PERSONAS QUE SUFREN DEMASIADO.
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PERSONAS QUE SUFREN DEMASIADO.
PERSONAS QUE SUFREN DEMASIADO.
Hoy les propongo hablar del sufrimiento o de los sufridores.
En el sujeto psíquico hay un principio, el Principio de Placer, que le impone al sujeto, la tendencia a un estado de tensión cero, a evitar cualquier displacer o cualquier aplazamiento que la vida, la realidad le imponga. Si sólo existiera ese principio, el sujeto alucinaría comer y esperaría, sin mediar actividad humana alguna, que se realizara lo solicitado. Afortunadamente el aparato psíquico, le impone al sujeto, para su funcionamiento el Principio de Realidad, una evolución de ese Principio de Realidad que ya tiene en cuenta la necesidad de adaptación para la supervivencia, en realidad, para esa descarga o satisfacción con pertinencia, le señala los límites, esa ley humana que trabaja con el deseo y la pulsión. La tendencia exclusivamente al placer inmediato, es una alucinación, una fantasía, que no produce efectos sociales. El sujeto psíquico lo es si a su vez es sujeto social, es decir, nuestras acciones tienen que enmarcarse en una realidad donde hay otros que participan de nuestras satisfacciones o insatisfacciones, social que permite que cuando nacemos lo hacemos en un mundo habitado de palabras, deseos, sujetos, no tenemos que comenzar desde cero. Tenemos que conquistar lo heredado y eso genera en nosotros una deuda simbólica.
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Sigmund Freud, escribió que un sujeto sano es aquel capaz de amar y trabajar. Entonces una cuestión es la felicidad, como argucia del sistema capitalista, el placer sin la temporalidad necesaria del proceso de trabajo y otra muy distinta es el goce, producto del deseo, del trabajo con deseo y pulsión. El deseo no tiene objeto, le sirve cualquier objeto, esto le permite al sujeto seguir deseando, seguir buscando, seguir viviendo. Sin embargo algunos se engañan creyendo en algún disfraz del deseo y se obcecan en conseguir eso concreto, lo que no podrán nunca, y no valoran lo conseguido, que sólo sirve para seguir deseando, para seguir trabajando.
Recuerdo los últimos años de vida de mi maestro que se jactaba de decir “cuánto he sufrido”, y sin duda con la inevitable levedad del ser, sucesos dolorosos e inesperados de la vida habría sufrido, no en vano era poeta y se enfrentaba cada día a la novela familiar que sus neuróticos presentaban en su consulta de psicoanalista. Mas, sin embargo, no dejó que el sufrimiento tuviera protagonismo, que el dolor ganara a la alegría, que el desaliento le hiciera desistir de sus propósitos. No hemos nacido en cuna de príncipes, tal vez nuestros padres no fueron los mejores, tal vez no hicieron bien su labor y tenemos motivos de reproche, pero poner las circunstancias del pasado como excusa de lo que hoy no hago o no tengo, es una forma de permanecer en la queja, para que nada cambie.
El poeta también en uno de sus escritos dice: “Dirán de mí: No se aburría ni consigo mismo. Toda realidad era apasionada. Todo misterio tenía su alegría.” Tal vez aquellos que hacen del sufrimiento, del dolor, de las caídas sus mayores hazañas tengan mucho que aprender de los personajes históricos que hicieron de tripas corazón y tengan, como el poeta ruso Maiakovski, darse vuelta como un guante y ser todo labios.
Desde que Sigmund Freud puso su vida al servicio de la humanidad y no al de los moralistas, sufrir es siempre responsabilidad del sujeto, por estar implicado en todo aquello que le ocurre. Sufrir no sirve para nada. El tango La cieguita es famoso, pero a saber de qué ciega habla, quedó en el olvido. No tienen ningún mérito sufrir, es inaguantable para los demás. El que sufre tiene como un gusto, un placer, en regocijarse, aunque le duela, aunque llore, así lo cuentay repite, busca la piedad, obtener alguna prebenda por su extenso currículum, años y años entregados a una tragedia tras otra.
Si no hay planificación del futuro tampoco hay goce, porque no hay ningún Estado, no se conoce ningún Estado actual que piense la felicidad del ciudadano. Pero sin trabajo sobre esa planificación no hay realización, hay goce del sufrir, de la carencia de generosidad, del quedarse dentro de uno mismo, haber partido la cadena, ser una.
SUFRIR, SEGÚN LOS PENSAMIENTOS QUE ELLA TRAÍA, MIGUEL OSCAR MENASSA
Sufrir, según los pensamientos que ella traía,
tal vez, desde su más delicada infancia,
a veces quedaba bien y, a veces, quedaba mal.
