influencia del mundo exterior y dispuesta para recibir los estímulos y servir de protección contra ellos, siendo así comparable a la capa cortical de la que se rodea un nódulo de sustancia viva.
La relación con el mundo exterior ha sido decisiva para el yo, el yo representa al mundo exterior frente al ello, la parte más primitiva de nuestro aparato psíquico y donde se encuentran nuestras pulsiones. Esa función del yo con el ello es para bien del mismo, pues, sin cuidarse de poder exterior, y en su ciega aspiración a la satisfacción de las pusiones, no escaparía al aniquilamiento, moriríamos como un bebé sin los cuidados del adulto.
Por encargo del ello rige el yo los accesos a la motilidad, pero no a lo loco, sino aplazando la acción y el movimiento hasta que los considera adecuado a sus propósitos. de este modo ha destronado el principio del placer, que rige ilimitadamente el curso de los procesos en el ello, y lo ha sustituido por el principio de la realidad, que promete mayor seguridad y mejor éxito.
Podíamos decir que el yo representa en la vida anímica la razón y la reflexión, mientras que el ello representa las pasiones indómitas.
La relación del yo con el ello podría compararse a la del jinete con su caballo. El caballo suministra la energía para la locomoción; el jinete tiene el privilegio de fijar la meta y dirigir los movimientos del robusto animal. Pero entre el yo y el ello ocurre frecuentemente el caso, nada ideal de que el jinete tiene que guiar el caballo allí donde éste quiere ir.

Un proverbio advierte la imposibilidad de servir a la vez a dos señores. El pobre yo se ve aún más apurado: sirve a tres severos amos y se esfuerza en conciliar sus exigencias y sus mandatos. Tales exigencias difieren siempre, y a veces parecen inconciliables; nada, pues, tiene de extraño que el yo fracase tan frecuentemente en su tarea. Sus tres amos son el mundo exterior, el super-yo y el ello.
El yo es vigilado por el rígido super-yo, que le impone determinadas normas de conducta, sin atender a los mandatos que lo aprobleman por parte del ello y del mundo exterior, y le castiga en caso de infracción con los sentimientos de inferioridad y culpabilidad.
De este modo, conducido por el ello, restringido por el super-yo y rechazado por la realidad, el yo lucha por llevar a cabo su misión económica, la de establecer una armonía entre las fuerzas y los influjos que actúan en él y sobre él; y comprendemos por qué, a veces, no podemos menos de exclamar: «¡Qué difícil es la vida!»
Entonces, vamos a hablar de las consecuencias de estas servidumbres del yo, y cómo se manifiestan en el tratamiento psicoanalítico:
REACCIÓN TERAPÉUTICA NEGATIVA.
Hay personas que se conducen muy singularmente en el tratamiento psicoanalítico. Cuando les damos esperanzas y nos mostramos satisfechos de la marcha del tratamiento, se muestran descontentas y empeoran marcadamente. Tales personas reaccionan en un sentido inverso a los progresos de la cura. Cada una de las soluciones parciales que habría de traer consigo un alivio o una desaparición temporal de los síntomas provoca, por el contrario, en estos sujetos una intensificación momentánea de la enfermedad, y durante el tratamiento empeoran en lugar de mejorar. Muestran la llamada reacción terapéutica negativa. Predomina en ellos la necesidad de la enfermedad y no la voluntad de curación. Constituye el mayor obstáculo contra la curación; obstáculo más fuerte aún que la inaccesibilidad narcisista, la conducta negativa para con el médico y la adherencia a la enfermedad.
Se trata de un factor de orden moral, de un sentimiento de culpabilidad, que halla su satisfacción en la enfermedad y no quiere renunciar al castigo que la misma significa. Pero este sentimiento de culpabilidad permanece mudo para el enfermo.

La lucha contra el obstáculo que supone el sentimiento inconsciente de culpabilidad es harto espinosa para el analista. Directamente, no puede hacerse nada contra ella, e indirectamente, sólo descubrir paulatinamente, sus fundamentos reprimidos inconscientes, con lo cual va transformándose, poco a poco, en sentimiento consciente.
