PRESENTACIÓN DEL LIBRO CONFESIONES EN TIEMPOS DE GUERRA

By: admin
Categories:
PRESENTACIÓN DEL LIBRO CONFESIONES EN TIEMPOS DE GUERRA
PRESENTACIÓN DEL LIBRO CONFESIONES EN TIEMPOS DE GUERRA
Un libro de Helena Trujillo
24 ENERO 2024
Desde Confesiones de San Agustín, como una forma de autobiografía, en el siglo V, hasta Confesiones de Rousseau, como crítica de la época de la Ilustración frente al nacimiento del Romanticismo, en el siglo XVIII, esta palabra con su polisemia y su versatilidad ha impulsado y propulsado muchos autores en muchas direcciones, cada uno ha marcado su título con un nuevo sentido, sin dejar de tener el primer sentido que San Agustín le impuso, como autobiografía o con la característica de ser un narrador donde el sujeto de la enunciación y el sujeto del enunciado se unen y se separan, se asemejan y diferencian, y con el sentido que Rousseau impuso, como una transición entre dos estados del pensar.
En este libro el título no tiene sujeto, pero contiene un fragmento: “en tiempos de guerra”, una guerra entre pasado y presente, entre lo buscado y lo encontrado, entre el tiempo del reloj y el tiempo del sujeto, entre trampas y promesas, entre la página escrita y la página en blanco, entre el recuerdo imaginado y el recuerdo hablado, entre el antes y el después.
Todo producto que provenga de la cadena de producción o de la de la creación es una obra por encargo, ya sea un encargo del Estado, de la especie o por mandato social, era necesario a nivel físico, psíquico o social para alguno de los integrantes de la Humanidad.
Un libro con 79 ventanas que se abren y permanecen abiertas para poder volver a asomarse a la historia de una vida posible de ser vivida, posible de ser escrita; 79 escenarios que se articulan de alguna manera o que este libro se encarga de articular simultáneamente en una sucesión que no es inalterable, puesto que permite que sean 79 entradas posibles.
Bajo cada cifra puedes mirar y escuchar, sabiendo que lo que miras te mira y lo que escuchas es algo diferente de lo que el texto dice, en esta articulación de cifras surge un personaje que se impone referir a la foto de la portada, una foto de una mujer de cualquier siglo y su luz en un ambiente sombrío, poblado de hojas caídas o escombros de alguna guerra que no termina de apagarse, indicando que desde que el mundo es mundo no cesan de registrarse una o varias guerras, lo cual no justifica que se deje de sonreír, pues nadie sonríe excepto el ser humano y nada ni nadie puede quitarle la humanidad a nadie, incluso un solo hombre, una sola mujer, puede decir, en palabras de Menassa: Yo soy la Humanidad.
Ha escapado del tiempo del reloj, no quiere repetir lo hecho, en cada final pone un comienzo, vive anudada a sus ciudades, es carne en plena vigencia, ha sido familia y ahora es grupo; ha generado lazos más allá de los lazos de parentesco, más allá de un sol y su sombra abandona las referencias y nace el verso, ha aprendido a transformar las realidades más cotidianas en poemas. Cuando el cuerpo no responde le pone letra y el canto no deja de existir, el uso del dinero se muestra para el que sabe leer, no se deja encasillar por las estadísticas, ni por las críticas vulgares.

Un poema no necesita ser panfletario para ser político, ni necesita criticar para ser crítico, porque el poema por serlo propone una política y una crítica. La poesía es la memoria real de todo lo que concierne al ser que por habitar el leguaje habla. El ser que habla se diferencia de la rosa, el cisne o el ciervo, según Hölderlin, tiene que atestiguar lo que es, su propia existencia, para eso le ha sido dado el lenguaje, el más peligroso de los bienes porque empieza por crear la posibilidad de un peligro. El ente amenaza con ocultar al ser, lo quieto amenaza con ocultar el ser que habla y se desliza en ese movimiento permanentemente.
Miguel Oscar Menassa que considera que escribir un poema es un trabajo escribe: “trabajamos/para que en el humano mundo/haya señas de que nosotros estuvimos, / creando y trabajando/tal vez, en este mundo, /que hicimos un trabajo para vivir, / para amar, /para congelar la propia mirada de la muerte/ hicimos un trabajo y escribimos un verso.
Esta poeta en la cifra 11 con una sencilla complejidad se presenta de manera carnal, encadenada en la cadena de los terrestres y mortales:” Mi padre fue mi primer casero, / cuando nací me hizo una casa/ grande con derecho a cielo…”
Una poesía que incluye la tristeza en versos alegres, aun cuando toca la desolación: “Ayer fabricamos lágrimas que treparon/ a ese quinto piso donde yace un hombre, / sus átomos vuelan para alcanzar la altura. / La vida sigue, su abrazo ya es herencia…”
Los eventos, las ocasiones y los acontecimientos andan por sus poemas “como por su casa”, mostrando que es la poeta la que se mueve por el lenguaje con cierta libertad de palabra, ejerciendo el no todo libertad, inventando afinidades que imprimen un toque de originalidad, tan sugerentes como estos versos: “Ajenos a las capitulaciones hemos soltado la lengua, / hemos visto el combate, no hay huida.” O bien: “La naturaleza se sirve de ellos como ojales de viento, /aspas reguladoras de opacos silencios.”
