¿CÓMO SOBREVIVIR A LA ANGUSTIA?

¿CÓMO SOBREVIVIR A LA ANGUSTIA?

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La angustia es el afecto por excelencia. Es una señal. Ha sido estudiada por la filosofía, la teología y las ciencias del hombre en general, dándosele diferentes concepciones. Fue a finales del siglo XIX, con la producción del sujeto de la ciencia por Descartes y el sujeto psíquico por Freud, cuando se pudo establecer una etiología específica con una sintomatología clínica y el tratamiento posible de la misma.

La angustia, no se siente psíquicamente, se manifiesta por síntomas corporales. Del latín angustiae, estrechez, hace resaltar precisamente la opresión o dificultad para respirar que en el nacimiento existió y se reproduce luego en el curso de la vida a través de la angustia. Es significativo que este primer estado de angustia corresponda al momento en que el nuevo ser es separado del cuerpo de su madre.

La angustia se produce porque hay una acumulación de excitación que no es tramitada psíquicamente. Esto hace que esa angustia sea vivida en lo físico,  “…esta angustia no admite ninguna derivación psíquica” dice Freud y prosigue “es la acumulación de la tensión sexual que no ha encontrado forma de satisfacción”.

La angustia se va a manifestar por síntomas corporales que a veces se dan juntos o por separado: opresión en el pecho, alteración del ritmo respiratorio o del ritmo circulatorio, sensación de ahogo, mareo. El paciente muestra un estado de excitabilidad general y sensibilidad ante los estímulos auditivos. La espera angustiosa es común como si estuviera esperando siempre una mala noticia, una visión pesimista de las cosas. También puede darse como ataques de angustia, con síntomas tan varios como: perturbaciones de la actividad cardíaca, perturbaciones de la respiración, ataques de sudor, temblores, convulsiones, ataques de bulimia, vértigos, diarreas.

Vamos a distinguir una angustia real, que es la reacción aparentemente comprensible ante un peligro, un daño procedente del exterior. Hay cierto nivel de angustia que previene la reacción traumática, lo que llamaríamos estado de expectación o vigilancia.

Y la angustia neurótica donde  lo temido es algo enigmático o inadecuado, el sujeto no sabe lo que teme o por qué teme lo que teme. Los síntomas neuróticos poseen -como los actos fallidos y los sueños – un sentido propio y una íntima relación con la vida de las personas en las que surgen. La angustia es la reproducción de un antiguo suceso peligroso; está al servicio de la propia conservación y es señal de un nuevo peligro. Nace de magnitudes de libido que se han hecho inutilizables, y también del proceso de la represión, que reemplaza la angustia por los síntomas. El sujeto no puede huir de sí mismo, como en la angustia real puede huir del peligro exterior, esta angustia es la señal que nos indica la incapacidad del sujeto para elaborar psíquicamente una excitación somática que puede elaborarse también psíquicamente. 

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La angustia neurótica la observamos en tres circunstancias:

  • Como angustia general, libremente flotante, dispuesta a enlazarse pasajeramente a cualquier posibilidad emergente.
  • Segunda, vinculada a determinadas representaciones en las fobias, en las cuales hay un objeto o situación exterior, pero tenemos que considerarla una reacción exagerada o inapropiada ante el mismo.
  • Tercera, la angustia propia de la histeria y otras formas de neurosis, que acompaña a los síntomas sin fundamento visible en un peligro exterior.

Tenemos que considerar la neurosis de angustia como la contrapartida somática de la histeria. Tanto en una como en otra se trata de una acumulación de la excitación sin que haya elaboración psíquica, lo que produce procesos somáticos anormales.

 La persona angustiada es como si no pudiera con ciertos aspectos de su vida, se paraliza ante ciertos deseos.

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  • El primer peligro para el sujeto es la ausencia de la madre, la separación, el desamparo.
  • Luego será el miedo a la castración (fase fálica)
  • Más tarde la angustia moral o social, donde el super-yo despersonaliza la instancia parental de la que se temía la castración.
  • La última transformación de este miedo es el miedo a la muerte.

En cierto período de la vida es verdaderamente de supremo interés para el sujeto el que las personas de las cuales depende no le retiren sus cuidados. Cuando crece el niño ve ya en el poderoso padre un rival cerca de la madre y surgen en él tendencias agresivas contra el mismo e intenciones sexuales con respecto a la madre; tiene razones justificadísimas para temer al padre y el miedo al castigo llega a exteriorizarse intensificado filogénicamente como miedo a la castración.

El neurótico se diferencia del normal en el hecho de intensificar exageradamente las reacciones a estos peligros. Aquello que era un deseo normal para el niño y que luego tenía que hacerse inconsciente, desviando su interés hacia otros objetos, permanece cargado e impide la sustitución por otras relaciones más adecuadas. La angustia que se desencadena en el yo del sujeto, aquello que aparece como exigencia o comparación, es la instancia moral juzgando al sujeto por aquél deseo que no abandona. El sujeto nunca abandona gustoso ninguna de las posiciones que ha adoptado su libido.

Freud en su investigación sobre los procesos psíquicos y los síntomas descubre que hay dos grupos fundamentales de procesos: las neurosis actuales (neurosis de angustia, neurastenia y la hipocondría), que están en relación con la sexualidad actual, es decir, con la gestión que hace de sus excitaciones psíquicas, y otras que son las neurosis de transferencia (histeria, neurosis obsesiva y neurosis narcisistas) que están en relación con la sexualidad infantil del sujeto, es decir, con la inscripción actual de los deseos sexuales infantiles y reprimidos.

En las neurosis de angustia dice Freud que los síntomas se caracterizan por la naturaleza tóxica que se asemeja a cuando uno se intoxica. Freud discrimina los síntomas de las neurosis actuales, que no tienen historia sexual infantil reprimida.

Muchos adultos no consiguen superar el miedo a la pérdida del amor, no se hacen nunca independientes del amor de los demás y continúan en este aspecto su conducta infantil.

La angustia no es el resultado de la represión del deseo, sino una defensa. El miedo a decepcionar, compararse continuamente o un temor a que las cosas no le vayan bien, denotan una incapacidad para gestionar la energía psíquica, inmadurez psíquica.

Hallamos en los neuróticos un estado general de angustia, esto es, una angustia flotante, dispuesta a adherirse a otra representación adecuada. Esta angustia de espera depende de ciertos procesos de la vida sexual. El caso más sencillo que podemos entender es el de las personas que se exponen a una excitación frustrada. La interrupción del acto sexual, como medida preventiva del embarazo de la mujer, constituye, cuando se convierte en régimen sexual habitual, una frecuentísima causa de neurosis de angustia.

Una excitación libidinosa es provocada, pero no satisfecha, no utilizada, y en lugar de esta libido desviada de su utilización surge la angustia. La función sexual no es ni puramente psíquica ni puramente somática, sino que ejerce a la vez su influencia sobre la vida anímica y sobre la vida corporal.

En el hombre, el éxito del tratamiento es señal de que se ha sometido a otro hombre. Sin ese sometimiento, que si no fue con su padre será con el psicoanalista, no entra en el goce. El sujeto psíquico entra en el campo del deseo cuando ingresa en el campo del lenguaje, el lenguaje es la castración. Sólo si puedo interrumpir el goce es que puedo gozar de otra cosa, trabajar para mi ser social.

La angustia y sus manifestaciones es altamente incapacitante, te impide desarrollar una vida satisfactoria, te bloquea y va ganando terreno. Pide ayuda, la angustia tiene solución.

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