RESISTENCIAS CONTRA EL PSICOANÁLISIS

RESISTENCIAS CONTRA EL PSICOANÁLISIS

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Los hombres enferman cuando queda vedada para ellos la satisfacción de sus tendencias sexuales en la realidad, vemos que entonces se refugian en la enfermedad para hallar con su ayuda una satisfacción sustitutiva de la que les ha sido negada. La intervención psicoanalítica supone un largo contacto con el paciente, y toda tentativa de sorprender en la primera consulta con la adivinación de sus secretos, es técnicamente condenable, desvaneciendo toda posibilidad de influencia. Debemos saber que cada una de las ocurrencias del paciente y cada uno de sus actos tiene que contar con la resistencia y se presenta como una transacción entre las fuerzas favorables a la curación y las opuestas a ella. 

Toda adquisición de una neurosis tiene como premisa regular e indispensable una introversión de la libido, una disminución de la libido capaz de conciencia y orientada hacia la realidad, y el aumento de la parte apartada de la realidad confinada en lo inconsciente y reducida a alimentar las fantasías del sujeto. La libido ha emprendido (total o fragmentariamente) una regresión y así ha reanimado las imágenes infantiles. Ha «cargado» de nuevo los elementos inconscientes de los complejos infantiles (Edipo). El análisis pretende descubrir la libido, hacerla de nuevo asequible a la conciencia y ponerla al servicio de la realidad. Allí donde la investigación analítica tropieza con la libido, encastillada en sus escondites, tiene que surgir un combate. Todas las fuerzas que han motivado la regresión de la libido se alzarán, en calidad de resistencias, contra la labor analítica.

Para liberar la libido tiene que ser vencida esta atracción de lo inconsciente, lo cual equivale a levantar la represión de los impulsos inconscientes y de sus productos. De aquí es de donde nace la parte más importante de la resistencia, que mantiene tantas veces la enfermedad. Cada una de las ocurrencias del sujeto y cada uno de sus actos tiene que contar con la resistencia y se presenta como una transacción entre las fuerzas favorables a la curación y las opuestas a ella.

Allí donde la facultad de transferencia se ha hecho esencialmente negativa, como en los paranoides, cesa toda posibilidad de influencia y de curación. El analizado es apartado violentamente de sus relaciones reales con el psicoanalista en cuanto cae bajo el dominio de una intensa resistencia por transferencia, se permite entonces infringir la regla psicoanalítica fundamental de decir en voz alta lo que se le ocurre, olvida los propósitos con los que acudió al tratamiento y le resultan ya indiferentes deducciones y conclusiones lógicas que poco antes hubieron de causarle máxima impresión.

La resistencia es un fenómeno de la práctica analítica, que acontezca no quiere decir que hayamos alcanzado el núcleo patógeno precisamente, sino que porque hay represión va a haber resistencia, por tanto, estamos en el camino. Cuando durante una batalla, los combatientes se disputan encarnizadamente la posesión de una capilla o de una granja, no puede deducirse de ello que la iglesia sea un santuario nacional ni que la granja esconda los tesoros del ejército. Tales lugares tener un valor tan sólo táctico, y servir para esa sola batalla.

Freud estaba comprometido en la investigación de una verdad que le concernía a él completamente, hasta en su persona, y por lo tanto también en su presencia ante el enfermo, en su actividad de psicoanalista; aunque el término resulte cabalmente insuficiente para calificar su actitud. Según afirma el propio Freud, este interés confirió a sus relaciones con los pacientes un carácter absolutamente singular. El análisis es una experiencia de lo particular.

Podemos decir que el psicoanálisis no es el análisis de las resistencias: No es intervenir ante el sujeto para que éste tome conciencia de la forma en que sus prejuicios le impiden ver. No es una persuasión. No es reforzar el Yo del sujeto. No es convencer.

Cuando una perspectiva nueva le es aportada al Yo siempre se opone un movimiento por el cual el Yo trata de recuperar el equilibro. Lo nuevo produce un gasto exagerado de energía psíquica. El mecanismo que produce este desgaste frente a lo nuevo, tiende a negar lo nuevo, una de las resistencias al psicoanálisis habrá de ser una resistencia general frente a lo nuevo como ya pasó frente a todas las innovaciones científicas que son recibidas, normalmente, con contundentes críticas de las ciencias y teorías que ostentan el poder. De todas formas, el psicoanálisis propone para la vida anímica del hombre una teoría que está en contra del propio hombre, de los médicos y de los filósofos, en tanto les requiere una transformación, y además de producir resistencias intelectuales, las principales resistencias que produce el psicoanálisis son afectivas.

El psicoanálisis plantea que el alto ideal de moralidad que se le exige al hombre inserto en una organización social no se corresponde con la integridad que esas instituciones sociales muestran realmente. Esta falsedad y exigencia pone en peligro el equilibrio psíquico del ser humano. El hombre se ve obligado a exceder psicológicamente sus medios de vida, mientras que sus exigencias instintuales le hacen sentir las imposiciones culturales como una constante opresión. El psicoanálisis pone al descubierto las flaquezas de este sistema y recomienda su corrección, propone ceder en la rigidez de la represión instintual, concediendo más espacio a la sinceridad. Ciertos impulsos han de ser dotados de mayor satisfacción, en otros el medio represivo debe ser sustituido por un procedimiento mejor y más seguro. A la larga, la justificada crítica del psicoanálisis a esta hipocresía social será aceptada.

Y es que el psicoanálisis es una de las teorías más importantes de nuestro tiempo y ha producido una herida narcisística al hombre, como antes hicieron la teoría copernicana o la teoría de Darwin, desplazando ahora el centro de la vida psíquica. Aquello que reposaba en la conciencia es ahora determinado por el inconsciente y la conciencia es un efecto producto del trabajo inconsciente. La conciencia ha dejado de ser la dueña de nuestros actos, además nuestra vida sexual ha adquirido importancia mayúscula en nuestros actos psíquicos. No es ninguna otra materialidad que nuestra sexualidad la que se nos ofrece para vivir nuestra vida, es algo que acompaña al hombre desde que nace hasta que muere.

Al psicoanálisis se le ha acusado de pansexualismo, cuando en realidad lo que dice es que Eros no tiene plena libertad porque hay una fuerza tan grande como él, que compite con él que es la pulsión de muerte. La sexualidad antes de Freud estaba confundida con la reproducción, con la sexualidad animal. Con la introducción de la muerte en la vida del hombre va a tener una capacidad más allá de su herencia animal, es la posibilidad del goce, el goce en cualquier tipo de producción humana.

Introducirnos en el psicoanálisis es poder ingresar al tiempo de un saber no sabido, un tiempo no previsto, ingresar a la posibilidad de pensar que el hombre, cuando repite, no repite su pasado, sino que por ser mortal lo que repite es su futuro. No es con cualquier palabra, dice Menassa, que nos podemos acercar a la palabra inconsciente cuando se trata del psicoanálisis, sino que es con las palabras a las cuales la palabra inconsciente está unida de una manera invariante.

Hablar es el único camino para la resolución de las resistencias al psicoanálisis.

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