Me enamoré de mi psicoanalista

Me enamoré de mi psicoanalista

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Hoy les voy a confesar un apuro por el que pasamos los psicoanalistas.

Ya saben ustedes que suelo reiterarles que formarse como psicoanalista no es una tarea fácil, sencilla, además que es una formación permanente, grupal, social. No se puede solo. Tampoco se puede solo encontrar con el paciente, no es una relación entre una persona que hace de psicoanalista y alguien que contrata los servicios y hace de paciente.

Es el encuentro de alguien que se viene a psicoanalizar y paga para ello y, además, no quiere psicoanalizarse, y un trabajador que tiene que perder su ser, que tiene que poner su vida en suspenso para poder escuchar el deseo del paciente, poder interpretar en transferencia a ese otro que viene a poner su propia vida en juego, además, el psicoanalista no puede quedarse con nada de la vida del otro, no puede intervenir. Sólo puede interpretar la realidad psíquica del paciente.

En este juego de cosas, suele pasar, puede pasar, que el paciente se enamore de su psicoanalista, que en algún momento de la relación terapéutica el paciente acabe confesando su atracción hacia el analista y Freud habla de cómo esta circunstancia viene a interferir el proceso psicoanalítico y no podemos evitarlo, tenemos que incluirlo en el proceso, psicoanalizarlo, es parte del proceso analítico de esa persona.

Hay dos soluciones a esta situación, y no quiero provocaros, porque el problema no es vuestro, es del psicoanalista:

  • Inician una relación amorosa legítima y definitiva, cosa poco frecuente.
  • Tienen que separarse y abandonar la labor terapéutica comenzada.
  • Una tercera solución parece además compatible con la continuación de la cura: la iniciación de unas relaciones amorosas ilegítimas y pasajeras; pero tanto la moral como la dignidad profesional del psicoanalista la hacen imposible.

Supongamos que el psicoanalista y la paciente se separan al hacerse manifiesto el enamoramiento, pero claro, el tratamiento queda interrumpido, lo habitual es que venga a tratarse un neurótico, una persona enferma, entonces si se interrumpe el tratamiento esa persona va a seguir padeciendo, agravando su situación, teniendo cada día menos energía psíquica a disposición de su realidad.

Qué ocurre, el/la paciente  necesita tratamiento, no se ha curado de su neurosis. Comienza un tratamiento con otro psicoanalista, pero le sucede la misma situación. Se enamora de ese otro psicoanalista. Este hecho, que no dejará de presentarse, y en el que vemos uno de los fundamentos de la teoría psicoanalítica, entraña importantes enseñanzas, tanto para el psicoanalista como para el paciente.

Para el psicoanalista le demuestra que el enamoramiento depende exclusivamente de la situación psicoanalítica y no puede ser atribuido en modo alguno a los atractivos personales del analista.

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El cliente se enamora de ti y ya no te deja hacer tu trabajo como psicoanalista.

Pero también en el proceso transferencial  pueden manifestarse también en otros sentimientos menos tiernos que sirven al propósito de las resistencias y que hacen muy difícil el trabajo de psicoanalizar. Por eso es muy importante elegir un buen psicoanalista, en formación permanente en una escuela de psicoanálisis, que a su vez esté en psicoanálisis didáctico y supervise sus casos. El psicoanalista no preparado se hace mucho mal cuando atiende a pacientes sin estar en condiciones apropiadas para ello.

En esta situación del enamoramiento del paciente, puede optar por renunciar al tratamiento psicoanalítico o ha de aceptar, como algo inevitable, un amor pasajero por el o la psicoanalista que la trate.

Cuando los familiares se meten en el asunto suelen resolver por la primera solución, establecer un noviazgo entre ambos, tal como el analítico resolverá por la segunda, disolver el tratamiento.

  • Pero, como hemos dicho, si se aparta al paciente del análisis, no curará su neurosis, su enamoramiento no suministrará jamás aquella contribución a la curación que de él sabría extraer el análisis.
  • El interés del enfermo/la enferma debe ser el único factor decisivo, pues el cariño de sus familiares no le curará jamás de su neurosis.

La situación, dice Freud, es análoga a la que suscita un tratamiento ginecológico. El marido o el padre celoso se equivocan además por completo si creen que la paciente escapará al peligro de enamorarse del médico, confiando la curación de su neurosis a un tratamiento distinto del analítico.

Algunos analistas que preparan a los pacientes para la aparición de la transferencia amorosa e incluso les inclinan a fomentarla «para que el análisis progrese». Es totalmente desatinado. Es como la práctica médica donde antes de una intervención de avisan de todos los posibles efectos adversos y se te quitan todas las ganas de tomar la medicación u operarte. No tiene por qué pasarte, y sin embargo… No, somos nosotros los que tenemos que estar advertidos de lo que puede pasar.

La paciente, incluso la más dócil hasta entonces, pierde de repente todo interés por la cura y no quiere ya hablar ni oír hablar más que de su amor, para el cual demanda correspondencia. No muestra ya ninguno de los síntomas que antes la aquejaban, o no se ocupa de ellos para nada, y se declara completamente curada !! 

La escena cambia totalmente, como si una súbita realidad hubiese venido a interrumpir el desarrollo de una comedia, como cuando en medio de una representación teatral surge la voz de «fuego».

Sabemos: Todo aquello que viene a perturbar la cura es una manifestación de la resistencia.

El cliente está absorto en su enamoramiento, justo cuando íbamos en el mejor de los caminos. Precisamente en un momento en el que suponíamos que la sujeto iba a comunicar o a recordar un fragmento especialmente penoso e intensamente reprimido de la historia de su vida.

La declaración de amor al psicoanalista parece una prueba al psicoanalista, si pica habría recibido una dura lección. No es un amor real, es un amor al servicio de la resistencia a psicoanalizarse, ya que la represión no dejaría de jugar su papel para evitar el desenfreno. Que no nos engañe, la represión que le  había confinado en la neurosis no ha desaparecido mágicamente y ahora se ha liberado su energía.

Su sentimiento inapropiado precisamente despertará de nuevo la acción de la represión. No es ningún amor verdadero, el paciente todavía no sabe amar. Todavía no está curado de su neurosis, por eso es muy importante la continuación del tratamiento psicoanalítico y poder interpretar estas situaciones que acontecen durante el mismo, son parte del proceso terapéutico, es inevitable.

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