Por lo tanto, cuando sufrir se hacía necesario,
se debía sufrir con todas las fuerzas posibles,
con el alma y el cuerpo y, aún, los ideales.
Ella daba fe de hacerlo todo a conciencia
y mientras se culpaba del hambre de los pobres
y de la violenta prostitución en Estados Unidos,
rompía mis poemas, mis cartas, algo de dinero
y se lavaba las manos compulsivamente.
Después, también, lloraba y me decía:
¡En qué mundo vivimos!
y yo le contestaba mansamente:
No es tan malo estar vivos, y, ahí,
era donde ella se volvía loca.
Estar vivos, estar vivos, gritaba,
como si esto que vivimos fuera vida,
y cerró su frase de una manera espléndida,
siempre el mismo cobarde, igual que tu padre.
A mi padre ella no lo conocía
y las historias que yo le conté
eran esas historias donde mi padre
aparecía valiente y apuesto,
salvando a una mujer en alta mar
o cuando, solo, con un pequeño fusil
espantó al enemigo en retirada
y él solo, casi sin fuerzas, tomó la colina.
Ella, claramente, no hablaba de mi padre
más bien hablaba del padre de otro hombre.
Mientras le pegaba una hostia, simbólica,
le dije: Tienes que tener más cuidado, puta,
que hay hombres en la vida, que por celos,
son capaces, pobres bestias, de matar.
Escribió el poeta cubano José Martí “La felicidad sólo puede encontrarse en el camino del trabajo”. Desear, deseamos todos lo mismo, nos diferenciamos en las distintas maneras de renuncia, de postergación para conseguir lo deseado.
No es la plenitud lo que nos garantiza una buena vida, no es la riqueza material, sino el estado de bienestar psíquico, la capacidad de amar y trabajar, de poner en funcionamiento nuestra energía psíquica a favor de nosotros mismos. Muchas personas ponen todos sus esfuerzos, de forma inconsciente, claro, a favor de su sufrimiento, de que le salgan las cosas precisamente mal, y así te detallan una lista de calamidades sin fin, ¿cómo pretender cambiar eso si es todo su curriculum cum laude? Son especialistas en el dolor. Sólo un largo y trabajoso trabajo psicoanalítico le permitirá a esas personas modificar todo eso que está estructurado para caer y volver a caer. Así como el personaje Cándido de Voltaire, veía suceder una desgracia tras otra, cuando ya creía que su destino había cambiado, volvía a sucederse una nueva desgracia que definía toda la personalidad del personaje. ¿Es el mundo el malvado o hay algo en el sujeto que busca el golpe, que lo necesita porque satisface algo que su goce necesita?
Por un lado existe el masoquismo, en todos nosotros hay un poso de ese goce en el sufrimiento, en el dolor, algo primitivo que por no poder expresarlo hacia afuera nos lo hace pagar a nosotros mismos. Pero hay masoquistas de primera categoría que precisan, justamente, la calamidad, el fracaso, el golpe. Estas tendencias satisfacen de buena manera el sentimiento de culpabilidad inconsciente que remite a los infantiles deseos reprimidos donde el niño anhelaba ocupar el lugar del padre junto a la madre y para ello precisaba eliminarlo. Eso que no por reprimido ha desaparecido de nuestra vida psíquica, se hace presente en muchas personas como factor protagonista y director de su desarrollo vital, así el desastre, el castigo, el fracaso, calma ese sentimiento inconsciente insoportable y alivia, por un tiempo, algo que pesa demasiado en ellos.
En cuanto al sufrimiento, al dolor del sujeto, como siempre está incluido en lo que le pasa, decimos que sufrir es siempre responsabilidad del sujeto, por estar implicado en todo aquello que le ocurre. Es frecuente observar en las consultas que el paciente se decepciona cuando lo que consigue, aunque importante, no coincide con lo que deseaba supuestamente, lo que le produce una decepción, a veces melancólica. La decepción es el desencuentro con esa tendencia a la completud del sujeto, a la inmortalidad, a la media naranja que no existe. El concepto “Pulsión de Muerte” es revolucionario en tanto nos indica que en el ser humano no todo es la búsqueda de la unión, que también hay satisfacción en el retorno a lo inanimado, el el fracaso, en el dolor, en el sufrimiento. Sólo si se restablece un equilibrio entre nuestras tendencias básicas: eros y thánatos, es posible una vida sin excesivo sufrimiento, sin enfermedad… Todo, todo es producto-efecto de un trabajo, nada nos viene dado. Lo que no nos ha sido otorgado, ha sido rechazado previamente por nosotros.