UN CASO DE CELOS DELIRANTES

By: admin
UN CASO DE CELOS DELIRANTES
POR AMAR Y POR SALUD, NUEVO PODCAST DE BIENESTAR Y SALUD MENTAL CON HELENA TRUJILLO
ADAPTACIÓN DEL CASO CLÍNICO DE CELOS DELIRANTES (En lecciones introductorias al psicoanáisis, lección XVI Sigmund Freud.)
Un joven militar solicita tratamiento para su suegra, que a pesar de vivir en muy buenas condiciones, no deja vivir a sus familiares por una absurda obsesión.
La paciente acude a consulta, tiene unos cincuenta y tres años, presenta buen estado general, es amable y una mujer sencilla. Relata en la entrevista lo siguiente:
Vive en el campo con su marido, director de una fábrica. Su vida matrimonial ha sido feliz, nunca ha tenido problemas con su marido que es muy atento con ella. Llevan casados 30 años. Desde su boda ningún motivo ha tenido para sentir celos y ver perturbada la paz matrimonial.
Tiene dos hijos que están bien casados. Su marido continúa trabajando con normalidad al frente de su negocio.
Pero hace un año se produjo un hecho incomprensible, que ella misma no acierta a explicarse. Habiendo recibido un mensaje que acusaba a su marido de mantener relaciones amorosas con una joven, ella no se explica cómo dio crédito a esa calumnia, y desde entonces está muy contrariada y ha perdido todo motivo de felicidad.
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Explica las circunstancias que rodearon la recepción del extraño mensaje. Una empleada de hogar de la señora tenía tírria a otra joven que había logrado crearse una posición mucho mejor, pues había logrado un empleo en la fábrica de su marido, en un momento determinado llegó a tener un puesto de importancia y siendo tratada con toda clase de consideraciones por los jefes. Está claro que tenía una intensa envidia por esa joven.
Hablando un día con su empleada, llegaron a una conversación donde la señora manifestó que lo peor que podía pasarle es averiguar que su marido la engañaba. Al día siguiente recibió, casualmente, el mensaje de la polémica.
La señora sospechó en el acto que el mensaje que venía de un número desconocido era obra de su perversa empleada, pues la persona a la que en él se denunciaba como querida del marido no era otra que la joven empleada a la que aquélla odiaba. Pero aunque la señora adivinó en seguida la intriga, no por ello dejó de experimentar una profunda impresión.
Sufrió una terrible crisis de excitación y envió a buscar a su marido, al que dirigió los más amargos reproches. El marido rechazó con toda calma la acusación e hizo lo mejor que en estos casos puede hacerse.
Posteriormente despidieron a la empleada de hogar y la sangre no llegó al río, pues la otra joven empleada de la fábrica no sufrió consecuencia alguna.
Todo parecería haber recobrado la cordura y normalidad, sin embargo, a la paciente le basta encontrar en la calle a la joven u oír pronunciar su nombre para ser presa de una nueva e intensa crisis.
El síntoma se nos impone siempre como un fenómeno importante y de innegable trascendencia, tanto desde el punto de vista subjetivo como desde el objetivo. Así, en el caso que nos ocupa, no sólo trae consigo intensos sufrimientos para el paciente, sino que amenaza destruir la felicidad de una familia.
No puede decirse que la idea que atormenta a la enferma sea absurda en sí misma. Es muy frecuente, en efecto, que hombres casados y ya de edad madura tengan una amante joven. Lo que sí es absurdo es su credulidad, no teniendo motivo alguno para dudar de la fidelidad de su marido. Sabe también que la denuncia no merece confianza alguna, y posee claros indicios de que no se trata sino de una vengativa calumnia. Sus celos carecen de todo fundamento, y, en efecto, lo piensa así; pero, a pesar de ello, continúa sufriendo como si poseyese pruebas irrefutables de la traición de su marido. Los denominamos como celos delirantes.

Si un delirio resiste a las pruebas extraídas de la realidad, ello debe de obedecer a que su origen es totalmente ajeno a la misma. Si investigamos los antecedentes familiares del sujeto y nos dará quizá la respuesta de que los delirios se producen en aquellas personas que acusan, en sus antecedentes hereditarios, análogos trastornos u otro género cualquiera de perturbaciones psíquicas, cosa que equivale a decir que si el sujeto ha desarrollado una idea delirante, es porque poseía una predisposición hereditaria a tal enfermedad.
En realidad la propia paciente la que ha provocado la redacción del anónimo, punto de partida de su delirio, pues advirtió el día antes a la empleada de hogar que su mayor desgracia sería saber que su marido tenía una querida. Ella le dio la idea a la muchacha. El delirio ha debido existir anteriormente en la enferma a título de temor o quizá de deseo.
La paciente se halló poco dispuesta a colaborar cuando en consulta se le solicitó que hablara de otras ideas o recuerdos que pudieran relacionarse con el hecho. Pretendía no tener nada más que decir, y hubo de interrumpirse la sesión ante su negativa. La paciente declaraba sentirse completamente bien y estar segura de haberse librado de sus celos, indudablemente temía que prosiguiera el análisis.
Sin haberse dado cuenta, la paciente había ofrecido algunos datos interesantes para su psicoanálisis. La paciente escondía un intenso amor hacia un joven — su yerno a cuya instancia había acudido a mi consulta—; pero no se daba cuenta de este sentimiento.
El amor que su yerno le había inspirado era demasiado monstruoso e imposible para poder abrirse camino hasta su consciencia; pero manteniéndose en estado inconsciente, ejercía sobre su vida psíquica una intensa presión. Necesitaba hallar un exutorio, y lo encontró utilizando el mecanismo de desplazamiento, proceso que participa siempre en la génesis de los celos delirantes.
Si su marido incurriese a su vez en la gravísima falta de enamorarse de alguien mucho más joven que él, se vería ella libre del remordimiento y de su infidelidad. Esta idea fija era para la señora como un bálsamo calmante aplicado sobre una ardiente llaga.
Primer dato: el delirio no es ya algo absurdo e incomprensible, sino que presenta un sentido y se halla bien motivado, formando parte de un suceso afectivo sobrevenido en la vida del paciente.
Segundo dato: esta idea delirante corresponde a la reacción a un proceso psíquico inconsciente que determinados indicios nos han hecho posible descubrir, y debe precisamente a una tal conexión con dicho proceso su carácter delirante y su resistencia a todos los argumentos proporcionados por la lógica y la realidad, llegando incluso a constituir algo deseado por el sujeto, como una especie de consuelo y alivio.
Tercer dato: si la víspera de recibir el anónimo hizo la señora a su empleada de hogar la confidencia que ya conocéis, es incontestable que la impulsó a ello el secreto sentimiento que hacia su yerno alimentaba, sentimiento que forma algo como el segundo término de su enfermedad.
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