En la portada una mujer nos sonríe desde un tiempo sin memoria, desde la contraportada otra mujer nos sonríe, una presencia en constante presente, sus versos van y vuelven, no se detienen: “Una vez tuve zapatos amarillos/ amantes de las moscas, / corría en pradera de niños/ sobre ese cielo verde /llovían horas sin peligro, / casas en árboles y en libros…/ Mi pradera ahora es calle de transeúntes con prisa, / me llaman doctora e interpreto sueños.”
El presente y el pasado, el ahora y el ayer, mantienen el ritmo de un discurso, un relato con fisuras, donde el sujeto es tiempo, donde las conclusiones saben esperar, decires en sus versos que se desplazan sin contundencia, otras veces surgen declaraciones para allanar el camino de su ejercicio: “tu odio no encontrará mi castigo”, “armados de paciencia o desarmados de piedad”, “espero el secreto mensaje de los desechos”, “la poesía es hoja de ruta, estaba antes que la tragedia”, “Que la moral no invada nuestra casa, / sigamos barriéndola, / que algo comience, que algo continúe.”
En este viaje de letra se hace acompañar por ocho nombres a los que dedica un poema de los 79 que componen este poemario, números que no hablan de sus límites, sino que son significantes para esta poeta, significantes que la representan como sujeto para otros significantes inconscientes, que signan con su impronta alguno de sus modos y modales, alguno de sus versos: “Aquí se estrelló una mueca impaciente”, “Hay quien tiene su lobo, / yo tengo su aullido que por fin encuentra la salida.”
Cada poeta está hecho de poetas que lo han atravesado, de aquellos que han dejado rastro, secuelas poéticas, como el poema “Luna traicionera/ luna errática/luna de altura/ luna de sepultura. / o aquel otro poema donde pierde la cronología: “Las velas se apagaron consumidas por el uso, / otras luces se violentan con el puño/ que viene a apagar ilusiones sin canto. /”
Cada poeta deja constancia, versos que asemejan epitafios, que perfilan sus rutilantes caminos queriendo que sean rutinarios: Está contra el ruido de la guerra: “la guerra que el hombre no terminó de fabricar” o “Podemos ahora romper todas las bombillas/ y cargar con esa herencia de cristales, / vivir ignorando lo que fuimos, habitar la oscuridad. /” y “prefiere dibujar perfiles que el hombre nunca será.” Se coloca frente a la edad y la muerte, algo que solo ocurre en los otros, sin patetismo, simplemente con decisión, una decisión que cada vez se transforma en decisión de seguir escribiendo. Así queda definido en un verso: “amar la vida más que cualquier cosa, / por eso sonrío en cualquier parte.” /, para concluir que “Los poetas no se festejan, se leen.” /. En el número 64 el poema se hace prosa poética y nos enseña lo que le enseñaron: “Cree en los poetas, ellos saben”. En el texto 65 nos anuncia que “Tal vez no tenga ni sueño americano ni isla desierta, aquí todo está más vivo y la incertidumbre es una casa abierta, sin residencia fija. Estoy aquí ahora, mañana, será tarde el encuentro.” Frases monumento se deslizan texto a texto: “Quiero un abrigo para el ruido que hacen los imbéciles. Duele este perfume de labios rotos.”, “Me ato a las acciones, prefiero sus cadenas.”, “Nadie sabe qué hacer con la libertad, por eso se anuda una gran soga al cuello.”, “La princesa se ha quedado sin cabeza, pensar es raro para cultivar belleza.”, “No temas por el paso del tiempo, es un concepto, -dijo- los que pasamos somos nosotros, nuestros cuerpos que se transforman, como nuestras relaciones…” “El hombre inventó la navidad, los festejos familiares, la religión, los regalos, creó la envidia y, también, el compañerismo. El hombre es un gran inventor, por eso hay que confiar en uno, eres una humana…”
En la contraportada podemos leer la vida curricular de esta autora, destacando que ha publicado como autora y como coautora más de diez libros, donde se muestra que publicar es el momento de concluir que ha habido lectura y escritura.
Una escritura generosa, alentadora, que propone y no dispone, que deja la puerta abierta, no para salir sino para entrar, pues sabemos que todo está fuera de cada uno, que todo está entre palabras, entre nosotros. Gracias Helena por tu decisión de hacer público el poder de la escritura y por hacer lo necesario, lo posible, lo contingente y lo imposible por permanecer en el deseo que habita la acción de escribir.
Amelia Díez Cuesta