La labor del analista queda considerablemente facilitada cuando el sentimiento inconsciente de culpabilidad es el resultado de una identificación del sujeto con otra persona, que fue, en su día, objeto de una carga erótica. Esta génesis del sentimiento de culpabilidad es con frecuencia, el único resto, difícilmente perceptible, de la relación erótica abandonada. Sucede aquí algo análogo a lo que descubrimos en el proceso de la melancolía.
Si conseguimos revelar esta pasada carga de objeto detrás del sentimiento inconsciente de la culpabilidad, conseguiremos muchas veces un completo éxito terapéutico, que en el caso contrario, resulta harto improbable, y depende, ante todo, de la intensidad del sentimiento de culpabilidad, y quizá también de que la personalidad del analista permita que el enfermo haga de él su ideal del yo, circunstancia que trae consigo, para el primero, la tentación de arrogarse, con respecto al sujeto, el papel de profeta o redentor.
El sentimiento normal consciente de culpabilidad (conciencia moral) no opone a la interpretación dificultad ninguna. Reposa en la tensión entre el yo y el ideal del yo y es la expresión de una condena del yo por su instancia crítica. Los conocidos sentimientos de inferioridad de los neuróticos dependen también quizá de esta misma causa.
Los impulsos reprimidos constituyen la base del sentimiento de culpabilidad. El super-yo ha sabido aquí del Ello inconsciente algo más que el yo. Gran parte del sentimiento de culpabilidad tiene que ser, normalmente, inconsciente, por hallarse la génesis de la conciencia moral íntimamente ligada al complejo de Edipo, integrado en lo inconsciente.
DELINCUENTES POR SENTIMIENTO DE CULPABILIDAD.
En muchos criminales, sobre todo en los jóvenes, hemos descubierto un intenso sentimiento de culpabilidad, que existía ya antes de la comisión del delito, y no era una consecuencia del mismo, sino su motivo, como si para el sujeto hubiera constituido un alivio poder enlazar dicho sentimiento inconsciente de culpabilidad con algo real y actual. En todas estas circunstancias demuestra el super-yo su independencia del yo consciente y sus íntimas relaciones con el Ello inconsciente.
¿De dónde procede el oscuro sentimiento de culpabilidad?
El asesinato del padre y el incesto con la madre son los dos magnos delitos de los hombres, los únicos perseguidos y condenados como tales en las sociedades primitivas. Precisamente la fuente de donde la Humanidad extrajo su conciencia, que hoy se manifiesta como una potencia psíquica heredada, habría sido el complejo de Edipo.
En los niños podemos observar directamente que «son malos» para provocar el castigo, y una vez obtenido éste, se muestran tranquilos y contentos.
De los delincuentes adultos hemos de restar, desde luego, todos aquellos que cometen delitos sin sentimiento de culpabilidad, aquellos que no han desarrollado inhibiciones morales o creen justificada su conducta por su lucha contra la sociedad. Pero en la mayoría de los demás delincuentes encontramos tal sentimiento inconsciente de culpabilidad como precipitante del acto delictivo.
Después del complejo de castración el sentimiento de culpabilidad es inconsciente, sólo sabemos por sus efectos, así decimos que hay actos delictivos por sentimiento de culpabilidad, que hay enfermedades cuya fuente es el sentimiento de culpabilidad, que si el sujeto no sabe arreglárselas con la culpa acabará identificado como enfermo, como delincuente, como drogadicto, viéndose conducido a esa condena.
El superyó es el heredero de las identificaciones a los padres después de haber sido elegidos como objetos amorosos, antes la autoridad exterior era el amor de los padres ahora esa autoridad es el superyó. Antes hacía todo para que sus padres le amaran o por miedo a que le dejaran de amar, ahora le pasa lo mismo pero frente al superyó, estableciendo una relación erótica con el superyó.
La CONCIENCIA MORAL es una función del superyó. No es consciente. Trabaja a favor de la represión y por tanto de aquellos contenidos inconscientes, que son totalmente ajenos al yo.
El SENTIMIENTO DE CULPABILIDAD donde la severidad del superyó equivale al rigor de la conciencia moral.
La NECESIDAD DE CASTIGO: manifestaciones del masoquismo del yo bajo las influencias del superyó, establecimiento de un vínculo amoroso del yo con el superyó.
La culpa que transcurre inconscientemente, es culpa edípica, es decir, está en relación a los contenidos inconscientes del goce con la madre y el asesinato del padre.
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